sábado, 27 de mayo de 2017

1. EXISTENCIA DE DIOS


La existencia de Dios es la verdad fundamental de la religión, el punto de partida. No tendría siquiera sentido hablar de la fe, de la religión o del dogma sin antes dejar sentada esta verdad.
1.1 VERDAD FUNDAMENTAL Y COMPROBABLE
La existencia de Dios es la verdad fundamental de la religión, el punto de partida. No tendría siquiera sentido hablar de la fe, de la religión o del dogma sin antes dejar sentada esta verdad. La razón humana, con su sola fuerza, sin ayuda de lo sobrenatural, puede llegar a demostrar la existencia de Dios, y a deducir muchas de sus perfecciones.

Ciertamente no podemos comprender a Dios, pues siendo infinito, no puede abarcarlo el limitado entendimiento humano; pero podemos conocerlo.

Lo anterior es, además, verdad de fe. El Concilio Vaticano I afirma que “La misma Santa Madre Iglesia sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas” (Const. dogm. Dei Filius, c. 2, Dz. 1785).

1.1.1 Necesidad de querer conocer a Dios
El querer conocer a Dios es necesario para llegar a conocerlo. No basta tan sólo aplicar la inteligencia, sino que se requiere, además, de rectas disposiciones morales (buen comportamiento cara a Dios), pues de lo contrario es imposible conocer a Dios.

Aunque la existencia de Dios es una verdad que puede ser conocida por todos los hombres, sin embargo, en su conocimiento “el entendimiento humano encuentra dificultades, ya a causa de los sentidos o imaginación, ya por las concupiscencias derivadas del pecado original. Y así sucede que, en estas cosas, los hombres fácilmente se persuaden de que es falso o dudoso lo que no quieren que sea verdadero” (Pío XII, Enc. Humani Generis, 12-VIII-1950, Dz. 2305).

1.1.2 Conocimiento natural de Dios a partir de las criaturas
Por ser Dios infinito en toda perfección, no lo podemos conocer directamente, sino que deducimos su existencia por medio del mundo y de las cosas creadas, que nos llevan al conocimiento del Creador.
Así dice San Pablo: “En efecto, las perfecciones invisibles de Dios, (…) a saber: su eterno poder y su divinidad, se han hecho visibles a la inteligencia, después de la creación del mundo, a través de las cosas creadas” (Rom. 1, 20).
La fe confirma la existencia de Dios, y además nos lo propone como el autor del orden sobrenatural.

1.2 DEMOSTRACIÓN RACIONAL DE LA EXISTENCIA DE DIOS
La existencia de Dios no es de evidencia inmediata para nosotros, sino que es fruto de un proceso discursivo, de un razonamiento.
En 1877 fue condenado el error de Antonio Rosmini -llamado ontologismo- que afirmaba que el conocimiento de Dios era el conocimiento más inmediato al entendimiento humano (cfr. Dz. 1891 ss.)
La mayoría de las pruebas tendientes a demostrar la existencia de Dios utilizan en su proceso demostrativo el principio de causalidad.

Santo Tomás de Aquino demuestra la existencia de Dios por cinco caminos o vías, que son:
1) Por la existencia del movimiento.
2) Por la causalidad eficiente.
3) Por los seres contingentes.
4) Por los diferentes grados de perfección, y
5) Por el orden del Universo.

A continuación señalamos sólo algunas de estas pruebas y otras que, en último término, se reducen a una de las vías de Santo Tomás.
1.2.1 Por la existencia del mundo
Enunciado: El mundo exige una causa de sí, a la que llamamos Dios.
Lo probamos por el principio de causalidad. Se enuncia así: “No hay efecto sin causa “; o bien: “Todo ser que comienza a existir tiene una causa de sí”.
Este principio no se puede probar porque es evidente y se verifica de continuo en la vida cotidiana. Bastará un ejemplo: no podemos admitir que un edificio o un vestido se hayan hecho a sí mismos; nos reiríamos de quien nos dijera que aparecieron “de buenas a primeras”, sin intervención de un arquitecto o un sastre.

Pues bien, el mundo es un efecto incomparablemente más complicado que un vestido o un edificio. Luego, no podemos admitir que haya aparecido sin que un ser le diera existencia. Este ser se llama Dios.

