Durante el rezo del Ángelus este domingo 20 de marzo, el Papa Francisco destacó que “de Dios no puede venir nunca el mal” por lo que pidió estar atentos para no “echarle la culpa a Dios” ante hechos terribles como la guerra o la pandemia.
Al reflexionar en el pasaje del Evangelio de este domingo de San Lucas,
el Santo Padre planteó una pregunta “que parece
acompañar estas trágicas noticias: ¿quién tiene la culpa de estos hechos
terribles? ¿Quizás aquellas personas eran más culpables que otras y Dios las
ha castigado?”
“Son interrogantes siempre actuales; cuando las
noticias negativas nos oprimen y nos sentimos impotentes ante el mal, a menudo se nos ocurre preguntarnos: ¿se trata de
un castigo de Dios? ¿Es Él quien envía una guerra o una pandemia para
castigarnos por nuestros pecados? ¿Y por qué el Señor no interviene?”, señaló el Papa.
En esta línea, el Santo Padre pidió “tenemos
que estar atentos: cuando el mal nos oprime, corremos el riesgo de perder
lucidez, y para encontrar una respuesta fácil a cuanto no logramos
explicarnos, terminamos por echarle la culpa a Dios”.
Además, el Papa lamentó “el feo y mal hábito
de blasfemar” y cuestionó cuántas veces atribuimos a Dios “nuestras desgracias y atribuimos las desventuras del
mundo a Él que, en cambio, nos deja siempre libres y, por tanto, no interviene
nunca imponiéndose, tan solo proponiéndose; a Él, que nunca usa la violencia
sino que, por el contrario, sufre por nosotros y con nosotros”.
En este sentido, el Santo Padre aconsejó “en
vez de culpar a Dios, dice Jesús, tenemos que mirar nuestro interior: es el pecado el que produce la muerte; son nuestros
egoísmos los que laceran las relaciones; son nuestras decisiones equivocadas y
violentas las que desencadenan el mal”.
“De Dios no puede venir nunca el mal, porque Él ‘no nos trata según nuestros pecados’
conforme a su misericordia. Es el estilo de Dios, no nos puede trata de otra
forma, siempre nos trata con misericordia”, afirmó.
INVITACIÓN A LA
CONVERSIÓN
Luego, el Papa explicó que en el Evangelio de este domingo “el Señor ofrece la verdadera solución, la conversión:
‘Si no se convierten -dice- perecerán todos del mismo modo’ es una invitación
apremiante especialmente en este tiempo de Cuaresma, acojámoslo con
el corazón abierto, convirtámonos del mal, renunciemos a ese pecado que nos
seduce, abrámonos a la lógica del Evangelio porque donde reinan el amor y la fraternidad el mal no tiene más
poder”.
Sin embargo, el Santo Padre reconoció que “Jesús sabe que convertirse no es fácil, que muchas veces volvemos a caer en los mismos errores y
en los mismos pecados; que nos desanimamos y, quizá, nos parece que nuestro
esfuerzo por el bien es inútil en un mundo donde el mal parece reinar”.
De este modo, el Papa subrayó que Jesús “después
de su llamado, nos anima con una parábola que ilustra la paciencia que Dios -debemos pensar en la paciencia de
Dios- la paciencia que tiene con nosotros” al relatar “la consoladora imagen de
una higuera que no da frutos en el periodo establecido, pero cuyo dueño no la
corta: le concede más tiempo, le da otra posibilidad”.
“A mí me gusta pensar que un lindo nombre de Dios
sería el ‘Dios de otra posibilidad’, siempre nos da otra oportunidad,
siempre, siempre, así es su misericordia. Así hace el Señor con nosotros: no nos
aleja de su amor, no se desanima, no se cansa de darnos confianza con ternura”,
dijo el Santo Padre.
Por último, el Santo Padre aseguró “hermanos
y hermanas, ¡Dios cree en nosotros! Dios se fía de nosotros y nos
acompaña con paciencia. La paciencia de Dios con nosotros. No se desanima,
sino que pone siempre esperanza en nosotros”.
“Dios es Padre y te mira como un padre: como el
mejor de los papás, no ve los resultados que aún no has
alcanzado, sino los frutos que puedes dar; no lleva la cuenta de tus faltas, sino que realza tus posibilidades; no se detiene en tu pasado, sino que apuesta con confianza por tu futuro. Porque
Dios es cercano a nosotros, Él es cercano a nosotros -el estilo de Dios, no
olvidemos, cercanía, Él es cercano, con misericordia y ternura, así nos
acompaña Dios, cercano, misericordioso y tierno- pidamos, por
tanto, a la Virgen María que nos infunda esperanza y valor, y que encienda en
nosotros el deseo de conversión”, concluyó el Papa.
POR MERCEDES DE LA
TORRE | ACI Prensa
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