«Nadie puede servir a dos señores»
No se puede dividir
una vida con horas de cara a Dios y horas de espaldas a Dios.
No se puede mantener,
en una misma vida cristiana, criterios sobrenaturales en una dirección y
criterios naturales en otra.
No se puede caminar
con un pie en la acera alta y con el otro en la calzada baja.
No se puede casar
la vida con Dos en la media hora de la misa dominical y dejarla divorciada para
todo el resto de la semana.
No puede hacer
de la vida cristiana un juego de «lo
deja o lo toma» Desde el bautismo, a Dios se le «tomó» para
todo y para siempre.
Toda
la tierra que pisa el cristiano – trabajos, dolores, alegría, amores – es siempre
santa y santificadora.
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