miércoles, 15 de marzo de 2017

VAYAN A LOS SAGRARIOS DEL MUNDO. ALLÍ ESTÁ JESÚS. ÉL TE VE Y ÉL TE OYE. (UN TESTIMONIO IMPACTANTE)


Un amigo me preguntó: “¿Por qué hablas tanto de los sagrarios?”
Iba a responder: “Porque allí está Jesús”. Pero quise hacer algo mejor. Pensé en su inmenso amor, en la amistad que me ha bridado Jesús a lo largo de mi vida. “Es mi amigo”, respondí. “Jesús es mi mejor amigo”.
Y recordé que la sierva de Dios, Sor Maria Romero solía llevarle rosas frescas todos los días y las colocaba cerca de la puerta del sagrario, para que a Jesús le llegara el aroma de las flores.
También recordé a un amigo. Llevaba meses sin conseguir un empleo. Vino a mi trabajo y me contó preocupado lo que le ocurría. Le recomendé: “Ve a una capilla cercana donde tengan un oratorio con el sagrario. Allí está Jesús. Cuéntale lo que te pasa y dile que te ayude. No por ti, sino por tu familia”.
Al día siguiente temprano regresó a verme. Esta vez se le veía diferente, alegre, con una esperanza en la mirada.
“No vas a creerlo”, me dijo impresionado, “hice como me sugeriste. Salí de aquí y me fui a una capilla cercana a mi casa. Participé de la Eucaristía y me quedé un rato acompañando a Jesús en aquél sagrario. Le conté todo. Al llegar a casa, abro la puerta y timbra el teléfono. Era una empresa que me ha contratado. Empiezo la próxima semana. ¡Es increíble!”
Tengo un gran amigo que era judío. Se llama José. Nos escribíamos con frecuencia. Me agradaba mucho conversar con él, porque era un erudito que hablaba 10 idiomas. Vivía en Argentina. Le ocurrió algo extraordinario en torno a un sagrario.
Una tarde acompañó a un obispo católico, amigo suyo, a tomar un café en una de esas maravillosas cafeterías de Buenos Aires.
“¿Te importa si primero pasamos por la Iglesia a buscar unos documentos que dejé allí esta mañana?”, le preguntó el obispo.
“Para nada, te acompaño”, le dijo mi amigo José.
Al entrar en la Iglesia pasaron frente a una capilla que tenía la puerta abierta. Al fondo estaba encendida una lámpara roja al lado del sagrario. El obispo, desde afuera, se arrodilló con profunda devoción, pasaron unos segundos de silencio absoluto, la cabeza inclinada, e hizo al terminar la señal de la cruz.
Jose experimentó “algo” que no podía identificar. Nunca le había ocurrido y sintió curiosidad.
Cuando se levantó el obispo, José le preguntó:
“¿Por qué has hecho esto?”
El obispo le respondió, señalando el sagrario:
“Allí está Jesús. Él te ve y Él te oye”.
Esto inquietó profundamente a José. Y se dedicó a leer e investigar. Con el tiempo creció en él un deseo de buscar y saber más. Y se convirtió al catolicismo.
Actualmente su familia es hebrea y él un “sacerdote para Jesús”.
Un grito brota de mi alma cada vez que recuerdo estas maravillas: “Gloria a ti Señor Jesús”.

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