miércoles, 10 de mayo de 2017

EL PAPA VA A FÁTIMA A ENCOMENDAR A MARÍA «LOS DESTINOS TEMPORALES Y ETERNOS DE LA HUMANIDAD»


 «No somos huérfanos, tenemos una Madre en el cielo» que nos enseña la virtud de la esperanza, incluso cuando parece que nada tiene sentido». Así se ha referido el Papa Francisco a la Virgen, «madre de la esperanza», este miércoles durante la audiencia general
«Encomendarle a la Virgen los destinos temporales y eternos de la humanidad y suplicarle las bendiciones del Cielo». Esta es la motivación que mueve al Papa Francisco a ir «como peregrino» a Fátima este viernes y sábado. Así se lo confesó a los peregrinos de lengua portuguesa que se encontraban este miércoles en la Plaza de San Pedro durante la audiencia general.
Antes, el Santo Padre dedicó la catequesis a la Virgen como «madre de la esperanza», dentro del ciclo que está dedicando a esta virtud teologal. «No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo» que «nos enseña la virtud de la esperanza, incluso cuando parece que nada tiene sentido: ella siempre confiando en el misterio de Dios, incluso cuando Él parece eclipsarse por culpa del mal del mundo».
Francisco ha reconocido que a lo largo del Evangelio la figura de María «emerge como si fuera el personaje de un drama», dado lo azaroso de su vida desde que respondió «Sí» al anuncio del ángel. «Aquel «Sí» es el primer paso de una larga lista de obediencias que acompañarán su itinerario de madre», subrayó el Pontífice.
EN LA CRUZ, SIMPLEMENTE «ESTABA»
A continuación, esbozó este retrato de la psicología de la Madre de Dios: «una mujer silenciosa, que muchas veces no comprende todo» pero lo medita en su corazón. «No es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir por el camino correcto. No es mucho menos una mujer que protesta con violencia». Al contrario, es «una mujer que escucha, que acoge la existencia como esta se presenta». «Hay siempre una gran relación entre la esperanza y la escucha», añadió.
Esto se muestra con más fuerza durante la Pasión y la Muerte del Señor. Los evangelios –reconoció el Papa– son muy escuetos en su relato. Pero lo que dicen basta: María «estaba allí, en el momento más feo, en momento cruel, y sufría con su hijo. “Estaba”», ya con el pelo canoso.
Aunque no conociera «el destino de resurrección que su Hijo estaba en aquel instante abriendo», estaba al pie de la cruz tanto «por fidelidad al plan de Dios del cual se ha proclamada sierva desde el primer día», como «a causa de su instinto de madre».
Asimismo, también está ahí «el primer día de la Iglesia», en un momento marcado por la Resurrección pero «también por las vacilaciones de los primeros pasos», acompañando a los discípulos en su fragilidad.

Alfa y Omega

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