1.2.2 Por los seres contingentes
Enunciado: Existen seres contingentes, que exigen la existencia de un ser necesario, al que llamamos Dios.
Primero explicaremos qué es un ser contingente y un ser necesario. Luego veremos que los seres que hay en el mundo son contingentes. Y finalmente por medio de tres suposiciones comprobaremos que los seres contingentes comprueban la existencia del ser necesario.
lo. Ser contingente es el que es indiferente de por sí a existir, o no. Por ejemplo, una rosa que hoy es y mañana desaparece, o que pudo no haber sido, es un ser contingente.
2o. Ser necesario es el que no puede no existir, porque lleva en sí la razón de su existencia. Ser necesario no hay sino uno, que es Dios.
Los seres que hay en el mundo son contingentes. La experiencia nos enseña que aparecen, duran un poco y luego desaparecen.

Los seres contingentes aparecen de tres maneras: a) o de otro ser igual a ellos, por ejemplo, un árbol da nacimiento a otro árbol, un animal a otro animal; b) o de la reunión, de los elementos que los componen; el agua se produce por la combinación del hidrógeno con el oxígeno; la piedra aparece por agregación de las partículas que la integran, etc.; o c) por creación, como nuestra alma.
3o. Para explicar la existencia o aparición de los seres contingentes pueden hacerse tres hipótesis:
a) o proceden de la nada;
b) o proceden unos de otros en serie infinita;
c) o proceden de un primer ser necesario que les dio la existencia.

Examinemos estas tres hipótesis, o suposiciones.
a) La primera hipótesis: los seres proceden de la nada, es absurda, porque es imposible que la nada produzca el ser. Así, es imposible sacar del bolsillo un pañuelo que no tengo.
Esta verdad, elevada a la categoría de postulado científico la aceptan todos, incluso los científicos ateos que en el pasado pretendieron utilizarlo como argumento para dar una explicación de la realidad. Véanse al respecto las elocuentes palabras del biólogo Virchow, citadas en los ejercicios de este capítulo.
b) La segunda hipótesis: los seres proceden unos de otros en serie infinita, tampoco puede admitirse, porque la serie infinita no explica nada.

En efecto, la serie infinita o tiene a su cabeza un ser primero, y ya no es infinita; o no tiene a su cabeza un ser primero, y entonces ¿de dónde proceden los demás seres de la serie?
Así Por ejemplo: una cadena de eslabones infinitos es un imposible; porque si tiene un primer eslabón, ya no es infinita y si no tiene un primer eslabón, ¿de dónde cuelgan los demás?
Otro ejemplo: a veces se preguntan algunos: qué fue primero, el primer huevo, la primera gallina. Pudo ser cualquiera de las dos cosas. Lo que importa es, admitirla existencia del primer huevo o de la primera gallina, porque si no, no habría hoy ni huevos ni gallinas. Repugna en absoluto a nuestra mente una sucesión infinita de huevos y gallinas, sin que hubiera existido un primer huevo o una primera gallina que dieran nacimiento a los demás.
c) Luego nos queda por aceptar la tercera hipótesis: esto es, que los seres provienen de un ser necesario que les dio la existencia.
Porque si este primer ser fuera contingente, habría recibido la existencia de otro, y éste de otro; y así volveríamos a la serie infinita.
4o. Conclusión. La serie de los seres contingentes no se explica racionalmente sino mediante la existencia de un ser necesario, que no recibió el ser, porque lo tenía de sí mismo; y que lo comunicó a los demás. Á este ser lo llamamos Dios.

Este argumento de la necesidad de un ser necesario es el mas claro y convincente para probar la existencia de Dios. Su fuerza sólo puede ser desconocida por quien nunca ha meditado en él, o por quien se deja arrastrar por pasiones y prejuicios que ciegan la inteligencia.

1.2.3 Por el orden del universo
Enunciado: El orden admirable que hay en el mundo exige la existencia de una inteligencia ordenadora, a la cual llamamos Dios.

