NO VALE EL «AQUÍ MANDO YO», HAY QUE HACERLES VER LOS RIESGOS QUE PUEDEN ENCONTRAR
La fijación de normas para las salidas nocturnas
adolescentes es clave en la educación de los hijos en la responsabilidad.
La libertad y la autonomía son competencias
que el adolescente debe construir progresivamente respetando las normas y los acuerdos alcanzados con sus padres.
Para planificar las
primeras salidas nocturnas del hijo adolescente, la Concapa [Confederación Católica Nacional de Padres de
Familia y Padres de Alumnos] propone, dentro de una amplia guía sobre el tema, el siguiente decálogo de actuaciones:
1.
PARTIR DE UNA POSICIÓN DE COHERENCIA ENTRE LOS PADRES
Independientemente de
la situación de la pareja (incluida la circunstancia de que los progenitores se
encuentren separados o divorciados), vosotros debéis adoptar una posición común y coherente antes de dar el paso
de hablar con vuestro hijo o vuestra hija de sus primeras salidas nocturnas. En
caso de desacuerdo, debéis alcanzar algún nivel de compromiso que os permita
enviar un mensaje claro y
consistente al adolescente.
En este asunto no caben las posturas ambiguas ni la inhibición porque son los
padres, ambos padres, los que deben dar el permiso para salir de noche.
Esto incluye también el resto de los aspectos a establecer en la preparación de
esas primeras salidas.
La educación es una responsabilidad que debe ser asumida de forma conjunta y cooperativa por ambos
progenitores y, en situaciones que exigen decisiones firmes como las que nos
ocupan, es imprescindible que además sean coherentes.
2.
CREAR LAS CONDICIONES MÁS ADECUADAS PARA EL DIÁLOGO
El peor error que se
puede cometer consiste en ir posponiendo las decisiones para abordarlas unas
horas o unos minutos antes de la salida. Ten la certeza de que esos mensajes de
última hora (“¡No bebas!”,
“¡Vuelve pronto!”) no tienen ninguna
utilidad e incluso pueden ser contraproducentes. Si queremos dialogar, es
imprescindible plantearlo con suficiente antelación. Para ello, tienes que hacerle saber a tu hijo o
hija de forma directa y explícita que es
preciso hablar sobre este asunto: “Queremos hablar contigo sobre la salida que quieres hacer el próximo
fin de semana”.
De igual modo, es muy importante elegir
un buen momento para hablar, un momento en el que tanto padres como el
adolescente estéis tranquilos, poco ocupados y dispongáis de tiempo suficiente
para dialogar con serenidad. Podéis también proponerle que sea él quien
proponga un día y una hora que os venga bien a todos. Otra opción interesante
es la de establecer en la familia determinados momentos fijos a la semana para
la comunicación. Esto permitiría que, con una frecuencia regular, todos los
miembros podáis dialogar (una comida, un paseo, etc.) y, sin duda, sería un contexto
idóneo para tratar el tema de las salidas nocturnas.
Por tanto, no debemos dejarlo todo
a la improvisación sino facilitar el diálogo propiciando los
momentos de encuentro para la comunicación y disponiendo del tiempo y las
condiciones necesarias para hacerla posible.
3.
ESTABLECER UNA BUENA COMUNICACIÓN
Si de verdad deseáis
gestionar de forma razonable y eficaz el reto que representan las primeras
salidas de tu hijo, es fundamental debatirlo con calma para captar todo lo que
él o ella quiere expresaros con sus palabras y su comportamiento. Ten en cuenta
que, para comprender a un adolescente, hay que ir más allá del lenguaje verbal y prestar especial atención a lo que
transmite con su lenguaje no verbal: miradas, posturas, gestos, emociones, silencios…
Además, cuida tu manera de hablar: haz preguntas abiertas y no preguntas cerradas donde sólo pueda
contestar “sí” o “no” (por ejemplo “¿Qué piensas de ese lugar al que vais?”,
“¿Cuál es tu opinión sobre esa chica?”). Evita los discursos largos que
pueden ser percibidos como moralizadores. Expón sinceramente tus preocupaciones utilizando
el “yo”, porque así podrás expresar lo que piensas y sientes y tu hijo percibirá
la autenticidad de tu exposición. Evita las descalificaciones, los
reproches, y las acusaciones (“Ya se sabe lo
desastre que eres”, “Tú eres un ingenuo”, “Temo que te metas en algún lío como
siempre…”). Ten la seguridad de
que un diálogo entre un acusador y un acusado está condenado al fracaso.
