martes, 30 de mayo de 2017

2. LA REVELACIÓN SOBRENATURAL


La Revelación es absolutamente necesaria para conocer el orden sobrenatural, al que Dios se dignó elevarnos.
2.1 LA RELIGIÓN REVELADA O REVELACIÓN

2.1.1 Naturaleza de la Revelación

a) Noción
La Revelación es la manifestación que Dios hace a los hombres en forma extraordinaria, de algunas verdades religiosas, imponiéndoles la obligación de creerías.
Se dice: “en forma extraordinaria”, para distinguirla del conocimiento natural y ordinario que alcanzamos por la razón.

Generalmente Dios revela así: manifiesta las verdades que desea se conozcan a algún hombre elegido por Él, le manda que las enseñe a los demás, y comprueba con milagros que en verdad Él las reveló.

“Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de Sí mismo, revelándose a Sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna estamos llamados por la gracia a participar aquí, en la tierra, en la oscuridad de la fe, y, después de la muerte, en la luz sempiterna” (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, n. 9).

b) Revelaciones públicas y privadas

Hablando en un sentido general, podemos distinguir dos clases de revelaciones: la Revelación pública y las Revelaciones privadas.
lo. Revelación pública es la que ha hecho Dios directamente para la utilidad de todo el género humano. Por ejemplo, la hecha a Moisés en el Sinaí y la efectuada por Nuestro Señor Jesucristo.

2o. Revelaciones privadas son las que ha hecho a algunas personas para su utilidad particular.
Ejemplos: las hechas a Santa Gertrudis, a Santa Teresa de Jesús, a Santa Margarita María cuando Nuestro Señor le pidió el establecimiento de la fiesta del Sagrado Corazón y de la devoción de los primeros viernes, etc.

La Revelación pública ha sido hecha por Dios directamente para la utilidad de todo el género humano, e impone la obligación de aceptarla a todos los hombres.

Las revelaciones privadas directamente son hechas para la utilidad particular, y no imponen la obligación de aceptarlas sino a las personas a quienes fueron hechas, o a las personas que tienen plena certeza de ellas, lo que ocurre raras veces.

Respecto a las revelaciones privadas conviene advertir:
a) Las revelaciones privadas no forman parte de la fe, ni enseñan verdades nuevas; sino que han sido hechas para ilustrar las verdades ya reveladas, y hacernos adelantar en la perfección cristiana.
b) La Iglesia no las aprueba sino después de maduro examen; y al aprobarlas no pretende enseñar que cuanto de ellas se diga sea verdadero, ni mucho menos hacerlas obligatorias. Unicamente garantiza que en ellas no se dice nada contrario a la fe y a las buenas costumbres.
c) No podemos despreciar las revelaciones privadas, pues en general contienen enseñanzas de gran utilidad para la vida cristiana.
d) Algunas veces la aprobación de la Iglesia no es una simple certificación de que no hay en ellas nada contra la fe y la moral; sino una afirmación de su origen divino. Tal pasa, por ejemplo, con las revelaciones de¡ escapulario del Carmen a San Simón Stok, de la devoción al Sagrado Corazón a Santa Margarita María, etc.

Aunque en ningún caso llegan a ser artículo de fe.

Las demás revelaciones sólo nos merecen fe humana, de acuerdo con las condiciones intelectuales y morales de la persona que las tuvo.

La Revelación pública terminó con los Apóstoles: después de ellos Dios no ha revelado nuevas verdades que sean objeto de fe.

 c) Contenido de la Revelación
“Por la divina Revelación Dios quiso comunicarse El mismo y también los decretos eternos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, para hacerles partícipes de los bienes divinos que sobrepasan de modo absoluto la inteligencia de la mente humana” (Conc. Vaticano II, Const. dogm. De¡ Verbum, núm. 6).