Probaremos que hay en el mundo un orden admirable; y luego que este orden exige una inteligencia ordenadora.
lo. Hay en el mundo un orden admirabilísimo en todos los seres:
a) En los infinitamente grandes. Millones de astros de masa gigantesca atraviesan el espacio a velocidades fantásticas; sus órbitas se entrecruzan en multitud de puntos; pero sus movimientos están regidos por un orden y disposición admirables.
b) En los más pequeños. Así, la planta más humilde tiene órganos complicados y diferentes para cada función: nutrición, respiración, circulación, reproducción, etc. Todos ellos tienden a un fin preciso y determinado: la conservación del individuo y de la especie.

Werhner von Braun, el más importante físico del espacio, afirmaba que los materialistas del siglo XIX y sus herederos, los marxistas del siglo XX, nos dicen que el creciente conocimiento científico de la creación permite rebajar la fe en un Creador. Pero, toda nueva respuesta ha suscitado nuevas preguntas. Cuanto más comprendemos la complejidad de la estructura atómica, la naturaleza de la vida, o el camino de las galaxias, tanto más encontramos nuevas razones para asombrarnos entre los esplendores de la creación divina” (cit. en LOBO, G., Ideología y fe cristiana, p. 163).

2o. Este orden supone una inteligencia ordenadora. En efecto:
a) Sólo una inteligencia puede disponer convenientemente los medios apropiados para la obtención de un fin. En lo cual, precisamente consiste el orden.
b) Es un absurdo atribuir al azar y a la casualidad el orden maravilloso del mundo, porque así como lo que caracteriza a la inteligencia es el orden, así lo que caracteriza al azar es el desorden.

Obrar al azar es tanto como obrar ciegamente, sin el conocimiento de los medios, o sin la acertada disposición de ellos para alcanzar el fin que uno se propone.
Pretender que el orden prodigioso del mundo es la obra ciega y caprichosa del azar, es un absurdo.

Sería ridículo pretender que al tirar al azar las doce letras de la palabra inteligencia, cayeran todas en línea recta y en el orden debido para la formación de la palabra. Mayor absurdo, pretender que esto sucediera cada vez que se tiraran. Pero el absurdo llegaría a su colmo si se pretendiera explicar de esa manera el orden de los miles de letras que componen este libro, sin que hubiera intervenido en lo mínimo una mano y una inteligencia ordenadora.

Pues bien, mucho más absurdo es admitir que el mundo se hizo al acaso, porque el orden que hay en él es inmensamente mis complicado que el de un libro; y un orden que en millones de siglos se ha mantenido

Conclusión: El orden admirabilísimo que hay en el mundo prueba la existencia de una inteligencia ordenadora, a quien llamamos Dios.

1.2.4 Por la ley moral
Enunciado: La ley moral exige un legislador superior al hombre. Este legislador es Dios.
lo. Se llama ley moral al conjunto de preceptos que el hombre descubre en su conciencia, que le hacen distinguir el bien del mal, y le impulsan a obrar el bien y a evitar el mal.
La ley moral tiene tres condiciones: a) obliga a todos los hombres, b) es superior al hombre y c) obliga a la conciencia.
a) La ley moral obliga a todos los hombres sin excepción alguna; les prescribe, por ejemplo, el respeto a la vida y a la propiedad ajena; y les prohíbe el asesinato y el robo.
b) Es superior al hombre, quien no puede ni desconocerla, ni cambiaría. Así nadie podrá hacer que el asesinato sea bueno.
c) Obliga en conciencia. Cuando la observamos sentimos satisfacción; cuando la quebrantamos, aun, que sea ocultamente, remordimiento.
2o. La ley moral prueba la existencia de Dios, porque como no puede haber ley sin un legislador que la dé, es necesario que la ley moral haya sido impuesta por un legislador que tenga esas tres mismas condiciones, a saber: que sea superior a los hombres, los obligue a todos, y pueda leer en su conciencia. Este legislador no puede ser sino Dios.

1.3 POSIBILIDAD DE NEGAR A DIOS
1.3.1 Los ateos. Sus clases
Se llaman ateos los que ignoran o niegan la existencia de Dios.
Ateo viene de la palabra griega: a, sin; y Teos, Dios.
Es importante percatarse que en la raíz de muchas actitudes actuales que hallamos por todas partes -teatro, cine, novelas, artículos de periódico, canciones, ensayos, enseñanza universitaria, etc.- nos encontramos con abundantes puntos de pensamiento que fueron elaborados por ateos del siglo XIX, tales como Nietzsche, Feuerbach, Marx, Freud, etc. Herederos del racionalismo de Descartes y del idealismo de Hegel, el afán por someter todas las cosas a su razón les incapacitó para aceptar la realidad de Dios y pusieron al hombre como soberano del mundo y de la historia.

