"Para acoger los grandes dones de Dios es fundamental atesorar los más cotidianos y menos llamativos. María cultivó el inmenso don de su Inmaculada Concepción a través de la sencillez", dijo el Papa.
El Papa Francisco rezó el Ángelus este viernes 8 de diciembre,
día de la Inmaculada Concepción de la Virgen María,
desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano. Esta tarde está previsto
que el Santo Padre rinda el
tradicional homenaje a la Virgen en la Plaza de España de Roma.
"Hoy,
solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Evangelio nos presenta la escena de
la Anunciación (cfr. Lc 1,26-38). En ella se muestran dos actitudes de María
que nos ayudan a comprender cómo custodió el don único que recibió: un corazón
totalmente libre del pecado. ¿Cuáles son estas dos actitudes? Son
el asombro ante las obras de Dios y la fidelidad en las cosas simples",
comenzó diciendo el Papa.
UN
CORAZÓN PURO Y SENCILLO
Sobre el asombro, el Papa
comenta: "Queda sorprendida, desconcertada,
turbada: se asombra cuando oye que el ángel la llama 'llena de gracia', es
decir, llena del amor de Dios. Esta es una actitud importante: saber
asombrarse ante los dones del Señor, no darlos nunca por supuestos,
apreciar su valor, alegrarse de la confianza y la ternura que traen consigo. Y
también es importante testimoniar este asombro delante de los demás".
"Vamos con la
segunda actitud: la fidelidad en las cosas simples. El Evangelio, antes de la
Anunciación, no dice nada sobre María. Nos la presenta como una muchacha
sencilla, aparentemente igual a muchas otras que vivían en su pueblo, Nazaret,
que no aparece citado nunca antes en la Biblia. Una joven que, precisamente
gracias a su sencillez, ha conservado puro el Corazón Inmaculado con
el que, por gracia de Dios, fue concebida", añadió.
En este sentido, el Papa resalta
la humildad de María. "Para acoger los grandes
dones de Dios es fundamental atesorar los más cotidianos y
menos llamativos. María cultivó el inmenso don de su Inmaculada
Concepción a través de la sencillez con la que acogió las oportunidades
cotidianas de crecimiento comunes en su tiempo: la Palabra de Dios, que
escuchaba en la sinagoga y conocía bien, como se desprende de las pocas frases
que pronuncia en los Evangelios; la fe, en la que la habían educado sus padres;
la generosidad y prontitud con que se comportaba", comentó
Francisco.
Francisco concluyó sus palabras
formulando algunas preguntas. "Entonces,
preguntémonos: ¿creo que lo importante, tanto en las situaciones cotidianas
como en el camino espiritual, es la fidelidad a Dios? Y, si lo creo, ¿encuentro
tiempo para leer el Evangelio, para rezar, para participar en la Eucaristía y
recibir el Perdón sacramental, para hacer algún gesto concreto de servicio
gratuito? Son esas pequeñas opciones decisivas para acoger la presencia del
Señor", concluyó el Santo Padre.
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