martes, 11 de junio de 2019

TESTIMONIO - ¿NOS RODEA LA MUERTE!

Me despedí de tres, dos de ellos niños que conocí un año atrás cuando el Señor nos llevó a sus hogares para preparar su partida, y a la tía de una amiga desahuciada que recién la conocía.

La señora desahuciada me pidió que la visitara seguido porque quería que la preparara para la partida. En una de nuestras reuniones semanales recibí la misión de Nuestro Señor de decirle que dentro de quince días Él la iba a recoger. Ya se imaginarán lo que sentí, y la responsabilidad por cumplir con la orden divina. Me armé de valor, fui a su casa y le dije lo que Dios me había pedido le dijera.

Mi preocupación era de cómo iba a reaccionar ella… ¿saben lo que pasó? La señora se llenó de alegría, llamó a sus familiares - que siempre la acompañaban - y les dio la noticia. Todos me miraban pero yo me sentía tranquilo porque había cumplido. Ella me dijo: Solo le pido a Dios que mi nieta, que pronto nacerá, tenga mis ojos.

Estuve el día que partió… se fue muy en paz. También me enteré que nació su nieta con ojos azules iguales a los de la abuela.

En este caso podría decirse que “nos rodea la vida” porque Dios es Vida, y es Vida Eterna. Recuerdo que en la comunidad donde yo servía, no se celebraban “Misas de Difuntos”, sino “Misas de Resurrección” porque en realidad esas son.

Todo esto me viene a la memoria debido a la conversación que tuve camino a despedir a uno de los niños que falleció en USA el 15 de agosto – Día de la Asunción -. La persona que me llevaba me preguntó cuál era mi concepto sobre la muerte, y si los sacerdotes, que no tienen familia, o sea esposa e hijos, comprendían el dolor de los que perdían a sus seres queridos. Solo le contesté que mientras el perdía un hijo, el sacerdote perdía a muchos, porque en realidad, sin necesidad de tener familia, el sacerdote participa en muchos casos en la preparación del enfermo, sobre todo en casos de enfermedades terminales, y a las finales termina involucrándose, quiera o no quiera, sentimentalmente con el enfermo cuando este se va. Nadie tiene un corazón de piedra como para no sentir cierta nostalgia cuando alguien parte, aunque se sepa que se va para bien.

En nuestra experiencia de Sanación, muchas veces nos encontramos con casos que sabemos que muy pronto van a partir, y el solo hecho de conocerlos, hablarles, abrazarlos, nos convierte en cierta forma en parte de sus vidas, es por eso que podemos comprender el dolor de los demás, aunque sea momentáneo, porque ante el dolor del prójimo… uno también sufre.

Hemos compartido y seguiremos compartiendo con muchos hermanos sus enfermedades terminales, inclusive hay en la actualidad muchos que viven gracias a la Voluntad de Dios. Sabemos que algún día partirán ¿cuándo? Cuando Dios quiera.

Mientras tanto ¿Cómo va la cosa a tu alrededor? ¿Tienes familiares ancianos con alguna enfermedad terminal? ¿Ya están preparándose para partir? Recuerda que tu prójimo es el que está más próximo a ti y te necesita. Tú que vives cerca o con ellos, podrás darte cuenta si necesitan o no prepararse y tratarlos con un amor especial al acercarte a ellos.

Desde el momento que te entregas a Dios y le dices de corazón ¿qué quieres de mí? Él te dará Misiones que cumplir, pero prepárate tu primero. Con la ayuda de Dios Espíritu Santo podrás llevar a cabo sus mandatos y te convertirás en un buen apóstol… solo abre tu corazón para que entre en él.

Ahora viene la pregunta: ¿Yo que tengo que hacer? Porque si Dios hace todo ¿yo para qué sirvo?

¿Sirve acaso un carpintero sin martillo o un mecánico sin herramientas? Dios te convierte en un valiosísimo canal por donde llegará, a través de María Santísima la Perfectísima, su gracia a las personas que toques. Entonces ya sabes que una de las cosas que tienes que hacer es procurar que ese canal esté limpio.

¿Limpio de qué? Limpio de pecado, y lo limpias con la Confesión y Comunión. Una persona que trabaja en Sanación debe alimentarse muy bien del Señor si quiere servirlo, porque la Eucaristía es su fuerza contra el enemigo.

¿Sabías que las personas que leen, y las que escuchan la Palabra se iluminan? Pero estoy hablando de leer y de escuchar a conciencia con el fin de aprender, no solo de leer o escuchar porque sí. La Palabra es uno delos alimentos más ricos y nutritivos para el alma. Nuestra Mamá Santa nos la recomienda constantemente en cada reunión de grupo. Tu Rosario, tu Escapulario, tu Cruz llevada sin vergüenza, son tus escudos, no los descuides.

Si puedes cumplir con estas pequeñas cosas, considérate afortunado de poder servir a Dios en el Ministerio de Sanación u otros. Dios dará vida a los enfermos a través tuyo en el “Nombre de Jesús” y con la intercesión de María Santísima. Recuerda que no te estás preparando para ser un mago, mentalista o gurú, sino para ser un buen canal del Señor que te ama con todo su Corazón y quiere que tú también lo ames.

MUCHOS SON LOS LLAMADOS Y POCOS LOS ESCOGIDOS.
Invita a tus amigos y amigas o a tu familia a que se integren en los diferentes ministerios – servicios – que tiene la Iglesia Católica. Seguramente que de todos los que a través tuyo lleguen a servir al Señor, alguno perseverará.

EL Señor andaba con pecadores y en cierta forma todos somos pecadores, así que nunca digas “esto no va conmigo” Demuestra, al convertirte en un milagro vivo de Dios que si se puede seguirlo y que Él está vivo entre nosotros. Otros dirán: “yo no creo en esas cosas”. Santo Tomas tampoco creyó sin embargo es santo. Se trata de vencer a ese pequeño e insignificante cobarde que llevamos dentro de la mano con Don Sata, y cambiarlo por la mano fuerte del amor de Cristo, vencedor del pecado y de la muerte.

En Pentecostés los apóstoles recibieron – unidos en oración – los Dones del Espíritu Santo. A la mayoría de los apóstoles se les consideraban ignorantes, pero desde ese momento fueron sabios y ricos en el Amor de Dios.

¡Tú puedes… si quieres! Jesús y María te esperan. Nunca nadie se podrá arrepentir de haber, aunque sea tratado, de servir a Dios. Se necesitan corazones valientes y ansiosos por salir y decir: “JESUS VIVE… Y VIVE EN MI”

José Miguel Pajares Clausen

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