El contenido de la Revelación es el mismo Dios y sus decretos eternos de salvación.
De estas verdades:
a) unas no podía conocer nuestra razón;
b) otras podía conocerlas, pero con mucha dificultad e incertidumbre.
Así de ninguna manera podíamos conocer el misterio de la Santísima Trinidad. Podíamos conocer, pero con dificultad, incertidumbre y mezcla de error otras verdades; por ejemplo, que no hay sino un solo Dios, y que es Espíritu Puro Y Creador de cuanto existe, que el alma humana es inmortal, etc.

lo. Dios ha querido revelarnos verdades que de, ninguna manera podíamos conocer por la pura razón, con el objeto de darnos a conocer el orden sobrenatural.
El orden sobrenatural consiste en la elevación del hombre por la gracia santificante, de simple criatura a la dignidad de hijo de Dios y heredero del cielo. Y también en los medios que Dios eligió para devolvernos la grada y el derecho al cielo que perdimos por el pecado; principalmente los misterios de la Encarnación y Redención.
2o. Dios quiso manifestarnos verdades que nuestra razón podía conocer pero con dificultad, incertidumbre y mezcla de error, para que todos los hombres pudieran conocerla con facilidad, con certeza y sin mezcla de error (cfr. Conc. Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, Dz. 1786).

2.2 NECESIDAD DE LA REVELACIÓN

2.2.1 Necesidad absoluta y necesidad moral

Una cosa puede ser necesaria de dos modos:
a) Es absolutamente necesaria, cuando sin ella nos es de todo punto imposible conseguir lo que deseamos.
b) Es moralmente necesaria cuando sin ella podemos alcanzar lo que deseamos, pero con grave dificultad y deficiencias.
Así sin estudiar en alguna forma nos es absolutamente imposible aprender. Y sin maestro nos es muy difícil, esto es, casi imposible aprender una ciencia con alto grado de dificultad, como la física nuclear o la filosofía.

En efecto son muy pocos los que tienen la inteligencia y la constancia suficientes para coronar solos un estudio de esa naturaleza.

Además, los que estudian sin maestro están expuestos a graves deficiencias, por ejemplo errores, dudas, lagunas; a hacer un estudio errado. incompleto y poco firme:

2.2.2 En qué sentido es necesaria la Revelación

La Revelación es absolutamente necesaria en un sentido, y moralmente necesaria en otro.

lo. La Revelación es absolutamente necesaria para conocer el orden sobrenatural, al que Dios se dignó elevarnos.

“Puesto que nos elevó al orden sobrenatural, era indispensable que nos manifestara ese orden”, dice Santo Tomás (S. Th., q. 1, a. l).

¿Qué gana un niño con que una persona muy rica lo acepte por hijo, y lo nombre heredero de una cuantiosa suma, si no le avisa que lo constituyó heredero, ni las condiciones necesarias para recibir la herencia? De la misma manera, ¿qué habríamos ganado con que Dios nos hubiera hecho sus hijos y herederos, si no nos hubiera revelado nuestra condición de hijos y los medios necesarios para alcanzar la herencia del cielo?

2o. La. Revelación es moralmente necesaria para que las verdades religiosas de orden natural puedan ser conocidas por todos con facilidad, con firme certeza y sin mezcla de error alguno (cfr. Dz. 1786, Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, n. 6).

En efecto, aunque no es imposible que los mejores dotados puedan llegar por sí solos a esos conocimientos, lo harán con dificultad e incertidumbre, y, para la generalidad de los hombres la Revelación seguiría siendo necesaria.

Ya Santo Tomás advertía que gran parte de los hombres por parecer de talento, o de tiempo, o de formación, o por hallarse dominados por pasiones e intereses personales, no llegarían por sí mismos a este conocimiento (cfr. C. G., 1, 4).

Por su parte, también la historia prueba esta necesidad: aun los más grandes filósofos de la antigüedad cayeron en graves errores de orden religioso y moral; y que los pueblos a quienes no ha llegado actualmente la luz de la Revelación viven aún hoy sumergidos en graves errores.

2.3 NOCIÓN DE MISTERIO Y DOGMA

2.3.1 Los misterios

lo – Misterio en general es una verdad que no podemos comprender, por trascender a nuestro entendimiento.

La naturaleza está llena de misterios y vivimos rodeados de realidades que no podemos comprender.

Nadie sabe a ciencia cierta -al menos hoy en día- qué es exactamente la fuerza gravitacional y mucho menos si es susceptible de control. Aún hay muchos “misterios” en el organismo humano y no digamos en las realidades que están físicamente muy alejadas de nosotros, por ejemplo: ¿qué habrá en Aldebarán, que está a 55 años luz de la tierra y es 40 veces mayor que nuestro sol?

