El conocido «angelito de la guarda» puede ser más útil
de lo que te imaginas…
Nunca
será sencillo comprender en su totalidad, cómo es que un ser de naturaleza
espiritual pueda interactuar con nosotros en el mundo material, pero
ciertamente nos acompañan, ayudan, aconsejan, inspiran, día a día, a cada
momento, cuando dormimos, sin pedirlo, sin darnos cuenta y aún olvidando su
presencia… nunca un buen amigo ha estado junto a nosotros con tal disposición.
Como ya
sabemos, en la Sagrada Escritura se hace referencia a la intervención de los
Ángeles Custodios, pero ¿qué hay de nosotros, los
hombres y mujeres del tercer milenio, los que vivimos en un mundo donde lo que
cuenta es lo que se ve y se toca?, ¿Es posible pensar en llevar una relación
estrecha con ese Mensajero de Dios en el hogar, la oficina, el taller, la
escuela, el consultorio del médico y en todo lugar y circunstancia? La
respuesta es sí.
Primero
debemos ser conscientes -con ayuda de la Fe y la Gracia- de su presencia,
comenzar a platicar con él mentalmente o en voz alta, como lo haríamos con una
persona que está a nuestro lado y nos ha inspirado confianza.
Algunas
personas, con el ánimo de lograr un mejor acercamiento con su Ángel le han
puesto nombre, su propio nombre, tomado algún nombre de la Escritura, el que
más les gusta, el de uno de sus hijos… como no tienen género no importa si es
propio de mujer o de hombre, también puede ser un mote cariñoso.
Con el
trato diario a nuestro Ángel, pronto comenzaremos a descubrir cosas que
aparentemente son producto de la casualidad o de la suerte: el encontrar estacionamiento donde normalmente no hay
lugar, la reacción comprensiva de nuestro jefe ante una situación inesperada,
encontrar el consejo adecuado para dar a nuestros hijos o a aquella persona que
lo necesita, y así, tantas y tantas situaciones que parecen surgir de la nada. Y
todo esto no es otra cosa sino su intervención delicada y dedicada en multitud
de asuntos cotidianos.
Nuestro
ángel custodio se convierte en una ayuda valiosísima, pues además de las
oraciones que habitualmente le dirigimos, podemos entablar un diálogo frecuente,
que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a título de ejemplo: nos
inspire para acudir con mejores disposiciones a la Eucaristía, la Confesión y
nuestra oración personal; ayuda para recordar dónde dejamos aquel objeto
aparentemente perdido; encontrar las palabras adecuadas para decir aquello que
es delicado; antes de salir de casa pedirle que aparte un lugar para
estacionarse; localizar con prontitud una dirección hacia la cual nos
dirigimos; también es conveniente pedirle que «hable» con el Ángel de aquella
persona con la que particularmente se es difícil tratar, para lograr un
verdadero diálogo; ayuda para iniciar o terminar con prontitud esmero y cuidado
aquella tarea que es particularmente tediosa; saber cómo corregir con cariño a
los hijos; el encontrar la manera más adecuada de procurar el cuidado atención
y tratamiento a un enfermo; saber qué decirle a aquella persona tan cercana a
nosotros pero muy alejada de Dios; y así podríamos enumerar múltiples
situaciones en las cuales su presencia se hace indispensable.
Debemos
ser conscientes de que nuestro Ángel en ningún momento substituirá nuestro
esfuerzo personal, nunca hará que se obtenga una buena calificación sin
estudiar; conseguir un mejor empleo sin tener la preparación adecuada y necesaria;
mostrar como bueno algo que hicimos mal; coaccionar a las personas para que
reaccionen a nuestra conveniencia; conseguir un aumento de sueldo haciendo un
trabajo de mala calidad; mantener la amistad con Dios sin confesarnos; pedir
que una comida sea excelente sin haber puesto el cuidado necesario en todo el
proceso de preparación; que los hijos sean buenos sin dedicarles tiempo para
conversar con ellos y orientarlos.
De esta
forma vemos que las cosas no son, ni serán, producto del azar, ya que nuestro
Ángel Custodio es otro de los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance como
ayuda esencialmente espiritual , ya que detrás de todo aquello que podamos ver,
está la Gracia y bondad Divina.
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