martes, 30 de mayo de 2017

4. LA NATURALEZA DE DIOS Y SU OBRAR

4. LA NATURALEZA DE DIOS Y SU OBRAR

La manera que tenemos de conocer a Dios y su acción.

4.1 LA NATURALEZA DE DIOS

4.1.1 Cómo podemos conocerlo
Podemos conocer a Dios por la razón y por la revelación.
En este capítulo se estudian aquellas realidades de la naturaleza divina susceptibles de ser alcanzadas por la razón. A partir del capítulo siguiente el principal apoyo en los desarrollos explicativos será el conocimiento a través de la Revelación.

La razón nos da a conocer la naturaleza de Dios de dos modos:
a) Por acción, atribuyéndole todas las perfecciones que encontramos en las criaturas, y todas las que podamos concebir.
b) Por remoción, removiendo de El todo cuanto las criaturas tienen de limitado e imperfecto.
Esta forma de conocer se llama analógica, es decir, según un grado de semejanza (Dios es bueno ya que vemos que las criaturas son buenas) y otro de desemejanza (Dios no es bueno del mismo modo ni en el mismo grado de las criaturas). A la analogía se sigue la eminencia: Dios es bueno, pero bueno infinitamente.

Así, pues, para el conocimiento racional de la naturaleza divina el punto de partida es la naturaleza de las criaturas y en particular la naturaleza humana: las perfecciones que ésta posee las trasladamos por analogía a la naturaleza divina, elevadas al infinito.

Y así, podemos atribuir a Dios la inteligencia, el poder, la bondad, la ciencia, la belleza, etc. Esta forma de proceder se apoya en un clarísimo texto de San Pablo (Rom. 1, 20-2 1): “. . . las perfecciones invisibles de Dios, su poder eterno y su divinidad, se han hecho visibles después de la creación del mundo, por el conocimiento que de ellas nos dan las criaturas”.

4.1.2 Definición de Dios
Podemos definir a Dios diciendo que es: un espíritu infinitamente perfecto que existe por sí mismo, y de quien todos los demás seres reciben la existencia.
Se dice:
a) Espíritu, esto es un ser inmaterial, dotado de entendimiento y voluntad como nuestra alma, aunque infinitamente más perfecto.
b) Infinitamente perfecto, porque tiene todas las perfecciones posibles en grado sumo e ilimitado.
c) Que existe por sí mismo, porque no ha recibido de nadie la existencia.
d) Y de quien todos los demás seres reciben la existencia. El es el creador de todos los seres; y en cambio El no ha sido hecho por nadie, pues es el Ser necesario que existe desde toda la eternidad.

4.1.3 Diferencias entre Dios y la criatura
Las criaturas no poseen su ser por necesidad de naturaleza; de hecho, hubo un momento en que no fueron y, aunque actualmente son, pudieron no haber sido. Tienen el ser recibido de otro (en último término de Dios), según el grado y los limites de su propia naturaleza. Dios en cambio, existe por sí mismo con necesidad absoluta; es el Ser sin limitación. Todo aquello que es algo -bondad, sabiduría, poder, bello- se encuentra en El, y no de cualquier modo sino en grado infinito.

4.2 LA ESENCIA DE DIOS
Así como para el hombre el concepto de animal racional define su naturaleza y sirve para deducir sus otras perfecciones (ser libre, poder adquirir virtudes, etc.), nos planteamos ahora si habrá en Dios una cualidad que sea la primera y de la que se deriven todas las demás.

Esa cualidad no podrá ser limitada, pues Dios es causa de infinitas perfecciones. Por tanto, tendrá que definirse a partir de aquello más primario y común de todo ser: y esta cualidad es precisamente, que tiene ser. Dios “es”, pero no por tener el ser recibido como las criaturas, sino que “es” por esencia, con imposibilidad radical de no ser – Ya Platón había vislumbrado que el Ser divino tenía que bastarse a sí mismo; Dios no “tiene” su ser como nosotros, sino que “es” su ser. Aristóteles demostró claramente la necesidad de un Ser que es su ser.

