EL ESCRITOR PIDE QUE EUROPA SE INSPIRE EN LOS 21 COPTOS DE LA PLAYA DE LIBIA
EL MARTIRIO DE 21 JÓVENES COPTOS EN UNA PLAYA DE
LIBIA, EL 15 DE FEBRERO DE 2015, ES CONTEMPLADO CON ORGULLO POR SUS FAMILIARES,
AMIGOS Y VECINOS, MIENTRAS EUROPA DILUYE SU PROPIO CRISTIANISMO ENTRE LA
SECULARIZACIÓN Y LA ISLAMIZACIÓN.
El escritor Martin Mosebach (1951), autor de numerosas obras de teatro,
ensayos y novelas, recibió en 2007 el premio Georg Büchner, el más prestigioso
de las letras alemanas. En español se han publicado algunas de sus obras,
como La luna y la niña, El temblor y El príncipe de la niebla.
Católico inquieto ante el declive
de la Iglesia, hijo de un protestante devoto que le enseñó a leer y meditar la
Biblia y de una madre católica que le llevaba a misa, escribió en 2003 un libro
considerado ya clásico, La herejía de la falta de forma.
La liturgia católica y su enemigo (existe edición inglesa),
donde aboga por la vinculación entre la fe y el rito.
Con motivo de la edición italiana
de su libro Los 21,
sobre los mártires coptos en una playa de Libia, Mosebach ha sido entrevistado
por Giulio Meotti en Il
Foglio.
"QUE
EUROPA SE INSPIRE EN LOS MÁRTIRES QUE LA AVERGÜENZAN"
Martin Mosebach, el narrador, el novelista, el ensayista, el católico de la misa en
latín, el conservador protector del estilo y guardián de la forma, el ganador
del Premio Büchner, el columnista que desprecia la controversia. Recientemente,
en el diario más antiguo en lengua alemana, el Neue Zürcher Zeitung,
Mosebach escribió que los abusos sexuales en la Iglesia católica se remontan al
Concilio Vaticano II, "cuando se
derrumbaron las estructuras de la obediencia".
Sesenta años es un tiempo muy
corto en la historia de la Iglesia: "Durante
este periodo la Iglesia, que hasta entonces había sobrevivido a los más duros
golpes, se derrumbó en muchos lugares". El
debilitamiento de toda autoridad y la Revolución sexual se encontraron con un sacerdocio
privado de todos los elementos para mantener su disciplina: "Literalmente, de un día para otro, el
orden que había caracterizado la vida cotidiana de un sacerdote fue trastocado.
La sotana y el alzacuellos del sacerdote desaparecen: el sacerdote se vuelve
invisible en público. Se suprimió la obligación de celebrar la misa todos los
días: solo quienes conocen la tradición católica pueden apreciar el apoyo
disciplinario que este ejercicio diario, combinado con la obligación de
confesarse con frecuencia, puede garantizar. La pretensión de verdad de la
religión cristiana es ahora sospechosa de ser totalitaria, violenta e
intolerante". Se destruyó la liturgia de la misa: "Incluso hoy se escucha en los seminarios que el
celibato caerá pronto".
Mosebach ha dedicado un
extraordinario epitafio literario a los
muertos de una masacre islamista, en el que explora un mundo cristiano asediado del
que sabemos muy poco. En Italia, Edizioni Cantagalli (en la serie dirigida
por Leonardo Allodi dedicada
a Robert Spaemann) publica Los 21,
"un viaje a la tierra de los mártires coptos"... y un gran
fresco del cristianismo oriental.
Mosebach se dirige a la Europa
moderna con una terrible advertencia: "Las
civilizaciones mueren por la indiferencia hacia los valores peculiares en los
que se basan". Si efectivamente "el
tiempo es temible no tanto porque mata como porque desenmascara",
la historia del cristianismo copto, con
su renacimiento 1400 años después de la invasión islámica, parece estar fundada
en una certeza inquebrantable que nunca ha fallado. Esto es lo que nos cuenta
Mosebach.
"Un
cristianismo que no teme al tiempo que pasa y que desenmascara", escribe Allodi: "Si acaso,
esto podría aplicarse algún día al Occidente moderno y a sus instituciones
culturales, en las que ha arraigado una 'cultura del rechazo'".
UN
VIAJE AL ORIGEN DE LOS MÁRTIRES
Mosebach vio por primera vez el vídeo completo de la decapitación en los ordenadores portátiles de los
familiares de los cristianos asesinados en una playa libia. En El-Or, en el
Alto Egipto. En la comunidad de hermanos, primos, padres, el vídeo se ve con
compostura. Y orgullo. En la fila de los decapitados, señalaban a sus
respectivos familiares, a sus hermanos: "Este
es nuestro Samuel, este es nuestro Abanoub".