2o. Misterio en sentido estricto es una verdad que no podemos comprender, pero que conocemos y creemos porque Dios nos la ha revelado. Por ejemplo, el de la Santísima Trinidad.
No debe extrañarnos que en la Religión haya misterios, porque si a cada paso los encontramos en los seres limitados de la naturaleza, con mayor razón en Dios, Ser infinito, que sobrepasa inmensamente la capacidad de nuestro entendimiento.

“Nunca creería en la divinidad de una religión que no tiene misterios”, dijo un célebre pensador. En efecto, un Dios que cabe dentro de mi entendimiento ya no es Dios; y una religión que en todo está al alcance de los hombres, no es divina.

Los misterios no son contrarios a la razón humana, sino que únicamente están por encima de ella.

Por ejemplo, las leyes de la electricidad, que son conocidas por un buen físico, son un misterio para el ignorante. Mas esto no quiere decir que vaya contra su razón, sino que le son superiores.

No puede haber contradicción entre la razón y los misterios revelados, porque siendo Dios a la vez autor de la razón y de la Revelación, cualquier contradicción entre la razón y los misterios revelados implicaría contradicción en el mismo Dios; lo que no es dado suponer.

2.3.2 Dogmas
Dogma en sentido amplio, es una verdad contenida en la Revelación divina.
Dogma en sentido estricto, son las verdades reveladas por Dios y propuestas como tales por el Magisterio de la Iglesia a los fieles, con la obligación de creer en ellas.

La palabra Dogma tiene dos sentidos: unas veces significa una verdad determinada y definida, por ejemplo, el dogma de la Asunción de la Virgen; otras, el conjunto de las verdades reveladas, como cuando decimos: el Dogma católico.

El dogma en sentido estricto es objeto de fe divina y católica. Es de fe divina por proceder de una revelación divina, y es objeto de fe católica por ser una verdad propuesta por el Magisterio infalible de la Iglesia. Quien niega opone en duda de un modo pertinaz las verdades que han de ser creídas, comete el pecado de herejía.

Como puede observarse en el dogma hay dos elementos:
1) Es una verdad revelada por Dios y se halla por tanto contenida ya en la Sagrada Escritura, ya en la Tradición o en ambas.
2) Es una verdad propuesta por el Magisterio de la Iglesia con obligación de creer en ella. Esa propuesta puede hacerla la Iglesia, bien de forma extraordinaria, por una solemne definición del Papa o de un Concilio Universal de acuerdo con el Papa, o por el magisterio ordinario y universal de toda la Iglesia.

2.4 EL DEPOSITO DE LA REVELACIÓN

El conjunto de verdades reveladas por Dios, que se entregaron a la Iglesia y que el Magisterio eclesiástico custodia es el depósito de la Revelación.
La Revelación está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición:
a) Una parte de las verdades reveladas fue escrita por aquéllos a quienes Dios las reveló, y se llama Sagrada Escritura;
b) La otra parte no fue escrita sino transmitida verbalmente y se llama Tradición
La Sagrada Escritura y la Tradición contienen, pues, toda la doctrina revelada; el Magisterio de la Iglesia custodia e interpreta esa doctrina.

Tanto la Escritura como la Tradición son la palabra de Dios, esto es, su enseñanza comprobada por milagros y profecías; con la diferencia de que la Tradición no fue escrita por aquéllos a quienes Dios la reveló; aunque después con el tiempo otras personas sí pudieron escribirla, para conservarla y transmitirla con mayor fidelidad.

El conjunto de las verdades de la Escritura y de la Tradición se llama “Depósito de la fe“, o “Depósito de la Revelación“.

El Concilio Vaticano II, en continuidad con el de Trento y con el Vaticano I, enseña: “Dios dispuso, con su gran bondad, que todo lo que había revelado para la salvación de toda la gente se conservara íntegro para siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones” (Conc. Vaticano II, Const. Dogm. Dei Verbum, núm. 7).

2.4.1 La Sagrada Escritura

a) Su naturaleza

La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, puesta por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo, por aquéllos a quienes Dios la reveló. En consecuencia, “tiene a Dios por autor”, como dice el Concilio Vaticano I (Dz. 1 7 8 7).

La Sagrada Escritura se llama Biblia (del griego biblos, que significa libro), porque es el libro por excelencia.

A la Biblia se le llama también: Sagrada Escritura, Libros Sagrados, Libros Inspirados, Palabra de Dios.