Este razonamiento filosófico, que se desarrolla en la 3a. vía de Santo Tomás, encuentra una confirmación en la Revelación que Dios hace de su Naturaleza: Moisés preguntó a Dios: “¿Cuál es tu nombre? ¿Quién diré que me envía? Dijo Dios a Moisés: Yo soy el que es (Ego Sum qui sum). Esto dirás al pueblo: El que “es” (Yahweh) me envía a vosotros” (Exodo 3, 14).

4.3 ATRIBUTOS DE LA ESENCIA DIVINA
Atributos divinos son las diversas perfecciones que distinguimos en Dios; como su Sabiduría, su Bondad, etc.

Estas perfecciones no son realmente distintas en Dios; y así su Sabiduría no difiere realmente de su Bondad, ni ambas de la esencia divina, porque Dios es Simplicísimo.

Sin embargo, las llamamos diversas, porque no pudiendo nuestro entendimiento abarcar de una mirada el cúmulo de infinitas perfecciones de Dios, se ve obligado a distinguirlas para poderlas estudiar.

La Esencia divina es Única, Simple, Infinita, Inmutable, Eterna e Inmensa.
a) Unidad
Dios es único, esto es, no puede haber sino un solo Dios, porque la esencia divina es incomunicable.

Esta verdad consta de muchos lugares de la Sagrada Escritura. Basta citar el primer mandamiento de la ley: “Yo soy el Señor tu Dios; no tendrás otros dioses delante de Mí” (Exodo 20, 2). Los símbolos de la fe comienzan diciendo: “Creo en un solo Dios”.

Concebimos a Dios como Ser Infinito, esto es, que tiene todas las perfecciones. Si hubiera varios dioses el uno no tendría las perfecciones de los otros, y así ninguno sería Dios. En otras palabras, es imposible que existan dos seres infinitos.

Se llama idolatría el error que consiste en admitir y adorar varios dioses.