Se dividen en negativos, positivos y prácticos.
a) Negativos son los que no han tenido la idea de DIOS;
b) Positivos los que teniendo la idea de Dios, niegan su existencia;
c) Prácticos, los que admitiendo la existencia de Dios, la niegan con sus obras, porque viven como si Dios no existiera.

¿Pueden existir estas tres clases de ateos?
a.1 Puede haber ateos negativos, esto es, hombres que ignoren la existencia de Dios; pero no por largo tiempo, porque el universo y la conciencia despiertan pronto en la mente la idea de un Ser Supremo.

Cuando ya el hombre está en posesión de sus facultades, y reflexiona sobre sí mismo y sobre lo que le rodea, el espectáculo grandioso del universo despierta en él la idea de un Creador; y la voz de su conciencia le sugiere la idea de un ser que manda en ella y que puede premiarlo o castigarlo.
b) Respecto a los ateos positivos, podemos hacer una subdistinción:
b.1 Puede haber ateos positivos por convicción sectaria, que nieguen a Dios, al menos temporalmente, como fruto de una educación encaminada a fomentar la creencia de que Dios no existe.

Esto pasa cuando se enseña a un joven, en nombre de una falsa ciencia, que Dios es una mentira; y se le trata de convencer por toda clase de argumentos falsos, que él no puede refutar por la misma ignorancia en que está.

“Nunca olvidaré la impresión que me produjo un soldado ruso en 1945. Acababa apenas de terminar la guerra. A la puerta del seminario de Cracovia llamó un militar. Cuando le pregunté qué quería respondió que deseaba entrar en el seminario. Mantuvimos una larga conversación. Aunque no llegó nunca a entrar en el seminario (tenía, por lo demás, ideas bastante confusas respecto de la realidad del seminario mismo), yo personalmente saqué de nuestro encuentro una gran verdad: cómo Dios logra de forma maravillosa penetrar en la mente humana, aun en las condiciones sumamente desfavorables de su negación sistemática. Durante su vida adulta mi interlocutor no había entrado casi nunca en una iglesia. En la escuela, y luego en el trabajo, había oído afirmar continuamente: ¡No existe Dios! Y a pesar de todo repetía: ¡Pero yo siempre supe que Dios existe!… y ahora querría aprender algo sobre El. (K. Wojtyla, Signo de contradicción, p. 2 l).
b.2 Pero no puede haber ateos por convicción científica. En otras palabras no se puede comprobar científicamente que Dios no exista.
Para ello sería necesario echar por tierra argumentos indestructibles; y admitir como ciertas, cosas tan absurdas como éstas: la serie infinita de los seres, la vida como brote natural de la materia (generación espontánea), y el orden maravilloso del universo como efecto del acaso.
Sería también preciso destruir la ley moral, tan íntimamente grabada en nuestra conciencia; y aceptar que puede haber efecto sin causa. Todo esto repugna a nuestra mente.
c) Los ateos prácticos son muchos desgraciadamente, aun entre los católicos. Son muchos los que viven tan olvidados de Dios, que obran a cada paso como si Dios no existiera.
Es éste uno de los mayores males de nuestra sociedad, y la causa de que ella se muestre tan indiferente y pagana.

El Documento de Puebla (1979), llama la atención sobre el ateísmo práctico del liberalismo capitalista y el sistemático del marxismo (cfr. nn. 535-561). Igualmente advierte los peligros del “secularismo “, en donde “Dios resultaría superfluo y hasta un obstáculo” (n. 43 5) de ahí la necesidad de conocer sus causas y motivos (n. 1113). Debe tenerse en cuenta también que no “raras veces los no creyentes se distinguen por el ejercicio de valores humanos que están en la línea del Evangelio”, pero “la época no es extraña, sin embargo, a formas de ateísmo militante y a humanismos que obstruyen un desarrollo integral de la persona” (n. 1113).

