viernes, 13 de octubre de 2017

EL QUE NO RECOGE CONMIGO, DESPARRAMA


Cuidado con los pecados de omisión.

Por: Salvador I. Reding Vidaña | Fuente: Catholic.net
Hay, lo sabemos, pecados activos y pasivos, es decir los pecados de acción y los de omisión. La mayoría de la gente que pretende ser buena porque “no le hace mal a nadie”, tampoco le hace mucho bien a alguien. ¡Cuidado con los pecados de omisión!

Lamentablemente entre “los buenos”, hay muchos que se mantienen al margen, en la butaca, ni siquiera en la retaguardia, ante las luchas contra el mal, que avanza ferozmente, el de los enemigos del Cristo.

Los ataques contra el matrimonio y la familia, buscando imponer su redefinición para destruir su esencia, por ejemplo. Esto es muy claro, y quienes defendemos estas instituciones naturales del hombre, bendecidas por Dios, lo decimos al mundo, para que quien quiera oír oiga. El silencio es complicidad.

Lo mismo sucede con el respeto al derecho primigenio a la vida, que está bajo ataque. Por una parte, enormes, gigantescos esfuerzos por no sólo despenalizar el aborto, al no considerarlo como un crimen, un homicidio, sino promoviendo su práctica. Lo mismo sucede con la eutanasia, que cada vez está sujeta a grandes esfuerzos políticos para imponerla a enfermos terminales, inclusive hasta a bebés que no pueden expresar su deseo de vivir, como ya sucede en algunos países “civilizados”.

La cultura de la muerte, al ser aceptada como forma de lucha política y de dominio, se ve justificada al nivel de matar atrozmente a quienes no piensan como los asesinos. Es el caso del “estado islámico”, que no solamente tiene muchos individuos acabando con cristianos y musulmanes moderados, está destruyendo pueblos enteros. Pero además, está reclutando personas en otros países, para que los acompañen en la comisión del genocidio con torturas.

Este último caso es una buena muestra de la increíble pasividad de “los buenos que no hacen mal a nadie”. El mundo se vio muy lento en sorprenderse ante tales crímenes, y además los poderosos política y militarmente se tardaron mucho en reaccionar para defender y atender a los perseguidos y refugiados.

¿Cómo es posible que las voces de alarma se vieran perdidas ante la indiferencia del mundo? Los crímenes son demasiados atroces para permanecer indiferentes. Pero así ha sido. Por muchas partes se levantan voces, carteles y mantas para exigir que aparezcan con vida los 43 de Ayotzinapa en México, pero ante matanzas de miles de cristianos en Nigeria, el mundo mira para otro lado, ni siquiera ha sido noticia más que por unos días, u horas.

Ante el crimen del aborto, que es tema diario noticioso, la mayoría de la “gente buena” no hace absolutamente nada. Peor aún, al no tomarse la pequeña molestia de reflexionar que la vida inicia con la concepción ?algo absolutamente cierto científicamente?, piensan y dicen que es cuestión de un supuesto derecho a elegir. No se toman tampoco el trabajo de pensar que la elección es de matar o no matar a un nonato.

La eutanasia es un tema mucho menos presente en los noticiarios, pero a quienes les parece un asunto muy lejano a sus vidas, sigue sin importarle su difusión y defensa, y hasta su imposición legal en ciertos casos. Si matan a niños por eutanasia en Bélgica pues… allá ellos, piensan (si acaso se toman el trabajo de pensar en eso). De esta forma, con su pasividad, su omisión, no están sus voces presentes en la defensa de la vida: con el silencio no recogen, desparraman.

Dijo el Señor:
"El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama". Muy graves, muy determinantes frases. El pecado de omisión es el de no recoger con el Señor, es desparramar. No defender la vida, la familia, el matrimonio y la correcta sexualidad, no enseñar a los hijos estos valores, es desparramar, es tirar por la borda lo que Dios ha enseñado.

Lo mismo sucede con las injusticias del mundo, las que están cerca de nosotros y las que están lejos. Las que afectan a nuestro prójimo más próximo y a los hermanos que están lejos. Ya en la llamada “aldea global”, todos los hombres son nuestro prójimo (en francés, las palabras prójimo y próximo son la misma). Todos están cercanos.

Recoger con el Señor es sembrar con Él Su palabra, es hacer las buenas obras que son la voluntad del Padre. Como cristianos es nuestro deber difundir el evangelio, no quedarnos callados. Es predicar la Verdad y defenderla, no sentarnos a pensar que eso del aborto, por ejemplo es una barbaridad… y seguir viendo la televisión o el Facebook. Yo soy bueno y que el mundo ruede. No piensan que ese rodar eventualmente puede aplastarlos.

La frase es lapidaria: o estás CON Él o estás CONTRA Él, porque no participar en su prédica y en su obrar nos pone contra Jesús. Aquí no hay medias tintas, la indiferencia y la inacción son desparramar en vez de recoger.

Hagamos todos entonces algo para estar con Él, sobre todo en la palabra y en el ejemplo, para no desparramar su enseñanza y su mandato. No permanezcamos indiferentes y omisos ante los ataques, cada vez más fuertes y a escala mundial, en contra de la vida, la familia y el matrimonio, así como ante la práctica de la injusticia.

Colaboremos con el Señor a recoger más almas para Él, dejemos la pasividad atrás, ante la necesidad imperiosa de predicar su palabra. No dejemos que los predicadores del mal nos dejen callados en nuestro confort.


¡Estemos con Él, no contra Él!

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