Vida Pública de Jesús. Las tentaciones se dan tras cuarenta días y cuarenta noches de oración y ayuno.
Por: P. Enrique Cases | Fuente: Catholic.net
EL
SILENCIO
Jesús es llevado por el Espíritu al desierto para un gran combate; va a asumir
su vocación de Mesías con toda su plenitud humana. Jesús vive la experiencia
religiosa en una forma de espiritualidad extrema. Muchos hombres religiosos se
han sentido llamados al silencio de modo que su espíritu se expanda en una
relación con Dios, sin que nada distraiga esa tensión. Muchos han experimentado
el ayuno como una forma de purificación en que el cuerpo extingue sus pulsiones
para que el espíritu emerja. En el antiguo hinduismo era frecuente esa acción,
como también en el budismo también aunque sin llegar a tanto extremo. Siempre
han existido eremitas, en todas las culturas religiosas. Cristo asume la
espiritualidad religiosa de los más religiosos de los hombres.
EL DEMONIO
En esa tensión se dan las tentaciones que se prolongarán a lo largo de su vida,
pero que aquí se plantean con gran crudeza: el diablo, como enemigo lúcido que
plantea los verdaderos problemas, será el padre de la mentira, que intentará
disuadir a Jesús de su misión. Este agente oscuro es tan importante en la vida de
los hombres, que si se excluye no se entienden problemas como el mal y el bien,
ni mucho menos el Evangelio de Jesucristo. El demonio es un ser vivo, creado,
inteligente, pero pervertido y pervertidor. Él se rebela contra Dios de un modo
lúcido y consciente, y encuentra en ese orgullo un gozo amargo y triste al
tiempo. En sus tentaciones, no tratará solamente de investigar quién es Jesús,
ni en un juego intelectual habilidoso, aunque lo es, sino de plantear su propia
tentación al hombre que ha sido llamado el Hijo Amado que trae el bautismo de
fuego superior al bautismo de agua. El diablo no cree que un hombre pueda amar
más allá del amor propio y se lo va a decir claramente a Jesús, no sin engaños
y con métodos capciosos.
EL DIABLO TIENTA A JESÚS
"Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser
tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta
noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios,
di que estas piedras se conviertan en panes. El, respondiendo, dijo: Escrito
está: No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios. Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre
el pináculo del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues
escrito está: Dará órdenes acerca de ti a
sus ángeles, para que te lleven en sus
manos, no sea que tropiece tu pie contra
alguna piedra. Y le respondió Jesús:
Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. De nuevo lo llevó el diablo
a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le
dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras. Entonces le respondió Jesús: Apártate Satanás, pues escrito
está: Al Señor tu Dios adorarás
y a Él sólo darás
culto" (Mt).
EL MOMENTO ADECUADO
Las tentaciones se dan tras cuarenta días y cuarenta noches de oración y ayuno.
Siente hambre, se agota, experimenta las limitaciones del cuerpo, la mente
también es influida por el cansancio y el hambre y la soledad.
Satanás elige el momento más adecuado para tentarle, aquel en que está
debilitada la humanidad. Ahí, en situación extrema, es donde se verá si Cristo
acepta el reto que le va a plantear.
Es posible que la creencia en la divinidad de Jesús lleve a pensar, que en el
fondo, las tentaciones son externas y ficticias, como de mentirijillas. Pero no
es así: real fue el dolor y la muerte, y real es el
hambre y la sed. Jesús experimenta la trepidación de la tentación, ve el lado
positivo que toda tentación propone, y descubre lo negativo, más o menos
oculto, pero que acabará saliendo a relucir. De ahí, también, que la
victoria sea real, humana. El resultado final confirma a Satanás que se puede
ser fiel al proyecto amoroso del Padre, que es posible cumplir la voluntad de
Dios también como hombre, a pesar de las alternativas que se le ponen delante.
EL SENTIDO DE LAS TENTACIONES
Es cierto que las tentaciones tienen un sentido de ejemplo para que los hombres
venzan las provocaciones al mal. Es un primer nivel no despreciable. Muchos ven
en las tentaciones las tres concupiscencias: el
desorden de la sensualidad y la carne, la llamada de la soberbia y del orgullo,
y la inquietud por el dinero y el poder. Las respuestas de Cristo
aciertan en las soluciones, el espíritu está sobre la materia y debe regirla;
la humildad lleva a confiar en Dios; y el poder es para servir a Dios y a los
demás. De hecho, es frecuente entre los hombres que el primer obstáculo en el
que muchos quedan atrapados sea la sensualidad del comer, del beber o la
impureza. Un segundo nivel, tienta la soberbia y el amor propio, y viene el
ansia de dominar a los demás. En un tercer nivel el mundo como fin último del
hombre, engloba todas las sugerencias del mal cuando se coloca en lugar de
Dios.