Manifiesta tu interés por las expectativas que el joven tiene en esa salida. Tu
hijo necesita saber que su mundo, sus amigos y sus intereses son importantes para ti. Pregunta también acerca de los planes que conlleva
la salida en sí procurando no ser demasiado indiscreto.
Exprésale claramente el comportamiento que esperas de él. Tómate el
tiempo necesario para explicarle claramente sus peticiones y sus deseos y
verifica que el mensaje ha sido comprendido tal y como tú quisiste
transmitirlo. Es clave evitar confusiones y malentendidos.
En resumen, la comunicación
conlleva una apertura al otro y un intercambio recíproco. Ambas partes debéis tener capacidad para expresas
vuestras ideas, dudas y deseos y, a su vez, escuchar los del interlocutor. La
escucha activa es una técnica que puede ser de gran utilidad.
4.
PERMANECER FIRMES ANTE UN EVENTUAL CHANTAJE EMOCIONAL
Es frecuente que, si
tu hijo o hija no obtiene de forma inmediata lo que desea -dejarle regresar a
una determinada hora-, recurra al chantaje emocional: “Eres un mal padre (o madre)”, “Lo que pasa es que
no tenéis confianza en mí” o la frase definitiva
de “A los demás sí les
dejan”. De ahí que uno de los principales retos a los que
deberás enfrentarte es resistir el chantaje emocional
que suponen este tipo de argumentos.
En primer lugar, es preciso que permanezcas firme en tus proposiciones y racionalices el tema. Para los adolescentes, la cuestión de la
normalidad es importante; lo que ellos consideran “normal” tiene una gran
influencia sobre sus opiniones y sus decisiones. Sin
embargo, no siempre esa valoración de normalidad que les presentan tiene una
base real; si profundizas un poco, comprobarás que “todos los demás” no son en ocasiones más que determinados amigos especialmente
relevantes para él o ella.
De cualquier forma, aunque fuera cierto que otros padres lo autorizan, no debes
sentirte cuestionado ni empujado a aceptar determinadas decisiones que no
compartes. Las pautas educativas, las normas y los límites no tienen por qué ser los mismos en cada hogar. Tu hijo debe aprender
que las reglas de juego pueden ser distintas en una u otra familia, además,
recuerda que son los padres los responsables de tomar la disposición final.
Vosotros debéis adoptar vuestras propias decisiones, procurar que sean equilibradas
y ser consecuentes en su cumplimiento.
Resulta muy recomendable mantener cauces abiertos de comunicación con los padres de los amigos de tus
hijos y tratar de establecer posibles alianzas y pautas
compartidas de actuación con ellos. De este modo, si no se logran acuerdos
plenos en cuanto a las condiciones de la salida, al menos pueden compartir
información y reducir las disonancias entre los mensajes que se envían a los
distintos miembros del grupo de adolescentes.
5.
DESARROLLO DE LAS SALIDAS: PONER NORMAS Y LÍMITES
Un aspecto
fundamental es conocer lo más posible el desarrollo de la salida. Para ello,
plantea a tu adolescente que te cuente qué va a hacer. Si no tiene nada previsto -algo relativamente
frecuente-, pregúntale sobre el lugar o lugares a los que va a ir y las
personas con las que va a salir.
Puede que las informaciones que te dé no sean claras. En ese caso, pídele que sea preciso. Si, a pesar de todo,
tienes dudas sobre el lugar y las condiciones de la salida, no dudes en hablar con los padres de sus amigos tras haber advertido, eso sí, a tu hijo o hija de tu intención de hacer ese contacto.
Tan importante como conocer las actividades que piensan realizar durante la
salida es conocer el ambiente en el que se va a producir, porque de este modo podremos anticipar
posibles situaciones de riesgo a las que nuestro hijo
o hija va a estar expuesto. Toda la información recogida facilitará el proceso
de negociación con tu hijo o hija acerca de las normas y límites necesarios
para la salida. A partir de ahí, trata de que las reglas sean razonables,
claras y seguras, y ten la suficiente flexibilidad para ir adaptándolas si
fuera necesario.
Ten en cuenta que, aunque para tu hijo éste será la única y la mejor
forma, no existe ninguna
salida ni fiesta imprescindible ni irrepetible.
6.
