miércoles, 8 de marzo de 2017

TRUMP Y SAN JUAN CRISÓSTOMO


Leí algunos sermones de san Juan Crisóstomo sobre las posesiones de los ricos (no leí todos los sermones, porque francamente me aburrían un poco), he escuchado a no pocos predicadores contemporáneos sobre el mismo tema (cuando escucho a un predicador anunciar que va a hablar sobre esto, cierro los ojos y me temo lo peor), he leído encíclicas sobre la acumulación del capital (éstas francamente me han gustado más), pero pocas cosas me han ayudado más a comprender el fondo del asunto que ver la casa en la que vive Trump en Nueva York.

Ya sé que Trump no ha hecho voto de probreza (que yo sepa), pero si comparamos al Papa Francisco mudándose a una pequeña habitación de Santa Marta y la mansión rascacielésca del citado magnate, comprobaremos dos formas totalmente diversas de vivir la vida que se nos da en el mundo. Basta ver las moradas de uno y otro, para entender el porqué del discurso que sale de una boca y del discurso que sale de la otra.

Sea dicho de paso, ¿qué extraña maldición cae siempre sobre la gente que tiene mucho dinero para acabar decorando sus mansiones según el Sadam Hussein style? ¿Es que resulta metafísicamente imposible gastar ríos de oro con gusto? Y hablando de oro, ¿qué sucede en el subconsciente freudiano para tratar de recubrir techos, paredes y muebles de oro, oro y más oro? Todo abrumadoramente recubierto de oro.

A mí me gusta la belleza. Me hubiera gustado admirarme del buen gusto gastado en su casa. Pero pasado cierto nivel de riqueza, da la sensación de que a casi todos algo se les estropea en algún engranaje de la mente.

Se puede pagar a artistas con buen gusto. Hoy día tenemos Rafaeles y Migue Ángeles. Pero el que paga debe gritar: ¡quiero que todo escurra oro por todas partes!

Bien, como ya es tradición dos excelentes vídeos:


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