Las causas principales de la idolatría son:
1. La ignorancia y debilidad del entendimiento humano que toma como dioses las manifestaciones de Dios en la naturaleza.
Especialmente aquellos que le causan admiración o temor, como el sol, el rayo, etc.; o que tienen relación más directa con la vida y felicidad del hombre, como el fuego, el agua, la paz, etc.
2. La malicia del demonio que se hace adorar como Dios y lleva a los hombres a adorar los mismos vicios.
Es deber de todo buen cristiano trabajar con la oración y la limosna por la conversión de los infieles.
b) Simplicidad
Dios es simple, esto es, no compuesto de partes.
La Simplicidad de Dios implica que Dios no tiene cuerpo, ni cualidades sensibles, ni partes de ninguna especie. San Juan nos enseña que “Dios es un espíritu “. Y en otro lugar que “nadie vio a Dios ni lo puede ver” (Jn. 4, 24; Jn. 1, 18).
En Dios no puede haber partes, porque todo ser compuesto es posterior a las partes que lo componen. Dios no puede ser posterior a ningún ser, porque es la causa de todos. Luego no puede constar de partes.
Ejemplos de que todo ser compuesto es posterior a sus partes: en una casa los ladrillos, piedras, maderas, etc., existen antes que la casa. Primero existen el hombre y el caballo; y entre los dos forman el jinete, etc.
Cuando la Sagrada Escritura nos habla de los ojos y manos de Dios, etc., emplea un lenguaje figurado para darnos a entender mejor sus perfecciones y sus obras.
Así para significamos que Dios todo lo sabe, nos dice que. “En todo lugar los ojos de Dios contemplan a los buenos y a los malos” (Prov. 15, 3). E Isalas pinta con estas grandiosas figuras el poder de Dios: “¿Quién es aquél que ha metido las aguas del océano en el cuenco de su mano, y sostiene con sólo tres dedos la mole del universo?” (Is 40, 12).
c) Infinidad
Dios es Infinito, esto es, tiene todas las perfecciones en grado sumo e ilimitado.
La Escritura nos enseña que Dios es la misma sabiduría, “el solo Poderoso “, “el solo bueno “, “el que da a todas las cosas vida y movimiento”; en una palabra, que tiene to das las perfecciones en sumo grado.
La razón nos demuestra que Dios es Infinito, porque de no serio podría recibir Más Perfecciones. Dependería entonces de aquél que se las diera, y, por tal motivo, no sería Dios.
La consideración de la infinita grandeza de Dios, unida al reconocimiento de nuestra miseria y pequeñez, debe humillarnos profundamente ante El. Este es el sólido fundamento de la humildad cristiana.
d) Inmutabilidad
La inmutabilidad de Dios consiste en que Dios no está sujeto a cambio ni en su Ser, ni en sus designios.
Así leemos en Santiago: “Dios, en quien no cabe mudanza ni sombra de variación”. (1, 17). Y en Malaquías: “Yo soy el Señor y no cambio” (3, 6).
Pruebas de razón: a) Dios no cambia en su Ser, porque ni puede adquirir nada nuevo, ni perder nada de lo que tiene, pues ya no sería infinito. b) Dios no cambia en los propósitos de su Voluntad, porque todo lo que sucede Él lo tenía previsto y determinado desde la eternidad.
Cuando se dice en la Escritura que “Dios se arrepintió de haber creado al hombre”, es un modo de hablar figurado, porque en realidad Dios no puede mudar ni arrepentirse (cfr. Gen. VI, 7).
Mudar o arrepentirse es cambiarse designios; Y el cambio de designios importa el conocimiento de cosas que antes se ignoraban. Pero Dios desde toda la eternidad todo lo sabe.
La Sagrada Escritura quiere significar simplemente la indignación Dios ante la maldad del hombre.
e) Eternidad
Consiste en que Dios no ha tenido principio ni puede tener fin.
“Tú, oh Dios, eres desde toda eternidad y por toda la eternidad”, dice David (Ps. 89, 2).
Prueba de razón: Dios es eterno porque es el Ser necesario que lleva en sí la razón de su existencia, y no Puede no existir.
En consecuencia, para Dios no hay pasado ni futuro, sino que todas las cosas están en un eterno presente ante sus ojos.
Siendo Dios Acto Puro no cabe en Sí la sucesión de tiempos y acontecimientos, como no cabe la adquisición de nuevas perfecciones. Todo lo abarca de una sola mirada y “mil años son para El como un día” (Ps. 89, 4).
Siendo Dios Eterno e Inmutable debemos unirnos a El por ser lo único que permanecerá para siempre. El más funesto engaño de los hombres es cuidar únicamente de lo que pronto desaparece y olvidarse de asegurar lo eterno.
f) Inmensidad. Presencia de Dios
La Inmensidad de Dios consiste en que está en todo lugar y en todas las cosas: y esto de tres modos:
a) Por esencia, en cuanto les comunica ser y actividad.
b) Por presencia, en cuanto está en todos los lugares presenciando lo que pasa en ellos.
c) Por potencia, en cuanto conduce todas las cosas al fin que les ha señalado.

No está lejos de cada uno de nosotros, sino que, “en El vivimos, nos movemos y somos” (Hechos 18, 27).

Dios es Inmenso porque como causa universal de todas las criaturas, debe obrar en ellas para crearlas, conservarlas y gobernarlas, pues ningún ser puede obrar donde no existe.

Pero Dios no está limitado ni contenido en ningún lugar, aun cuando está en todos los lugares. Por eso decía Salomón hablando del Templo: “Si el cielo y los cielos no pueden contenerte, cuánto menos esta casa que he levantado” (III Re. 8, 27).