NEGOCIAR LA HORA DE REGRESO A CASA
La hora de regreso a
casa es sin duda el más representativo de los conflictos que generan las primeras salidas nocturnas de los
adolescentes en el hogar. De hecho, esta decisión centra muchas discusiones
entre padres e hijos adolescentes; pero, como todas las cuestiones
educativas, no admite
soluciones simples. Comenzando porque la visión del mundo y de los
hijos que tienen los padres constituye el principal punto de partida. Dicho de
otro modo, el establecimiento de un horario más limitado o más amplio y la
flexibilidad con que se administra no es más que uno de los indicadores que
reflejan las pautas educativas que estás siguiendo con tu hijo o hija
adolescente.
Cada familia tiene la potestad de establecer éste y otros límites relacionados
con la educación de sus hijos en el ejercicio de sus competencias parentales.
Pero hay tres premisas que conviene fijar:
-La primera premisa que debe quedar clara es la necesidad de
que los padres, de forma negociada siempre que sea posible, establezcan horarios de regreso a casa. No pienses que inhibirse es más neutro o más
democrático; al contrario, las ambivalencias y los silencios son otra forma de
enviar mensajes a tu hijo, sólo que en este caso el mensaje será de
permisividad y desinterés y perderás una ocasión extraordinaria de apoyarle en
su proceso de autonomía.
-La segunda premisa es que los horarios, como cualquier otro límite, deben ser
estables, sin que ello impida
que puedan modificarse ante acontecimientos o circunstancias especiales.
-La tercera es que los horarios deben plantearse de modo progresivo y deben irse modulando en función de dos aspectos fundamentales: la edad y madurez del
adolescente y el grado de cumplimiento de los
compromisos adquiridos en las salidas anteriores. Estaríamos hablando, pues, de una independencia
por etapas.
En resumen, los horarios deben ser razonables, negociados con
los hijos siempre que sea posible, adaptados a la edad, las características de
cada adolescente y otras circunstancias objetivas (nivel de seguridad de
la zona por la que va a moverse durante la salida, existencia o no de transporte público, época vacacional o de estudio, etc.). Además, deben ser
progresivos en función de su maduración y el cumplimiento de sus compromisos.
Llegados a este punto, no podemos dejar sin respuesta algunas de las cuestiones que constantemente plantean los adolescentes a los padres para poner en evidencia lo arbitrario e
incluso lo irracional de sus propuestas: “¿Qué voy a hacer a las 00h que no pueda hacer a las 18h?” o “¿Qué más
dan las 23.30h que las 00h?”. Estas preguntas
inciden directamente en el porqué de la existencia de los horarios, en la hora
en la que se fija el regreso y en la razón de su estabilidad.
Veamos algunos argumentos.
¿Por qué establecer límites horarios?
En primer lugar, la existencia de los horarios tiene que ver con la necesidad de
establecer normas y límites. Estos están
dirigidos, como se exponía en el punto anterior, a garantizar la seguridad, el
autocontrol y el manejo de una vida saludable del menor. Y, en última
instancia, bien gestionados contribuirán a mejorar la eficacia educativa de la
disciplina en su proceso de socialización.
En efecto, los horarios fijados deben permitir compatibilizar la práctica de sus
actividades de ocio con el mantenimiento de un estilo de vida saludable, de
forma que se minimicen los riesgos a los que se pueden ver sometidos los
adolescentes y se posibiliten el adecuado descanso y el desarrollo de sus obligaciones
o aficiones (estudio, deporte…). Todo ello sin olvidar que las salidas
nocturnas no deberían alterar
la convivencia ni la dinámica familiar habitual (horarios del resto de la familia, comer todos
juntos, etc.).
Aunque a veces pasen desapercibidos al ser comparados con las amenazas
externas, no deberían ignorarse tampoco todos los aspectos que inciden en
la salud del adolescente. Uno de los ejemplos más evidentes
es el sueño. No olvidemos que están viviendo un proceso de maduración y un
tiempo de sueño suficiente es la primera condición para el desarrollo físico y
psicológico de los adolescentes. Un tiempo de sueño suficiente es muy importante para la salud, el
crecimiento y la capacidad de aprender. Lamentablemente, no
todas las familias dan la misma importancia a las necesidades de sueño de los
adolescentes; pero debemos saber que un preadolescente de entre 12 y 13 años
tiene unas necesidades de sueño de unas 9 o 10 horas y uno de 14 entre 8 y 9.
La falta de sueño, el alcohol y las drogas son elementos clave de los que
advertir a los adolescentes.