Los 21 verdugos, vestidos de
negro, aparecen como una serie de demonios sin rostro,
una "horda infernal", mientras que
los coptos -con monos naranjas que recuerdan a Guantánamo- avanzan con una
compostura impresionante y al final, mientras los cuchillos demasiado pequeños
se abren paso a través de sus gargantas, pronuncian
suavemente el nombre de Aquel por quien están muriendo: Jarap Jesoa, Señor
Jesús. Mosebach escribe que el
vídeo es muy popular entre los coptos y que las familias de las víctimas siguen
viéndolo en sus tabletas, un documento sublime del martirio: "Lejos de intimidarnos, nos da valor".
El viaje de Mosebach, con la
mediación de diversas autoridades y eminencias eclesiásticas, le lleva a
una remota aldea de
la que proceden la mayoría de los veintiún decapitados. Es un mundo en el que
hay teléfonos móviles, las casas de varios pisos del pueblo están sin terminar
y los cerdos, burros y terneros están en la planta baja. El escritor visita
todos los lugares importantes para esos jóvenes. Sus iglesias, sus lugares de
peregrinación, recorre sus pueblos y se detiene en sus casas. Mosebach ve
que la oscuridad se cierne sobre el horizonte occidental como su némesis.
UNA
HERENCIA VIVA Y TRANSMITIDA
"Desde el
final de la era constantiniana, en la que los coptos solo participaron en los
tres primeros siglos, la Iglesia occidental debe preguntarse si está tan bien
preparada para la transmisión de la fe en un mundo cada vez más secularizado
como la Iglesia copta, una Iglesia que ha practicado durante mucho tiempo la
resistencia a una mayoría hostil hasta el martirio", escribe Mosebach: "Por la adversidad de
la historia, los coptos fueron abandonados a sí mismos durante más de un
milenio; el 'desarrollo', la palabra mágica de la civilización occidental, les
fue negado. Sin embargo, no han desaparecido ni se han petrificado: han
mantenido viva la herencia apostólica del cristianismo primitivo y,
desde la conquista primero persa-pagana y luego islámica, no han sucumbido a la
tentación de recurrir a la violencia en nombre de Dios".
El de los 21 jóvenes cristianos
coptos decapitados por el Estado Islámico el 15 de febrero de 2015 ha sido
descrito como "el mayor caso de martirio
cristiano de nuestro tiempo" (Anba Macarius,
obispo copto). En la reunión con el obispo de la diócesis de Samalout, Mosebach
recibió una pregunta tan desconcertante como reveladora: "¿Por qué quiere reunirse con estas personas? No
espere demasiado. Son todos iguales. Puedes visitar cualquier familia copta y
encontrarás la misma actitud hacia la Iglesia, la misma fortaleza y la misma
disposición al martirio en todas partes. Aquí no hay una
Iglesia occidental en una sociedad occidental. Somos la Iglesia de los
mártires. No veo ningún problema en decir que ningún copto del norte de Egipto
traicionaría la fe".
LA
COMPARACIÓN CON EUROPA
Conversando con Il Foglio, Mosebach explica qué le impulsó a
escribir este libro. "El vídeo completo del
espectacular asesinato ritualizado de estos veintiún trabajadores cristianos en
la playa de Libia me impactó profundamente. No solo fue un crimen contra
personas inocentes, sino un gran testimonio de fe por parte de hombres
corrientes que estaban dispuestos a morir por su fe en Jesucristo".
En el vídeo todo el mundo pudo
ver que en el momento de la decapitación, algunos de ellos gritaban el nombre de Jesús en árabe y susurraban oraciones.
La persona cuyas palabras se escucharon más claramente fue Milad Saber,
hijo de agricultores de una aldea del Medio Egipto. Era soltero, mientras que
la mayoría de sus compañeros estaban casados, con uno o más hijos
pequeños.
Occidente puede aprender una
lección de toda esta persecución anticristiana, pero Europa parece
fría y alejada de sus hermanos cristianos. "Debemos recordar que fueron los mártires los
verdaderos evangelizadores y apóstoles en los primeros siglos cristianos",
nos dice Mosebach. "El cristianismo es la
religión de la cruz, Cristo no entendía esto simbólicamente. En el mundo
occidental el cristianismo se está secularizando; el martirio sangriento es una
vergüenza para nosotros. ¿De verdad los mártires tienen que ser tan
obstinados en sus convicciones? Sentémonos todos a la mesa y encontremos un
compromiso tolerable..."
En declaraciones al Welt hace
algunas semanas, Mosebach dijo que "la pérdida
de una religión desestabiliza un país". "Estoy convencido de que no
solo es falso, sino también extremadamente peligroso desde el punto de vista
político, que la gente crea que puede decretar el bien y el mal independientemente
de la Revelación", nos dice: "Hemos
visto en los sistemas totalitarios ateos del pasado reciente lo que sucede
cuando la moral quiere independizarse de la religión".