La presencia de Dios debe movernos a evitar todo cuanto pueda ofenderlo y a hacer todas nuestras obras dignas de sus divinos ojos. La Escritura atribuye el pecado al olvido de Dios: “El impío no tiene a Dios ante sus ojos, por eso su proceder es siempre perverso”; y nos muestra la virtud como fruto del pensamiento de su presencia. “Anda delante de mí, y serás perfecto” (Gen. 17, l).

Es también muy expresivo y digno de ser meditado este consejo que daba Toblas a su hijo: ”Ten a Dios en tu mente todos los días de tu vida, y guárdate de consentir en el pecado” (I”ob. 4, 6).
“Los hijos… ¡Cómo Procuran comportarse dignamente cuando están delante de sus padres!
Y los hijos de Reyes, delante de su padre el Rey, ¡cómo Procuran guardan la dignidad de la realeza!
Y tú. . . ¿no sabes que estás siempre delante del Gran Rey, tu Padre Dios?” (San Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino, n. 265).

4.4 EL ENTENDIMIENTO DIVINO
Como nosotros observamos que el hombre posee inteligencia, hemos de afirmar esta perfección de Dios, en grado eminente: “Dios es infinito en su entendimiento, en su voluntad y en toda perfección” (Concilio Vaticano 1, Dz. 1782.)

Dios, pues, posee una inteligencia infinita.

Las propiedades de la inteligencia divina son:
a) perfecta e inmediata: la inteligencia divina no necesita pasar por la trama de los hechos, a través del tejido de relaciones y de la multitud de estratos y entrecruces: no necesita encontrar la solución de un problema para pasar a otro. A los ojos de Dios se halla patente toda la realidad en toda su cognoscibilidad, hasta en sus más profundas complejidades: ”Todas las cosas están descubiertas a sus ojos” (Heb. 4, 13).
b) comprensiva e inmutable: el conocimiento divino no es pasajero ni superficial; no se detiene en los aspectos pasajeros de las cosas. Tampoco puede aumentarse o enriquecerse, ni se halla sometido al peligro de disminuir o desaparecer. No existen en Dios los oscuros estratos del subconsciente, sino que conoce todo en un estado de conciencia despierta y clarísima.
c) universal: el espíritu humano elige los objetos de su conocimiento, pasando por alto otros o relegándolos a un segundo plano. El conocimiento divino ni selecciona ni queda reducido a una simple vista parcial: es universal y absoluto, lo mismo que su Ser.

4.4.1 Conocimiento divino y Libertad humana
¿Cómo se concilia el conocimiento divino con la libertad humana? ¿Un acto que Dios ha previsto desde toda eternidad no se realiza necesariamente? Entonces ¿cómo puede ser libre?

Daremos dos respuestas a esta importante cuestión:
1a. Nos constan de modo cierto, las dos verdades, a saber, que Dios todo lo sabe, y que el hombre es libre. Si no vemos cómo se concilian entre sí, no tenemos derecho a negar ninguna de las dos; tan sólo debemos reconocer la flaqueza de nuestro entendimiento.

2a. Las cosas que Dios prevé (o mejor dicho ve) desde toda eternidad, sucederán infaliblemente, pero de acuerdo con la naturaleza de cada criatura; esto es necesariamente en las criaturas irracionales, y libremente en las criaturas libres.

No fuera Dios Sabio si un suceso que debe ser libre de acuerdo con la naturaleza de la criatura, se tornara fatalmente necesario únicamente porque Él lo conoce de antemano.

Explicación: Las cosas que Dios prevé, sucederán infaliblemente porque la ciencia de Dios no puede fallar; pero sucederán de acuerdo con la naturaleza del ser. Así el sol y la tierra, que no tienen libertad, obedecen necesariamente las previsiones u órdenes de Dios. Pero el hombre como ser libre, debe realizarlas libremente.

Si un suceso libre de acuerdo con la naturaleza del ser, se tornara necesario únicamente porque Dios lo conoce, tendríamos esta contradicción: Dios al mismo tiempo hizo al hombre y no lo hizo libre.