Se llaman Versiones de la Sagrada Escritura a las traducciones que se han hecho de la Biblia a otras lenguas distintas de aquéllas en las que se escribieron originalmente, los libros que la forman (hebreo, griego y arameo).

Es célebre la traducción de los setenta, que se remonta más o menos al año 130 antes de Cristo. Es la versión de los libros del Antiguo Testamento, del hebreo al griego, hecha, según la tradición, por setenta sabios de Alejandría.

Las Versiones más importantes en la Iglesia son:

La Vulgata y la Neovulgata

La Vulgata es la traducción al latín que hizo San Jerónimo a finales del siglo IV. Esta versión fue solemnemente declarada como auténtica por el Concilio de Trento (1546). Se llama Vulgata porque entonces el latín era reputado lengua vulgar o popular respecto al griego.

La Neovulgata es la misma versión Vulgata, a la que se han incorporado los avances y descubrimientos más recientes.

El Papa Juan Pablo la aprobó y promulgó como edición típica en 1979. El Papa lo hizo así para que esta nueva versión sirva como base segura para hacer traducciones de la Biblia a las lenguas modernas y para realizar estudios bíblicos.

b) Inspiración de la Sagrada Escritura

La inspiración divina de la Escritura consiste en tres cosas, a saber:
a) Dios indujo a los autores a que escribieran los libros santos;
b) les sugirió lo que debían decir;
c) los preservó de error.

No consiste pues en que la Iglesia hubiera aprobado con su autoridad libros escritos por industria humana; sino en las tres condiciones indicadas.

La Sagrada Escritura es a un tiempo obra de Dios y del hombre; de Dios, como causa principal; del hombre, como causa instrumental.

Cuando el músico se sirve de un instrumento para obtener sonidos, el artista es la causa principal del sonido, y el instrumento la causa instrumental. Así Dios, dicen los santos Padres, se valió del hombre como de un instrumento para escribir los libros sagrados.

Aunque el autor es un instrumento en las manos de Dios, no deja de ser un instrumento inteligente y libre, que usa conscientemente sus facultades: sentidos, inteligencia, memoria, voluntad.

En consecuencia, el escritor sagrado: a) Puede utilizar conocimientos adquiridos por él de antemano; b) Conserva su personalidad, su estilo y expresión peculiares, hasta incorrecciones de lenguaje; pues a estas cosas no se les extiende la inspiración.

La misma Escritura afirma el hecho de la inspiración. Así Cristo dice que “David habló inspirado por el Espíritu Santo” (Mc. 12, 3 6). Y S. Pablo declara que “Toda escritura es inspirada por Dios ” (II Tm. 3, 16).

c) División de la Sagrada Escritura
La Sagrada Escritura se divide en Antiguo y Nuevo Testamento. El Antiguo comprende los libros escritos antes de Cristo. El Nuevo lo escrito después de Él.

Testamento significa pacto o alianza. La Revelación, por las promesas que hace Dios en ella, y por las obligaciones que impone, es un verdadero pacto entre Dios y los Hombres.

c. 1 Antiguo Testamento

El Antiguo Testamento consta de 46 libros, que se dividen en 21 históricos, 7 didácticos y 18 proféticos.
a) Los históricos describen la historia de Israel, o de algunos de sus más célebres personajes.
b) Los didácticos (de didakein, enseñar) son libros de enseñanza religiosa y moral.
c) Los proféticos anuncian la venida del Mesías y reprenden al pueblo por sus infidelidades.

Los didácticos y parte de los proféticos están escritos en verso.
c.2 Nuevo Testamento

El Nuevo Testamento consta de 27 libros: 5 históricos, a saber: los 4 Evangelios y los Hechos de los Apóstoles; 21 doctrinales, que son las Epístolas; y uno Profético que es el Apocalipsis.

Mención especial a los Evangelios
Los 4 Evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan nos refieren la vida y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Ellos deben ser para el católico el libro de mayor estimación y estudio, porque contienen los ejemplos de¡ divino modelo y las enseñanzas del divino Maestro.

“Tanto enseña Cristo por sus palabras como por sus obras”, dice San Agustín. Por eso todo el Evangelio merece ser atentamente meditado.