1.4 NATURALEZA DE LA RELIGIÓN
1.4.1 Sentido y origen de la palabra religión
La palabra religión engloba dos sentidos principales:
a) Como una ciencia que perfecciona nuestro entendimiento; y así decimos que la Religión es la más necesaria de las ciencias. Recibe también el nombre de Teología (de Teos, Dios; logos, tratado).
b) Como una virtud que perfecciona nuestra voluntad, y en este sentido decimos que una persona es muy religiosa. Santo Tomás la define como la virtud que inclina a rendir a Dios el respeto, el honor y el culto debidos (cft. S. Th. II-II, q. 81, a. 5).

Aquí trataremos tan sólo de la religión como ciencia; en cuanto a virtud se estudia en la Moral.
Conviene además advertir que del conocimiento de la Religión nace la virtud de la religión, porque no podemos amar, honrar y servir a Dios sin antes conocerlo.

La palabra Religión viene del verbo latino religare, que significa ligar, atar; pues la religión es el lazo que une al hombre con Dios mediante su amor y servicio.

1.4.2 Definición de la Religión
La Religión es la ciencia que nos enseña el conocimiento de Dios, de los deberes que nos ha impuesto, y los medios que nos llevan a Él.

lo. Se dice que es la ciencia del conocimiento de Dios, porque lo primero que enseña son las verdades sobre Dios mismo. Enseña también cierto número de verdades que indirectamente se refieren a Dios, y que toman el nombre de verdades religiosas; por ejemplo, la existencia del alma humana, de otra vida después de la muerte, etc.

2o. La Religión es la ciencia de los deberes que Dios nos ha impuesto, porque siendo Dios el Ser Supremo, y también nuestro Creador y último fin, nos ha impuesto ciertos deberes que tenemos obligación de cumplir y que la Religión nos enseña;

De estos deberes unos miran directamente a Dios, otros al prójimo, y otros a nosotros mismos. Por ejemplo:
a) Para con Dios, tenemos el deber de adorarlo y servirlo.
b) Para con el prójimo, el de respetar su vida y sus bienes.
c) Para con nosotros mismos, el de procurar nuestra salvación.

3o. Se agrega que la Religión es la ciencia de los medios que llevan a Dios, porque Dios mismo se ha dignado manifestarnos ciertos medios muy a propósito para conducirnos a Él, medios que la Religión estudia; por ejemplo, la oración y los sacramentos.

Dios en su bondad ha dispuesto que estos medios, al mismo tiempo que honran a Dios santifiquen nuestra alma. Por eso reciben el nombre de medios de santificación.

1.4.3 Elementos que encierra
De lo anterior se desprenden los tres elementos que integran a la Religión en cuanto ciencia: el Dogma, la Moral y el Culto.

El Dogma -o Teología dogmática- comprende las verdades que debemos creer. La Teología Moral, o simplemente Moral, enseña las obras que debemos practicar. Y el Culto, los medios de santificación con los cuales honramos a Dios y procuramos nuestra salvación. Estos medios se estudian en la ciencia llamada Teología Sacramentaria.

Los elementos de la religión están compendiados principalmente en: El Dogma en el Credo, la Moral en los mandamientos, y el Culto en la oración y los sacramentos. Pertenecen también al Culto las diversas ceremonias de la Iglesia, que llevan el nombre de Liturgia.

El Dogma es el elemento que constituye el punto de partida de la Religión. En. efecto, sin conocer a Dios, a la Religión revelada por El, y a la Iglesia por El fundada, mal podemos obedecer sus mandamientos, ni aprovechar los medios de santificación que nos brinda.

1.4.4 El fin de la Religión
En la Religión podemos distinguir un doble fin:
a) Su fin próximo, que ir es el conocimiento, amor y servicio de Dios en esta vida.
b) Y su fin remoto, que es el procurarnos la posesión de Dios en el cielo.

1.5 RELIGIÓN NATURAL Y RELIGIÓN REVELADA
1.5.1 Noción
Conocemos a Dios de dos modos: por la razón y por la revelación.
 a) La razón es la luz natural que Dios ha dado a nuestro entendimiento para conocer las cosas.
Con la sola fuerza de la razón natural -es decir, sin intervención especial de Dios podemos conocer varias verdades religiosas, por ejemplo, que hay un solo Dios, que tenemos alma, que existe otra vida después de la muerte, etc. (cfr. Dz. 1785, 1806, 21451, etc.).
b) La Revelación es la manifestación hecha por Dios a los hombres de algunas verdades de orden religioso; por ejemplo, que Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre, y que murió para salvarnos; o que en Dios hay tres Personas distintas, etc.