Lo hizo libre porque le dio la libertad. No lo hace libre, porque al ver de antemano lo que hará, le quita la libertad.

Semejante contradicción no puede encontrarse en Dios.

4.4.2 La predestinación

¿Cómo contestar la tan conocida objeción: Si Dios tiene previsto que me he de condenar, me condenaré, sea que obre bien o que obre mal; y si Dios tiene previsto que me he de salvar, me salvaré, sea que obre bien o que obre mal? Luego, ¿es inútil obrar el bien?
Se puede contestar de tres maneras: indirectamente, retorciendo el argumento; directamente, mostrando que es contradictoria; y por la exposición de la doctrina católica.
lo. Indirectamente, esto es, volviendo al argumento contra el que me lo hace: El argumento citado prueba tanto como este otro: Si Dios ha previsto que me he de morir de hambre, me moriré de hambre sea que coma o que no coma. Luego no debo comer. ¿Quién no ve que este argumento es falso?
2o. Directamente, haciendo ver que es contradictoria. Esta objeción se basa en una contradicción evidente: en efecto, si Dios ha previsto que he de salvarme, por lo mismo ha previsto también que obraré bien. Igualmente si previó que habría dé condenarme, por lo Mismo tuvo que prever que obraría mal. Pero es un absurdo suponer que Dios haya previsto que se condene el que obra bien, o que se salve el que obra mal. Esto iría directamente contra su sabiduría y su justicia.
 3o. Exponiendo la doctrina. Dios me ha dado libertad para obrar. Mi salvación o mi condenación dependen del uso bueno o malo que yo haga de mi libertad. Pero este uso no deja de ser 1ibre por ser conocido de Dios.

4.5 LA VOLUNTAD DIVINA
Al ser la voluntad una de las perfecciones de la naturaleza humana, hemos de afirmarla -por la vía de analogía y eminencia- de la naturaleza divina.
Es de fe que en Dios existe una Voluntad infinitamente perfecta (cfr. Conc. Vat. 1, Dz. 1782).
La voluntad es la facultad espiritual e inmanente, que sigue al conocer, y con la cual la persona -humana, angélica o divina- adquiere algo o alguien.

En Dios -Ser simplísimo-, su obrar se identifica con su esencia, y Por eso -como hemos dicho- hay una identidad entre su Inteligencia, su Voluntad y su mismo Ser. Es importante no perder de vista esta importante precisión, para evitar el peligro de hablar o pensar de la divinidad antropomórficamente.

De esta identificación de la Voluntad con el Ser de Dios, brotan sus propiedades fundamentales: simple, inmutable y eterna omnipotente, buena y justa.
a) Es simple, porque está exenta de todo lazo interno o externo de dependencia, y en ella no hay sucesión de actos: su volición es única, aunque los efectos sean múltiples en la esfera de lo extradivino. De aqui se sigue que no pueda haber contradicción en las consecuencias del querer de Dios.
b) Es inmutable y eterna, pues se identifica con el Ser divino. No obstante la diversidad de objetos del querer divino que se desarrolla en la sucesión del tiempo, el querer divino que ordena toda esa diversidad está siempre inmutable desde toda la eternidad sin sufrir cambio alguno.

Esta inmutabilidad comporta, sin embargo, una diferencia esencial con el fatalismo, que dice estar sometido todo a un destino ciego y necesario, sin tener en cuenta para nada la actividad humana. La doctrina católica no excluye la Providencia divina ni el juego de la libertad humana; no impone a todos los seres la necesidad de obrar, sino que predispone las causas necesarias para la producción de efectos necesarios, y las contingentes o libres para la producción de efectos no necesarios.

c) Es omnipotente. La Omnipotencia de Dios consiste en que con solo su Voluntad puede hacer todo cuanto quiere.