EL
HUNDIMIENTO DEL CRISTIANISMO ALEMÁN
Alemania es el país que encabeza
la secularización masiva de Europa. En un estudio encargado por la Conferencia
Episcopal, los investigadores de la
Albert-Ludwigs-Universität de Friburgo afirman que el número total de
confesiones cristianas -sumando católicos y protestantes- caerá de los 45
millones actuales a 34 en 2035 y se reducirá a la mitad, hasta los 22 millones, en 40 años. El número de
protestantes en la próxima generación se reducirá de los 21,5 millones actuales
a 10,5 millones, y el número de católicos pasará de 23 millones a 12,3
millones.
En 1963 hubo 400
ordenaciones en Alemania; en 1993 bajaron a 238; en 2013 a 98; en 2015 a 58... Así lo revela una investigación
del diario de la catolicísima Baviera, el Süddeutsche Zeitung:
"La Iglesia católica en Alemania se enfrenta a una dramática escasez de
sacerdotes. Nunca antes tan pocos hombres en Alemania se convirtieron en
sacerdotes católicos".
Incluso la diócesis de Maguncia,
donde nació el cardenal Gerhard Müller, no
ha ordenado un solo sacerdote en un año. La archidiócesis de Colonia es la
mayor de Alemania y una de las más ricas del mundo, pero tiene previsto reducir sus parroquias de quinientas a cincuenta para 2030.
En un dramático artículo
publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung,
el ensayista Markus Günther explicaba que el cristianismo en Alemania "parece estable, pero en realidad está al borde del
colapso. Pastores y obispos, pero también muchos laicos activamente
comprometidos, ven paisajes florecientes donde en realidad no hay más que un
desierto".
"Como alemán,
por supuesto, me disgusta ver que se cierran monasterios en todas las regiones
de la vieja cristiandad y que los católicos bautizados abandonan la Iglesia en
masa", nos dice Mosebach: "Por otro lado, sé que no recomendaría a nadie entrar
en uno de estos monasterios, aunque a menudo incluyeran una iglesia
maravillosa. Es un bien que estos monasterios estén cerrados, se hayan quedado
vacíos ya que hacía tiempo que
habían roto con la tradición monástica católica. Porque los católicos
que abandonan la Iglesia hoy en día ya no saben lo que es la Iglesia por culpa
de los obispos, que en las décadas posconciliares hicieron que la teología
degenerara en las facultades y en la educación religiosa -la fe católica es desconocida
en gran parte de Alemania por culpa de la Iglesia- ¡entre los
católicos, eso sí! Sospecho que el futuro cristianismo alemán estará compuesto
por pequeños grupos que hayan redescubierto la tradición católica".
ISLAMIZACIÓN
Mientras tanto, en Colonia, la
ciudad de los Reyes Magos, se ha autorizado al muecín a llamar a la oración
desde las cincuenta mezquitas. "La
importancia del islam en Alemania aumentará y la del cristianismo
disminuirá". Así se expresaba en diciembre el prestigioso
sociólogo Detlef Pollack, principal experto en
tendencias religiosas del país, en el Neue Zürcher Zeitung:
"En 2022, por primera vez, menos de la mitad de los alemanes pertenecerán
a una de las grandes iglesias. Hay una licuefacción. Las comunidades musulmanas
en Alemania son indudablemente vitales en comparación con la mayoría de las
comunidades cristianas. Por el contrario, el islam es una religión muy dinámica
que busca la visibilidad".
Dentro de treinta años, según el
Pew Forum, habrá 17 millones de musulmanes en
Alemania, frente a 22 millones de cristianos católicos y protestantes,
muchos de los cuales solo nominales (ya un tercio de los católicos está
pensando en dejar la iglesia).
¿La fuerza del
islam es solo el espejo de nuestra decadencia? "La opinión pública
ilustrada alemana contempla con asombro el fenómeno de una religión que creían
muerta pero que, de repente, ha regresado con exigencias muy serias para sus
creyentes, que se guardan muy mucho de protestar; mientras, los católicos
alemanes enloquecen y los últimos católicos que quedan abandonan sus
edificios", nos dice Mosebach. "Pero los dirigentes de la Iglesia alemana siguen
un instinto de muerte, que desgraciadamente no tiene nada que ver
con la voluntad de testimonio de los mártires".
Luego está la cultura de la cancelación, que no solo
hace estragos en los monumentos, los cuadros, la música, las palabras y los
libros, sino también en el interior de la Iglesia, con los recortes continuos a
la misa antigua: "La cultura de la cancelación
es una señal de que la pérdida de la religión está produciendo religiones
sustitutivas, con estrictos mandamientos y prohibiciones y amenazas y
excomuniones para los desobedientes. Pero la actual cultura de la anulación
puede no durar mucho tiempo, incluso si después aparece algo peor. La Europa
descristianizada seguirá teniendo sorpresas desagradables. Como
consuelo están las iglesias martirizadas de la
ortodoxia y de Oriente y en África".
Traducido por Verbum
Caro.
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