Digamos una palabra sobre los símbolos con que se representa a los evangelistas. Están tomados de los hechos narrados en el primer capítulo de cada Evangelio.
lo. San Mateo empieza su Evangelio por el origen de Cristo en cuanto hombre. Por eso se le dio por símbolo un rostro humano.
2o. San Marcos empieza por la predicación de San Juan Bautista en el desierto. Su símbolo es un león, animal del desierto.
3o. San Lucas empieza por el sacrificio de Zacarías, padre del Bautista. Su símbolo es un ternero, animal por excelencia de los sacrificios.
4o. San Juan empieza con una página sublime sobre la generación eterna del Verbo. Su símbolo es un águila, animal que se cierne en las alturas.

El profeta Ezequiel (1, 4-12), tiene una visión, de la que también se han tomado esas figuras.

Veamos algunos datos de cada Evangelista:

SAN MATEO
– Era cobrador de impuestos.
– Uno de los Apóstoles.
– Cita 43 veces el Antiguo Testamento haciendo ver que en Cristo se cumplieron las profecías.
– Relata el Sermón de la Montaña
Convertir a los judíos, haciéndoles ver que Cristo era el Mesías.
– Escribe hacia el año 50-55; en Arameo quizá en Siria.

SAN MARCOS
– Era de Jerusalén.
– Fue secretario ycompañero de viajes de San Pedro.
– No fue de los 12.
– Se detiene más en los hechos que en las palabras de Cristo.
– Escribió su Evangelio “a ruegos de los cristianos de Roma”.
– Fue redactado hacia el año 60, en griego, en Roma.

SAN LUCAS
-Médico de Antioquía.
– Fue secretario y compañero de viajes de San Pablo.
– No fue de los 12.
– Gran Narrador: es el que tiene mejores prendas literarias.
– Es el único que relata la infancia de Cristo.
– Se propone convertir a los paganos, como compañero que era de San Pablo. El mismo era pagano convertido.
– Escribió el Evangelio hacia el año 62, en griego, parece que en Roma.

SAN JUAN
– Pescador de Galilea.
– Fue uno de los 12. Es llamado “el discípulo amado” de Cristo.
– En su escrito da preferencia a la vida Divina de Cristo. Es quien mejor descubre los tesoros de su corazón. Narra los discursos de la promesa de la Eucaristía y el Sermón de la Ultima Cena.
– Quiere probar la Divinidad de Cristo, que empezaba a ser negada por los primero herejes.
– Intenta completar los otros Evangelios.
– Lo escribió hacia el año 100 en griego, en Efeso.

d) Libros “apócrifos” y biblias protestantes
Un Libro apócrifo es aquél que, teniendo un argumento o título semejante a los libros inspirados, no tiene un autor cierto y no está incluido en el Canon Bíblico fijado por la Iglesia, porque no fue divinamente inspirado y por contener algunos errores.

¿La Biblia católica y las protestantes son iguales?
¡No! Por desgracia No.

A las biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia católica; por ejemplo: del Antiguo Testamento: Sabiduría, Judit, Tobías, Eclesiástico y 11 Macabeos y del Nuevo: Epístolas de Santiago, de San Pedro y San Juan. Además, en los libros que conservan, modifican algunas palabras para apoyar sus ideas erróneas.

2.4.2 La Tradición

a) Su naturaleza

Se llama Tradición a la doctrina revelada por Dios que no está contenida en la Escritura, sino que se ha conservado por diversos medios.

Por eso se dice que la Tradición es “complemento” de la Sagrada Escritura; así, por ejemplo, no todo lo que Nuestro Señor Jesucristo hizo o dijo fue escrito, y sin embargo ha sido transmitido infaliblemente, gracias a la asistencia del Espíritu Santo.

La Tradición ha llegado hasta nosotros por la predicación, la vida misma de la Iglesia, los escritos de los Santos Padres, la liturgia y otras diferentes formas, como luego veremos.

b) Valor de la Tradición

La Tradición, acompañada de las debidas condiciones, tiene el mismo valor que la Sagrada Escritura, porque también es la palabra de Dios, fielmente transmitida hasta nosotros.
Los protestantes le niegan todo valor, y al hacerlo contradicen a un mismo tiempo la razón y la Escritura.

