jueves, 18 de mayo de 2017

BIENAVENTURANZAS


Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer.
Nos enseñan el fin último al que Dios nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios. También nos colocan ante opciones decisivas con respecto a los bienes terrenos; purifican nuestro corazón para enseñarnos a amar a Dios sobre todas las cosas.

• Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
• Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
• Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
• Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
• Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
• Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
• Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
• Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
• Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
• Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos.


[1] Cf. CEC, 1716; 1718; 1726; cf. Mateo 5,3-12.

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