Dice la Sagrada Escritura: ”Todo cuanto quiso el Señor lo hizo en el cielo, en la tierra y en los abismos” (Ps. 134, 6).

La razón nos certifica la Omnipotencia de Dios, porque es Infinito. Si su poder fuera limitado, Dios no sería Infinito, y dejaría de ser Dios.

Advertencias:
a) La Voluntad de Dios está como la nuestra, dotada de libertad. Pero la Libertad de Dios es infinitamente perfecta, y así no está sometida a las imperfecciones y deficiencias de la libertad humana, la mayor de las cuales es poder pecar, esto es, elegir el mal. Dios, como perfectísimo que es, es impecable.
b) Dios no puede morir, porque el poder morir, lejos de ser una perfección de la voluntad, es una grave deficiencia y limitación del poder.
c) Dios no puede hacer un círculo cuadrado, porque esto es una cosa absurda, que envuelve contradicción en sí misma, y que ni siquiera podemos concebir.
La Omnipotencia divina debe movernos a poner en Dios toda nuestra confianza. “No confiéis, dice la Escritura, en los hombres, porque vuestra salvación no está en manos de ellos. Dichoso el que pone su esperanza en Dios” (Ps. 117, 9, 145, 2; Jer. 17, 5, 7).
d) Buena y justa

La Bondad es un atributo que mueve a Dios a amarse a Sí mismo, y en sí a todas las criaturas y a colmarlas de beneficios.

Todas las páginas de la Sagrada Escritura están llenas de testimonios de la infinita bondad de Dios para con sus criaturas, especialmente con el hombre. Hasta tal punto la bondad existe en Dios, que el mismo Salvador nos la señala como atributo exclusivo de El: “Nadie es bueno sino sólo Dios” (Lc. 18, 19).

La bondad reviste en Dios de diversas formas, y según ellas, toma nombres diferentes. Se llama:
a) Amor cuando es un afecto de su voluntad lo inclina a buscar nuestro bien;
b) liberalidad cuando se manifiesta por obras y beneficios;
c) gracia cuando no dispensa auxilios sobrenaturales;
d) ternura o compasión cuando se compadece de nuestras necesidades;
e) paciencia y mansedumbre cuando tolera a los malos y se demora en castigarlos;
f) misericordia o clemencia cuando perdona nuestros pecados.
Para corresponder a la infinita bondad de Dios, debemos:
a) agradecer sus beneficios y pagarle Amor con amor;
b) pedirle confiadamente las gracias necesarias y el perdón de nuestras culpas.

Inmensa diferencia existe entre el Dios verdadero y los dioses del paganismo, entre la religión cristiana y las falsas religiones. Estas, aún en los pueblos más civilizados, están llenas de ignominia. Los dioses eran mentirosos, crueles, vengativos, lujuriosos y llenos de todos los defectos. Muchas veces llegaron a ser la personificación de los vicios; así entre los griegos y romanos, Venus era la diosa de la impureza, Baco de la embriaguez, Mercurio del hurto, Némesis de la venganza, etc.; y el modo de honrarlos, era imitarlos y entregarse a los más abominables excesos.

¡Qué distinto se muestra nuestro Dios! Él es espejo purísimo de santidad; aborrece todo mal, ya sea el error, que es el mal del entendimiento, ya el vicio, que es el mal de la voluntad. Es modelo de todas las virtudes; y todos deben imitar su Santidad si quieren gozar de Él, porque a su cielo nada entra manchado. En fin, ha dejado a su Iglesia numerosos medios de expiación y santificación que todos podemos y debemos aprovechar para nuestro perfeccionamiento.

De la excelsa bondad divina se sigue que Dios es infinitamente justo.

La justicia de Dios consiste en que “retribuye a cada cual según sus obras”, premiando al bueno y castigando al malo (cfr. Prov. 2, 14).

Al hablar de la Providencia explicaremos por qué Dios permite en el mundo los males y el pecado.


Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo

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