Hace un año me encontré con Orsino Máximo Quichiz, un hombre sabio, hualmaíno. Su abuelo fue un gran maestro en las artes espirituales de la curación, adivinación, remediación del destino y retrocar la suerte del prójimo a voluntad del cliente. Eso marcó el destino de varios de sus descendientes.
Mi padre
lo heredó: también fue un maestro poderoso, se
comunicaba con “el tío”, -cosas de ellos-. Además, Orsino me contó: Desde pequeño he traído un tacto para entender la
anatomía humana y reencauzar su camino de energía; soy bien buscadito en
Hualmay para componer los huesos, hace cola la gente. Yo les atiendo, tengo mis
frotaciones. Mis manos son como ojos que detectan donde está lo quebrado y lo
arreglo.
Por mi
tacto, he sido desenterrador de tesoros tapados. A los trece años, soñé que una
mujer quedaba mirando mi cuerpo que yacía dormido. Después mi sobrina, vio
aparecer la figura de esta joven vestida como -del tiempo de los incas-. Un día
me desperté y me puse a cavar con una barreta de hierro. Tranquilo, cavé
firmemente, ya para llegar a dos metros, encontré un fardo. Dentro de él una
mujer, por las trenzas de sus cabellos, tenía cajas de junco con varios husos,
largas agujillas de tejido y ovillos de algodón hilado, su telar empezado,
algunas ollitas y sus cuchimilcos. La he saludado, le he conversado. Me ha
ayudado, vendí sus cositas y me compré mis útiles del colegio. La cabeza se la
quedó mi papá. Él tenía varias, “sus almitas”, las
velaba; con ellas trabajaba.
Años
después, mi tía, hermana de mi padre, alquiló una casa por la parte antigua de
Hualmay. En la parte de atrás de la casa había como un descampado y crecía un
higo. Ahí, en noches de luna quinta, algunos veíamos un hermoso hombre,
ataviado de lujo, al estilo de los incas. Para los que lo vimos, sus joyas
resplandecían. Mi tía se fue a Lima y me dejó encargado de la casa. Ahí, una
noche soñé que el inca, de pie, miraba mi cuerpo dormido y yaciente. Después de
eso, empecé a cavar en la habitación, el cuarto hacía línea recta con la
higuera. Como soy un cavador paciente y constante, cavé durante cuatro meses en
varias direcciones. Profundo cavaba, hasta tres metros. No encontraba, lo cerraba.
Cavaba al pie, pero entre hueco y hueco me tomaba mi tiempo de descanso y
volvía a empezar.
Entre
esto sucedió algo que yo no sabía. Mi tía tenía -orden desalojo- de esta casa
que rentaba y que, seguro, habría dejado de pagar. Yo venía estacionalmente a
la casa… Pues me tocó cavar en el mismo sitio en donde estaba mi cama el día
del sueño. Pasé los dos metros y empecé a encontrar hierbas secas y excremento
de cuy ¡Carajo! ¡Te encontré! -Me dije con
profunda emoción. Era tarde. Lo tapé y lo dejé marcado para mí. Me fui. Pues,
esa misma noche, llegaron los dueños de la propiedad con una banda de vándalos
a reapropiarse de la casa. Ahí quedó el tapado. En los entierros, el excremento
de cuy con pajilla aparece como una capa que está sobre el fardo funerario que
corresponde a un agricultor. Han pasado ya muchos años de esto, ese sitio ha
cambiado mucho, ya no está el higo, pasa una calle por ahí.
NOTA. El nombre del informante hualmaíno lo guardo en reserva y saludo su
memoria. Hombre como de 55 años. Huacho, 2020…
Para mí
no tiene lógica el gentilicio: hualmayuno, ¿de
dónde sale esa /u/? Si los de Huancayo son huancaínos por qué los de
Hualmay no van a ser apropiadamente adjetivados: hualmaínos y hualmaínas.
Alejandro Smith Bisso.
AMO A HUACHO.
Huacho, 5
de diciembre 2020.
Para
Hualmay, en su celebración de aniversario municipal, con todo el amor que pude.
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