¿Por qué fijar una hora concreta y estable de regreso?
Abordemos, en segundo
lugar, el asunto de la hora concreta de regreso y el porqué de su estabilidad.
A menudo las familias piden disponer de una tabla de equivalencias entre las
edades y las horas de regreso que sean de utilidad para todas las familias y
todos los adolescentes y jóvenes. Pero establecer límites horarios adaptados a
la edad no es una tarea sencilla y seguramente resultaría inviable. Es
una decisión compleja sobre la que inciden numerosos factores
que no pueden equipararse: desde los valores y modelos educativos de las
familias hasta las edades y el grado de madurez de los adolescentes pasando por
los tipos de población y las zonas de residencia.
Diferentes autores e instituciones han establecido valores indicativos, en
función lógicamente de sus criterios propios y los de su entorno sociocultural.
Todos estos valores se han visto superados por los datos reales de las
estadísticas. Son precisamente estas estadísticas las que deberían obligar a
muchos padres a reflexionar y revisar sus criterios educativos al respecto.
Mírese como se mire, no es razonable que, como se exponía anteriormente, el 63,7% de los adolescentes de 14 años haya regresado a casa en su última
salida después de las 00h y las 2h de la madrugada. Como tampoco lo es que a
los 16 años un 57,9% regrese después de las 2h de la madrugada.
Por tanto, estos datos ponen en evidencia que muchos padres de nuestro país
deberían replantearse seriamente este asunto y comenzar a negociar con su hijo
o hija adolescente unas horas más
racionales de regreso a casa. En esta negociación es
fundamental que tengan en cuenta las propuestas del propio adolescente y los
argumentos que esgrima para justificarlas, porque ahí encontrarán muchas claves
de interés. Es cierto que una hora exacta no es fácil de determinar y debe
estar abierta a revisión, pero no podemos subestimar su valor como referente educativo.
Pasa lo mismo con los
15 o 30 minutos de retraso; podríamos coincidir en que esos minutos no tienen
importancia en sí mismos, pero hay que recordar de nuevo que nos encontramos en
un escenario de aprendizaje donde se trata de cumplir
acuerdos y compromisos adquiridos. Lógicamente, si no fuera posible negociarlos, les correspondería
a los padres definirlos.
Hay que insistir: todo lo expuesto no significa que la hora establecida no se
pueda revisar y flexibilizar puntualmente en función de las circunstancias
excepcionales. Pero el valor referencial intrínseco de la hora de regreso es
importante y necesario para todos: para el adolescente, porque le da la
posibilidad de administrar sus tiempos y aprender a regular su
conducta más allá de sus deseos; para los padres, porque les permite también ordenar la vida familiar y les facilita su compleja labor de protectores y
administradores de límites.
A medida que los hijos vayan cumpliendo sus compromisos y mostrando un mayor
grado de responsabilidad, se podrán ir ampliando progresivamente los horarios
hasta alcanzar aquel nivel que se considere irrenunciable, puesto que lo que se
pretende en última instancia es que los chicos se responsabilicen de sus propias acciones y decisiones.
7.
UTILIZAR UN MEDIO DE TRANSPORTE SEGURO
Un tema que debes
abordar con tu adolescente antes de una salida nocturna es sin duda el del
transporte de regreso a casa. Ante todo, recuérdale que no debe subir bajo ninguna circunstancia al
vehículo de un desconocido. Tampoco si el conductor ha bebido alcohol o consumido otras drogas.
Lo más recomendable es utilizar un medio de transporte público (en algunas
ciudades existen incluso medios de transporte público disponibles las noches de
los fines de semana).
Otra estrategia, cada vez más extendida si va con familiares o amigos que
disponen ya de permiso de conducir, es lo que se denomina el “conductor
designado” o “conductor
alternativo” que consiste en que
un miembro del grupo se compromete a no ingerir alcohol ni ningún otro tipo de
sustancia tóxica para garantizar la seguridad del resto del grupo.
En caso de que surjan dificultades imprevistas para organizar el traslado de
regreso, indícale que te llame para que puedas intervenir de algún modo o salir
a buscarle. Si finalmente deciden que pase la noche en casa de un
amigo, comprueba con un adulto responsable dónde y en qué condiciones pasará la noche.
En términos generales, el móvil es un instrumento de gran utilidad para
gestionar cualquier imprevisto que pueda surgir en la noche por lo que debes
recomendar a tu hijo o hija que lo mantenga encendido y que no dude en
hacer uso de él siempre que lo precise.