LA PRIMERA TENTACIÓN
Las tres tentaciones tienden a quebrar el mesianismo de Jesús. Pero hay
un nivel más profundo. Veamos la tentación primera. Jesús tiene cuerpo en su
doble vertiente de sentido y afectividad, tiene, por tanto necesidades
sensitivas y afectivas. La tentación dice: "Si
eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes", es decir haz un milagro con tu poder de Hijo de
Dios para satisfacer tus necesidades. El pan es el alimento para la vida; pero,
al satisfacerla, se encuentra un placer en la función natural. Jesús nunca dice
que eso sea malo. Lo mismo ocurre con la procreación que añade a los efectos
del cuerpo la satisfacción del afecto. Nada dice el texto de la extensión de la
tentación; pero entre los hombres estas cuestiones son universales. Jesús añade
la dificultad del ayuno y del celibato, prescindiendo libremente del uso
legítimo de esas tendencias corporales y afectivas por un amor más alto. Ahí
incide la tentación: transforma el gozo natural en amor propio; benefíciate,
búscate en algo tan natural como estas satisfacciones, o ¿acaso son malas?
VIVIR EL AMOR
La respuesta de Jesús es clara: no son malas, pero "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra
que procede de la boca de Dios".
Si el diablo le hubiese propuesto algo ilícito Jesús lo habría tenido que
rechazar, de forma obligada; pero, en esta primera tentación, Jesús rechaza
algo que en sí no es malo, pero se trata de vivir un amor que vaya más allá del
amor propio y de la satisfacción que producen cosas buenas. Y rechaza decir que
esas realidades sean malas y pecaminosas, aunque deben someterse a un amor
superior. No se trata sólo de superar la gula y la impureza, sino de vivir un
amor espiritual superior. De hecho, el Hijo de Dios es sobrio con naturalidad,
y conviene que no tenga descendencia según la carne, sino sólo según el
espíritu. El amor al Padre y a los hombres debe estar por encima de cosas que
en otros son buenas y santificantes, pero a Él se le ha pedido más. El amor a
su misión debe ser superior al tirón de los sentidos y de la afectividad, e
incluso del deseo de tener una descendencia humana. Jesús responde con una
palabras del libro de la Sabiduría en las que señala que el placer de los
sentidos no es malo dentro de su función natural, pero no es todo. El amor
sensitivo y el afectivo son buenos, pero existe el amor espiritual. El que ama
con este amor espiritual supera las atracciones de lo sensible, sin decir que
sean malas, aunque pueden serlo por desorden o por exceso. El primer combate ha
concluido, aunque la tentación acechará a Jesús toda la vida, especialmente en
la cruz, donde el dolor será máximo. El amor de verdad pudo más.
LA SEGUNDA TENTACIÓN
La segunda tentación es más profunda y complicada. El diablo cita el
salmo 91 diciendo: "Si eres Hijo de Dios,
arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles,
para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna
piedra". El demonio sigue
tentando a Jesús, a partir de lo que, en Él, forma parte de su ser: era hijo de
Dios y confía en el Padre como nadie lo ha hecho jamás en la tierra, por eso
Satanás plantea la posibilidad de la salvación de la humanidad a través de un
milagro. Esto es posible tanto para Dios, como para el que lo pide con fe: quiere salvar a la humanidad. Se trata de dejar
boquiabiertos a los hombres ante la manifestación de un poder sobrenatural. La
gentes quedarían admiradas ante el éxito del nuevo salvador. Se creía en
aquellos momentos que el Mesías anunciaría la salvación de Israel desde aquel
pináculo del templo de altura imponente. Le sugiere que las gentes veneran a
los triunfadores y se convertirán con esa acción milagrosa. Le oculta con
engaño que se puede introducir la vanidad de ser admirado por lo prodigioso, y
se abandona el camino de humildad.
Jesús podía usar su poder, no sólo en los milagros para ser admirado y admitido
por todos. Pero quedaría oculta – u oscurecida- la manifestación del amor, un
amor que no puede esconder ni un ápice de amor propio; y es precisamente en la
cruz en la que la máxima humildad revela el mayor amor.
TENTAR A DIOS
La tentación es contra el mismo Dios como se ve en la respuesta de
Jesús: "Escrito está también: No tentarás
al Señor tu Dios". ¿Es posible
tentar a Dios? Sí. No porque Dios pueda pecar, cosa imposible; sino, en
el sentido de que Él se decida a cambiar su proyecto de salvación; la
tentación, esta vez, se dirige a que Jesús rechace el camino más difícil, que
es el del dolor y la expiación, el de la muerte y el del sacrificio, y le propone
el de utilizar el de una salvación evidentemente sobrenatural que,
prácticamente, le asegure el éxito entre los suyos. Otro camino de salvación,
sí; pero menos reveladora del amor.