El Concilio Vaticano II, en continuidad con el de Trento y con el Vaticano I, enseña.- “Dios dispuso, con su gran bondad, que todo lo que había revelado para la salvación de todas las gentes se conservara integro para siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones” (Conc. Vaticano II, Const. dogm. Deí Verbum, núm. 7).

b. 1 Pruebas de razón

la. La Tradición, esto es, la predicación de los Apóstoles es anterior a la Sagrada Escritura, y durante muchos años fue la única regla de fe.
En efecto la predicación de los Apóstoles comenzó el mismo año de la muerte de Cristo (año 33). En cambio los libros de la Sagrada Escritura no fueron escritos sino desde el año 50 al 100; y sobre todo no fueron conocidos por la Iglesia universal, sino en el curso de los primeros siglos, porque al principio sólo fueron conocidos, por las Iglesias particulares a que iban destinados.

Luego, una de dos: o durante estos primeros años y siglos no había en la Iglesia fuente ninguna de fe, lo que es inadmisible, pues equivale a decir que no hubo fe en ellos o hay que admitir una fuente de fe distinta de la Escritura, a saber la Tradición o enseñanza de los Apóstoles y sus sucesores.

2a. No se puede saber con certeza qué libros contengan en realidad la doctrina de Cristo, ni cuál sea su verdadero sentido, sino por la enseñanza de la Iglesia. Luego esta enseñanza es norma o regla importantísima de nuestra fe.

3a. Si la norma de fe fuera sólo la Escritura, y no la enseñanza de la Iglesia, sólo podrían salvarse los que leen la Escritura; conclusión inadmisible.

En efecto hay muchas personas que no saben leer, o no tienen facilidad de procurarse una Biblia. Y aquí debemos pensar no sólo en el gran número de personas ignorantes de nuestros días y países, sino sobre todo en la dificultad máxima de conseguir una Biblia antes de que se descubriera la imprenta: y en los cristianos convertidos en tierra de misiones, que no tienen Biblia en el único idioma que conocen.

b. 2 Pruebas de la Sagrada Escritura

Se prueba que la enseñanza de la Iglesia es fuente de la fe:
lo. Por las palabras de Cristo. Este dijo a los Apóstoles:
“Id y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15) y no “Id y escribid libros”; y “El que a vosotros oye, a mí me oye”; (Lc. 10,16) y no el que a vosotros lee.

2o. Por la enseñanza de San Pablo, que escribe así a los fieles de Tesalónica:
“Manteneos firmes en la fe, y conservad las tradiciones que habéis aprendido, ya por la predicación, ya por mi epístola” (II Tes. 2, 14). Aquí le da exactamente el mismo valor, como fuente de fe, a su Epístola (Escritura) y a su predicación (Tradición).

Dice también a Timoteo: “Lo que has oído de mí delante de muchos testigos, confíalo a otros hombres fieles, capaces de instruir a los demás” (II Tim. 2, 2). Confía, pues la fe a la enseñanza, ya a la suya propia, ya a la de sus discípulos.

3o. – San Juan declara que si se escribiera todo lo que Cristo dijo no cabrían los libros en el mundo; lenguaje figurado que da a entender que deja sin escribir muchas cosas acerca de Cristo (cfr. Jn. 21, 25). Dice también en su 2a. carta: “Aunque tenía muchas cosas que escribimos, no he querido hacerlo por medio de tinta y papel, porque espero veros y hablaros de viva voz” (II Jn. 12).

Tanto la razón como la Escritura enseñan, pues, el valor de la Tradición como fuente de la fe. Y los protestantes deben aceptarla si en verdad respetan la enseñanza de la Escritura.

c) Fuentes de la Tradición

La Tradición se halla contenida principalmente:
lo. en los símbolos de la fe,
2o. en la liturgia y vida de la Iglesia,
3o. en los escritos de los Padres y Doctores de la Iglesia.

c.1 Símbolos de fe

Símbolos de fe son ciertas fórmulas que compendian las principales verdades de ella. Los principales son:
a) El Símbolo de los Apóstoles, que remonta a la edad apostólica. Es el Credo.
b) El Símbolo de San Anastasio (Quicumque), que contiene una amplia declaración de los misterios de la Santísima Trinidad y la Encarnación.

A los símbolos deben agregarse las Profesiones de Fe, que son también formulas en que se confiesan los dogmas y se condenan los errores contrarios. La principal es la ordenada por el Concilio de Trento.

c.2 La liturgia y la vida de la Iglesia.

La Tradición se halla también contenida en los ritos de la liturgia, que muchas veces son una confesión implícita de la fe.

