Sobre el tema de la prensa del que hablé antes de ayer, este es el lema del Washington Post: «La democracia muere en la oscuridad».
Estos son
los lemas de varios periódicos. Perdonad que por ahorrar tiempo los ponga en
inglés:
A free press doesn’t mean it’s not a tame press. Tame
significa domada.
Building the Nation.
For those who make decisions that count.
Not What You Thought.
Now you know.
Open your world.
Read it and you will see more.
The home of truth.
The One You Trust.
The value of truth.
There’s nothing more valuable than knowledge.
Cada uno de
estos lemas merece ser meditado. Para la mayoría de naciones, sería difícil
encontrar una época en la que la prensa haya sido ideal. Pero es cierto que es
fácil darse cuenta cuándo esta ha sido fuerte y cuándo ha sido débil.
Es cierto
que intervenir a favor de la honestidad de la prensa es algo que conlleva mucho
riesgo. ¿Pero no hay que hacer nada si vemos que la
prensa va debilitándose más? Cuando hablo de prensa, por supuesto, me
refiero a todo tipo de prensa en cualquier medio que sea profesional y que
pueda investigar los grandes asuntos. La prensa de investigación, esa es la que
construye un país, la que tiene capacidad para revelarnos lo que no pensábamos.
La prensa honesta nos puede sacar de una sacudida de nuestro mundo confortable
y presentarnos una parte subterránea que no sospechábamos de su existencia.
Confianza, honestidad, honradez, trabajar para buscar la verdad.
En España,
hubo unos decenios en que se vivió una edad de oro de la prensa de
investigación. Se ganaba mucho dinero y se premiaba con ventas la seriedad.
Pero todos los profesionales están de acuerdo en que actualmente se gana poco y
todo han sido recortes hasta que se ha llegado a la situación de no poder
recortar más. ¿Queda prensa seria en España? Por
supuesto, pero su influencia se ha reducido sustancialmente. Sigue quedando
prensa seria y honesta en todos los países, el problema es su influencia
decreciente. El problema es que lo que queda se mantiene más bien con
subvenciones y exenciones fiscales.
A esto se
une un cierto desencanto con la democracia, con la representatividad en el
congreso, con la idea establecida de que las cosas no pueden cambiarse, con la
falsa sensación de que todos son corruptos, con la verdadera sensación de que
los partidos solo se enfrentan y no colaboran. No vivimos en un tiempo de
grandes idealismos, como fueron los años 60 y 70.
¿Qué hacer para revitalizar la mejor prensa? No lo sé. Me gustaría poder escuchar a los expertos.
Quizá solo se pueda fomentar sus beneficios económicos de alguna manera y no se
pueda hacer nada más.
Hay un hecho
indudable, nunca como ahora las teorías conspirativas ridículas han captado a
tantas personas normales. Te encuentras con un número creciente de individuos
normales que creen en la existencia de insostenibles conjuras mundiales o
nacionales.
Si es muy
delicado, por parte del Estado, intervenir a favor de la prensa seria; también
es delicado intervenir contra la libertad de expresión, por más que insista en
que la tierra es plana o la luna está hecha de queso. Planteo el problema, pero
no tengo una propuesta de solución. Mi único camino a la búsqueda de una
solución sería “escuchemos a los expertos”.
P. FORTEA
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