8.
NEGOCIAR NORMAS CLARAS EN RELACIÓN CON EL ALCOHOL Y EL DINERO
Cada vez más
adolescentes y jóvenes se emborrachan durante el fin de semana. El consumo de
alcohol, y más aún si se hace de forma compulsiva hasta la embriaguez, es muy
perjudicial para los adolescentes; como padre o madre estás obligado a usar tu
influencia para incidir sobre el comportamiento de tu hijo adolescente en
materia de consumo de alcohol y a prohibir su consumo. Habla con tu hijo
sobre las consecuencias de la ingesta de alcohol.
Al igual que en los demás puntos de este decálogo, debes negociar con tu hijo o
hija las reglas relativas al consumo de alcohol durante sus salidas de fin de
semana, partiendo de un hecho incuestionable: en nuestro país la ley prohíbe la venta y el consumo
de alcohol a menores de 18 años. De igual modo, todos los expertos de la OMS y demás organismos
oficiales consideran que en menores de 18 años cualquier consumo de alcohol,
por pequeño que sea, resulta siempre desaconsejable.
Otro aspecto que puede ser objeto de negociación de cara a las salidas de fin
de semana es el que se refiere a la disponibilidad del dinero de bolsillo. Los
niños y los adolescentes aprenden a administrar el dinero sólo si pueden
disponer de pequeñas cantidades con carácter regular. Aunque en nuestro país no
es una costumbre mayoritaria -un reciente estudio apunta a que el 62% de los
adolescentes no recibe asignación mensual ni semanal-, los expertos consideran
útil dar una paga sin asociarla con condiciones. Administrar esa cantidad fija
semanal o mensual con la cual debe afrontar gastos diversos (salidas, pequeñas
compras, transportes…) les facilita también la asunción de responsabilidades. Evidentemente, la cantidad se debe corresponder con el presupuesto
familiar y debe adaptarse a la edad y las aptitudes del adolescente para hacer
un uso adecuado del dinero.
9.
TRANSMITIR INFORMACIÓN SOBRE LOS RIESGOS
El noveno punto de
este decálogo incide en la necesidad de transmisión de información acerca
de los riesgos que
entraña el consumo de alcohol y otras drogas así como las circunstancias en que
éste se produce. En este sentido,
los padres deben ser realistas y modestos. No está en sus manos suprimir
totalmente los riesgos, aunque sí trabajar para crear un contexto susceptible
de disminuirlos: dándoles informaciones que les ayudarán a hacer elecciones
acertadas, favoreciendo la adquisición de competencias que les permitirán
mejorar su comportamiento y ayudándoles a tomar conciencia de las consecuencias
de sus decisiones personales. Una vez más hay que recordar que se trata de una
tarea educativa que requiere un trabajo a medio y largo plazo.
10.
FINALMENTE, ABORDAR EL PROBLEMA COMO UNA CUESTIÓN DE CONFIANZA
La síntesis de todos
los puntos anteriores podría ser que tu hijo adolescente necesita tener
personas alrededor en quienes confiar, que le quieran incondicionalmente aunque se equivoque o se salte las normas,
que le pongan límites para que aprenda a evitar peligros o amenazas, que le
sirvan de modelo en su comportamiento, que deseen que aprenda a desenvolverse
solo para ayudarle a crecer; personas con las que comunicarse para contarles todo aquello que le asusta o le
inquieta, para reconocer sus emociones y expresarlas con la seguridad de
encontrar apoyo. Ante el problema que suscitan las salidas nocturnas de fin de
semana, todas estas consideraciones son válidas.
En cuanto a tu tarea como padre o madre, la hemos resumido en una búsqueda constante de equilibrio entre las legítimas aspiraciones de autonomía de
los adolescentes y las no menos legítimas obligaciones de proteger y cuidar a
los hijos que tenéis los padres. Este equilibrio se ha sustentado
fundamentalmente en el pilar de la negociación considerando que esta técnica
educativa está tan lejos de la imposición como de la claudicación. Por tanto,
negociar supone eliminar de nuestro vocabulario ese “¡Aquí no se habla más!”, pero sin que eso suponga renunciar a establecer
unas reglas que consideramos ineludibles para su seguridad.
Ahora bien, dicho todo lo anterior, la clave para abordar adecuadamente el tema
que nos ocupa es tratarlo como lo que es: una cuestión de confianza.
Publicado en ReL el
14 de octubre de 2017.
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