Así, el rito de difuntos es una confesión de la creencia en el Purgatorio, pues ni los bien aventurados necesitan ayuda, ni los condenados pueden recibirla. La Santa Misa es una confesión del dogma de la Redención, etc.

Por otra parte, como enseña el Concilio Vaticano II (cfr. Const. dogm. Dei Verbum), Cristo quiso que su Revelación incluyera no sólo sus enseñanzas orales sino también su vida y sus obras. Y este ejemplo suyo, continuado en la persona y ministerio de los apóstoles y sus sucesores, plasmado en las instituciones y la vida y sentir del pueblo cristiano, forma también parte de la Tradición.

El Concilio Vaticano II viene pues a decirnos que, en el fondo, la Tradición no es otra cosa que la misma Iglesia, que en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y trasmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que Ella cree (cfr. Dei Verbum, n. 8).

c.3 Padres y Doctores de la Iglesia

a) Padres de la Iglesia son los escritores de la antigüedad cristiana (anteriores al siglo VII) que se distinguieron por la pureza de su fe y por su santidad. Llámense Padres apostólicos a los que conocieron a los Apóstoles, como San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de Esmirna, San Clemente Romano, etc.

b) Doctores de la Iglesia son aquellos escritores que además de distinguirse por la pureza de su fe y la santidad, destacaron por su ciencia eminente.

Los cuatro grandes doctores en la Iglesia griega son: San Atanasio, San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo.

Y los cuatro grandes doctores en ía Iglesia latina son: San Ambrosio, San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno.

Se distinguen también entre los doctores: San Bernardo, San Anselmo, San Buenaventura, San Isidoro de Sevilla, San Francisco de Sales, San Juan de la Cruz, San Alfonso María de Ligorio y sobre todo Santo Tomás de Aquino. Y entre las mujeres Santa Teresa de Jesús y Santa Teresa de Liseux.

Santo Tomás de Aquino es quizá la mayor luminaria de la Iglesia. Sobresalió especialmente en Sagrada Teología.

Su obra más conocida es la Suma Teológica. En muchos documentos los Papas han manifestado su voluntad de que la doctrina de Santo Tomás oriente la enseñanza católica.

Sobre la legitimidad y valor de las diversas fuentes de la Tradición, le compete juzgar únicamente a la Iglesia Católica, que es Maestra de toda la verdad revelada, columna y fundamento de la verdad. En otras palabras, la Tradición es infalible sólo cuando está reconocida y sancionada por el Magisterio de la Iglesia.

 2.4.3 El Magisterio de la Iglesia

El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado por Dios únicamente al Magisterio de la Iglesia. Ya hemos dicho cómo es el Magisterio quien sanciona la infalibilidad de una verdad contenida en la Tradición; ahora nos detendremos a hablar de su intervención respecto a la Biblia.

a) La Iglesia depositaria de la Palabra de Dios

Tres poderes corresponden a la Iglesia respecto a los libros sagrados: fijar su canon, determinar su sentido y velar por su integridad (cfr. Const. dogm. Dei Verbum, n. 10)

lo. Fijar el canon de las Escrituras significa determinar qué libros se deben tener por revelados, y cuáles no.

Canón significa aquí lista u orden de los libros revelados. Cristo, al dejar a su Iglesia la facultad de velar por su doctrina, tuvo que darle el poder de determinar en qué libros se hallaba esta doctrina.

De otra suerte los fieles no hubieran sabido a qué atenerse en materia de tanta trascendencia. Es de advertir que en los primeros siglos muchos libros no revelados trataron de pasar por revelados.

2o. Determinar el sentido significa interpretar cuál es la verdadera manera de entenderla, especialmente en los pasajes obscuros y difíciles.

La Sagrada Escritura es un libro divino y misterioso, en el cual, como dice San Pedro, “Hay cosas difíciles de entender, cuyo sentido falsean los indoctos para su propia perdición” (II Pe. 3, 16). Habrá muchos pseudoprofetas seguidos por muchedumbres dice el mismo apóstol (II Pe. 2, 1 y 2).

3o. - Velar por su integridad quiere decir estar alerta, para que la Escritura no vaya a sufrir alteración o menoscabo.

