viernes, 27 de julio de 2012

DIOS SIEMPRE PAGA




Y nos paga, desde luego en el más allá…, pero también cuando menos lo esperamos, recibimos aquí abajo algo que no esperábamos unas veces lo consideramos bueno y oras malo. Lo que voy a transcribir a continuación es una historia d esas que llegan a mis manos y que puede sea real o puede ser imaginaria, pero lo que si es, desde luego, es emotiva. Para mí, que su origen se encuentra en Norteamérica, donde existe una sana y sencilla forma de entender las cosas del Señor, aunque por ello, como siempre ocurre existe también una insana o complicada forma para no ver y comprender las cosas del Señor, pues nuestro enemigo el maligno, nunca descansa, su sindicato le permite estar siempre trabajando y sin cobrar horas extraordinarias. La historia dice así:

"Un día, un muchacho pobre que vendía mercadería de puerta en puerta para pagar sus estudios, vio que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo, los nervios lo traicionaron pues llamó y se abrió la puerta apareció una encantadora joven. En vez de comida, le pidió un vaso de agua. Ella pensó que el joven tendría hambre y le dio un gran vaso de leche y un bocadillo.

Él se comió el bocadillo y bebió despacito la leche y después cuando terminó, aunque sabía que no podía pagar, le preguntó: ¿Cuánto le debo? Ella le respondió: No me debes nada y continuó diciéndole: Mi madre nos enseñó a no aceptar pago por una caridad. Él le dijo: Pues te agradezco de todo corazón, porque estaba hambriento y no tenía dinero.

Cuando Howard Kelly, que así se llamaba el muchacho, salió de aquella casa, no sólo se sintió más fuerte físicamente, sino que también su fe en Dios y en los hombres era también más fuerte. Él ya se había resignado a rendirse y dejar los estudios para ponerse a trabajar.

Años después, esa joven mujer enfermó gravemente. Los médicos de su pueblo estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la ciudad más cercana, donde llamaron a un especialista para estudiar su extraña enfermedad. Llamaron al Dr. Howard Kelly. Cuando el médico escuchó el nombre del pueblo de donde era ella, una extraña luz iluminó sus ojos. Inmediatamente, vestido con su bata de médico, fue a ver a la paciente. Reconoció inmediatamente aquella mujer.

El doctor Kelly se propuso hacer lo mejor para salvar aquella vida. Dedicó especial atención a aquella paciente. Después de una larga y dura lucha por la vida de la enferma, se ganó la batalla. El Dr. Kelly pidió a la administración del hospital que le enviara la factura total de los gastos. El la pagó, y después anotó algo y mandó que se la entregaran a la paciente.

Ella tenía miedo de leer el documento, porque sabía que tendría el resto de su vida para pagar todos los gastos. Finalmente, leyó la factura y algo le llamó la atención. Decía lo siguiente: "Totalmente pagada hace muchos años con un vaso de leche y un bocadillo: Dr. Howard Kelly. Lágrimas de alegría brotaron de los ojos de la mujer y su corazón feliz rezó: “Gracias Dios, porque tu amor se manifestó en las manos y en los corazones humanos."

Decía Santa Teresa, que no existe mejor pagador que su majestad el Señor y así es. El pago generalmente lo reserva para cuando lleguemos al más allá, pero hay casos excepcionales en que Él desea dar muestras de su generosidad ya aquí abajo en este más acá. Las razones del Señor para actuar así, son la mayoría de las veces inesperadas e incomprensibles para nosotros, pero si hay una cosa de la que podemos estar seguros: El Señor solo tiene un vehemente deseo, que es el de que nos salvemos todos y al cumplimiento de este deseo siempre están orientadas todas sus actuaciones e intervenciones en nuestra vida mundana.

Son muchas las alusiones directas e indirectas que hay en los evangelios, sobre la recompensa que nos espera pero antes de entrar en ellas y por orden cronológico diremos que en Pentateuco se puede leer: “Yo daré lo que tengo prometido, lo que he dicho lo cumpliré”. (Nm 23,19). En los evangelios y concretamente con respecto a los que se dan al prójimo, podemos leer: “Dad y se os dará; una medida buena, apretada, colmada, rebosante, será derramada en vuestro regazo. La medida que con otros usareis, ésa se usará con vosotros”. (Lc 6,38). Y aquel otro que nos dice: "Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. Quien reciba a un profeta por ser profeta, recompensa de profeta recibirá, y quien reciba a un justo por ser justo, recompensa de justo recibirá. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, por ser discípulo, os aseguro que no perderá su recompensa”. (Mt 10, 40-42).

Los apóstoles una vez quisieron saber cuál iba a ser su recompensa y San Pedro tomó la palabra: "Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. Respondió Jesús: En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanos, o madre, o padre, o hijos, o campos, por amor de mí y del Evangelio, no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero, y muchos primeros serán los últimos, y los últimos los primeros”. (Mc 10, 28-31).

San Pablo nos dice: "No os engañéis; de Dios nadie se burla. Pues lo que uno siembre, eso cosechará: el que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el espíritu, del espíritu cosechará vida eterna. No nos cansemos de obrar el bien; que a su tiempo nos vendrá la cosecha si no desfallecemos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros hermanos en la fe”. (Gal 6,7-10).

Leyendo a San Agustín, se pueden encontrar una serie de pensamientos que nos orientan acerca de nuestra futura recompensa y así nos dice: “Sí, confía en lo que recibirás; pero recuerda que cuanto mayor sea el cántaro de tu fe que llevas a la fuente tanto más recibirás”. Asimismo escribe: “No esperes, pues, que el Señor te dé los mismos bienes que te manda despreciar en la tierra. El premio de la piedad es la vida eterna…. Lo que ha de dar y lo que ha de hacer es un secreto suyo; tú, en cuanto seas llamado, vete”. Y también escribió: “Cuando los humildes reciban el premio, del cual hacen befa los soberbios, la arrogancia de los soberbios se convertirá en llanto”.

Y Santo Tomás escribía: “El gozo espiritual que Dios nos da es doble: el primero procede de la contemplación del bien que Dios es en si mismo. El segundo gozo espiritual que Dios nos da, nace de la participación que nos está reservada en ese bien divino. El primero es mejor pues fruto de la caridad. Y el segundo procede de la esperanza que nos permite vivir en espera de disfrutar un día de ese bien divino”.

En definitiva tal como nos dice San Francisco de Sales: “…, nuestros corazones, llegados a la fuente viva de la divinidad después de tantos suspiros y afanes, adquirirán mediante la complacencia todas las perfecciones de su Amado y probarán goce pleno con el placer de su vista saturándose de venturas inmortales”.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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