El conjunto de verdades religiosas que el hombre puede conocer por la simple luz de la razón se llama Religión NATURAL.

El conjunto de verdades que Dios ha manifestado al hombre por conducto de la Revelación, se llama Religión REVELADA. Como lo veremos luego, la Religión revelada es la Religión Católica.

1.5.2 No basta la Religión natural
No basta para salvarnos la Religión natural; a saber, no basta con aceptar las verdades religiosas que nos puede enseñar la luz de la razón; es necesario que aceptemos la Religión revelada.

Dios por su Bondad infinita ha querido abrir otro camino que lleve directamente a El y con mayor facilidad: el de la religión sobrenatural: “Quiso su sabiduría y bondad revelarse a Sí mismo, al género humano, y revelar los decretos eternos de su voluntad por otro camino, y éste sobrenatural” (Con. Vaticano I., Const. dogm. Dei Filius, c. 2; Dz. 1785).

La razón es que no podemos ni conocer, ni amar, ni servir a Dios como Él quiere y manda, sino aceptando las verdades, preceptos y medios de santificación que Él se ha dignado manifestarnos.
Otra manera de actuar significaría desprecio de lo que Dios ha dicho, considerándolo inútil o indiferente. Están pues, en grave error quienes dicen: “Yo soy honrado: yo no robo ni mato. Con esto tengo para salvarme”. Esto les bastará para evitar la cárcel y la deshonra humana. Pero no podrán salvarse si no cumplen las condiciones que Dios les ha impuesto para ello.

Él es nuestro dueño y Señor, y nos ha creado para su servicio. En consecuencia estamos obligados a honrarlo y servirlo en la forma que se digne determinarlo.

Si Dios no hubiera hecho ninguna revelación, bastaría la Religión natural para salvarse. Desde el momento en que Dios revela, no cabe pensar que da lo mismo una religión que otra -indiferentismo religioso- sino que es preciso aceptar esa revelación divina que constituye la única religión verdadera.

1.5.3 Deberes que nos impone la Religión revelada
La Religión revelada nos impone, en especial, tres deberes:
El 1ro. es aceptarlas verdades que Dios nos ha manifestado.
El 2o. es cumplir los mandamientos que nos ha impuesto.
El 3o. es acudir a los medios de santificación con que El mismo ha querido ayudar nuestra debilidad.

Dios, en efecto, no ha querido dejar al hombre abandonado al error, al vicio y a su propia debilidad; sino que:
a) Para librarlo del error, El mismo le ha revelado las verdades que debe conocer y creer.
b) Para librarlo del vicio, El mismo le ha determinado las obras que debe practicar, y las que debe evitar.
c) Para ayudar su debilidad, le ofrece su gracia por conducto de los sacramentos, la oración, etc., obligándolo a recurrir a estos medios.

Corno conclusión, debemos decir que no podemos conocer, amar y servir a Dios, ni salvar nuestra alma, si no aceptamos y practicamos la Religión revelada Íntegramente.

Así Cristo no dijo solamente: El que no creyere se condenará” (fe), sino también: “Si quieres alcanzar la vida, guarda los mandamientos” (moral) y, “Si uno no nace de agua y Espíritu Santo no puede ver el reino de Dios“, y “Si no comiereis mi carne no tendréis vida en vosotros(sacramentos) (cfr. Mc. 16, 16, Mt. 19, 17, Jn. 3, 5, jn. 6, 54).

Con frecuencia, el hombre actual no sabe lo que lleva dentro, en lo profundo de su ánimo, de su coraz6n. Muchas veces se siente inseguro sobre el sentido de su vida en este mundo. Se siente invadido por la duda, que se transforma en desesperación. Permitid, pues -os lo ruego, os lo imploro con humildad y con confianza-, permitid que Cristo hable al hombre. ¡Sólo El tiene palabras de vida, sí, de vida eterna!(Juan Pablo II, Homilía en la inauguración de su Pontificado, 22-XI-1978).


Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo

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