Sólo la Iglesia tiene este triple poder, porque sólo a ella confió Cristo el depósito de la fe, y le dio la misión de enseñar.

b) Falsedad del libre examen

El libre examen de la Escritura, doctrina fundamental del Protestantismo, consiste en admitir que cada uno “tiene derecho” de interpretar a su gusto la Sagrada Escritura.

El libre examen no puede aceptarse, porque resultarían tantas doctrinas e Iglesias cuantas interpretaciones; y es evidente que Cristono quiso fundar sino una sola Iglesia con una sola doctrina.

Como consecuencia del libre examen el Protestantismo se halla dividido en innumerables sectas, que profesan doctrinas contradictorias.

Otra prueba de que el libre examen conduce al error, es que los herejes de todos los tiempos han preferido defender sus errores con falsas interpretaciones de la Escritura.

Así, en vista del peligro de interpretaciones subjetivas o heterodoxas, la Iglesia indica que las ediciones de la Sagrada Escritura “sólo pueden publicarse si son aprobadas por la Sede Apostólica o por la Conferencia Episcopal” (CIC, c. 825 & l), con notas aclaratorias necesarias y suficientes, porque son muchos los pasajes difíciles.

2.5 INMUTABILIDAD DEL “DEPOSITO” DE LA REVELACIÓN

La Revelación de Dios a los hombres tiene su culminación en Jesucristo. Ya no es un mensajero de Dios el que viene a revelar un aspecto del plan salvador: es Dios mismo el que, en su misma realidad personal, revela el Ser y el actuar divinos. “Dios últimamente nos ha hablado por medio de su Hijo” (Heb. 1, l). En Jesús culmina la Revelación, pues es la Palabra, el Verbo hecho carne (cfr. Jn.1,14).

Jesucristo, “con toda su presencia y manifestación, con sus palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo, con su muerte y resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad, culmina plenamente la Revelación” (Const, dogm. De¡ Verbum, n. 4).

De lo anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol -testigo ocular cualificado-, se cerró el contenido del depósito revelado por Dios.

La Iglesia, que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede quitar o añadir nada.

Puede hablarse, sin embargo, de un progreso en el modo de explicar esas verdades.

2.5.1 Cierto progreso
Todas las verdades enseñadas por Dios a los hombres están contenidas en la Escritura y en la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su amplitud.

De acuerdo con estas dos ideas precisemos en qué sentido se puede admitir el progreso del dogma católico, y en qué sentido no.

Podemos sentar estos tres principios:

lo. Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la Revelación; y después de ellos Dios no ha revelado ninguna verdad nueva.
En consecuencia, cuando la Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no establece una verdad nueva, no contenida en la Escritura y en la Tradición; sino que por el contrario declara que esta verdad está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición; y que por lo mismo hay que admitirla.

2o. Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí pueden cambiar los términos en que son expresados.
a) No pueden cambiar de sentido. Repugna que lo que la Iglesia aceptó ayer como verdadero, hoy lo rechace como falso; o el caso inverso. Ello equivaldría a negar la asistencia que Dios prometió.
b) Pero sí sucede que los dogmas se pueden expresar con palabras más claras y precisas.

Ejemplos: El dogma de la Santísima Trinidad se expresó al principio diciendo que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Fue Tertuliano quien empleó por primera vez la fórmula que después quedó definitiva: En Dios hay Tres Personas y una sola es su Naturaleza.

Desde un principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia en el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una substancia a otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de Letrán 1215).

En consecuencia el dogma es invariable, pero las explicaciones y términos de los teólogos pueden cambiar. La Iglesia sólo los acepta como la mejor manera de expresar por el momento el Dogma de que se trata.

3o. El progreso del Dogma consiste en que la Iglesia enseña de modo claro y explícito, verdades que estaban contenidas en la Escritura y en la Tradición de modo velado e implícito.

Así el Dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenida en forma implícita y velada en las palabras: “Tú eres Pedro, y sobre ti edificaré mí Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt. 16, 18). O en estas otras, dirigidas también a San Pedro: “He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú confirmado en ella confirma a tus hermanos” (Lc. 22, 32).

Y el Concilio Vaticano I definió el dogma de una manera precisa y explícita, precisando que el Papa es infalible cuando habla de dogma o de moral a toda la Iglesia en calidad de maestro supremo.

No debe extrañarnos este progreso pues la Sagrada Escritura es un libro lleno de profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas las verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre ellas.


Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo

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