Y Cristo, el Hijo, elige la sabiduría del amor del Padre; rechaza el camino del
triunfo humano lejos del camino de la humildad, tan rodeado de piedras,
persecuciones, insultos y muerte. ¿Acaso no puede
arrasar a todos los perseguidores y aplastarlos como gusanos? Sí puede,
pero el camino humilde permite encontrar excusas a los díscolos y tratarles con
misericordia, aunque con la estricta justicia sólo merecerían castigo e ira. No
tentar a Dios es confiar en su misericordia y su decreto de salvación del
hombre a través de un sacrificio perfecto, oculto a los ojos del mundo.
LA TERCERA TENTACIÓN
La tercera tentación es aún más honda. Jesús se proclamará, como había
sido profetizado, rey de justicia, de paz, de prosperidad, de victoria, y ahí
incidirá la seducción: "De nuevo lo llevó
el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su
gloria, y le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras". Puede parecer un acoso alocado, pero es en esta
tentación donde la frialdad de la astucia diabólica es mayor y la lucha más
frontal. Le propone un reino donde impere la justicia, la ley buena, la paz. El
diablo le dice: “somos inteligentes, podemos
organizar un reino de justicia. Toma el poder político, impón un reino en el
que todos puedan, y deban, ser justos; y así podrán alcanzar la salvación que
tú propones. No está fuera de tus posibilidades organizar un movimiento que
llegue más lejos que lo que realizó un hombre como Alejandro Magno”.
Y ante los ojos de Cristo desfilan los reinos humanos que se han sucedido en la
historia desde las formas de organización más rudimentarias y primitivas, en
las que tantos hombres sobrevivieron malviviendo, hasta las grandes como
Babilonia, China, India, Persia, Grecia, Roma; y el esplendor de esos reinos
refulge lleno de gloria. ¿Será posible hacer algo
mejor? Es posible, es más, es deseable para unos hombres que suspiran
por la paz, la justicia, la libertad y la prosperidad. Si además es un reino
religioso, mejor que mejor: será nada menos que el reino de Dios entre los
hombres. Dios en las leyes, en la economía, en el arte, en las ciencias, en la
convivencia, en la familias y en toda organización humana.
Pero hay dificultades que el diablo oculta, y no en vano será llamado por Jesús
"príncipe de este mundo". Es fácil
que los poderosos con el poder; se cieguen, se sirvan a sí mismos, se
mundanicen en todos los sentidos de la palabra. Pero, sobre todo, se trata de
que los hombres conviertan su corazón, que el reino de Dios anida en su
interior y después se transmita a lo exterior. Dios respeta la libertad de los
hombres, no quiere imponerse desde arriba, sino desde el amor personal.
LA RESPUESTA DE JESÚS
La respuesta de Jesús es más tajante que en los casos anteriores: "Entonces le respondió Jesús: Apártate Satanás".
Ya no puede soportar más insidia, y hace un acto de acatamiento a la sabiduría
amorosa del Padre. Dios sabe más; el reino será realidad en los que quieran: no
será quitada la libertad a los hombres. Cierto que la pueden usar para burlarse
de Dios, pero siempre tendrán al alcance su misericordia. El reino se realizará
en cada corazón y a través de cada hombre en su actividad humana, y de ahí a
todas las estructuras humanas. La existencia del pecado obstaculizará la
justicia y el progreso; pero al final el Padre me enviará como rey y como juez
para los que quieren -mal o bien- la libertad, esta es la grandeza humana y la
sabiduría del Padre. Es difícil aceptar la libertad, pero sin ella es imposible
el amor, y en este reino es esencial, hasta el punto de que no hay justicia
posible sin libertad; todo el engaño de la tentación está ahí: suprimir el amor
de la creación y rechazar el amor de Dios cuya gloria es la vida amorosa del
hombre, no un engreimiento soberbio del que quiere ser admirado, "pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a El
sólo darás culto". Esto es
el reino de Dios: la justicia de Dios entre los hombres y el que ellos veneren
y acaten la perfección del amor divino.
"Entonces lo dejó el diablo, y los ángeles
vinieron y le servían". Es
el primer triunfo en la primera batalla en el interior de Cristo y vence. Los
ángeles, que también habían vencido, se alegran con el triunfo del Hombre, y le
consuelan. Pero la suerte está echada; las batallas seguirán de un modo casi
continuo hasta el final especialmente en la Pasión.
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