VATICANO, 15 Ago. 16 / 06:58 am (ACI).- En el mensaje previo al rezo
del Ángelus por la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el 15 de
agosto, el Papa Francisco subrayó que así vemos “que
el Señor derriba a los poderosos de su trono y eleva a los humildes”.
El Evangelio de hoy, señaló el Papa, presenta “el
encuentro entre María y su prima Isabel, subrayando que ‘María partió y fue sin
demora a un pueblo de la montaña de Judá’”.
“En aquellos días, María corría hacia una pequeña
ciudad a los alrededores de Jerusalén para encontrar a Isabel. Hoy, en cambio,
la contemplamos en su camino hacia la Jerusalén celeste, para encontrar
finalmente el rostro del Padre y volver a ver el rostro de su Hijo Jesús”.
El Santo Padre destacó que la Virgen “muchas
veces en su vida terrena había
recorrido zonas montañosas, hasta la última etapa dolorosa del Calvario,
asociada al misterio de la pasión de Cristo. Ahora la vemos llegar a la montaña
de Dios, ‘revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce
estrellas en su cabeza’ –como dice el Libro del Apocalipsis– y la vemos cruzar
el umbral de la patria celeste”.
Santa María, indicó el Papa, “ha sido la
primera en creer en el Hijo de Dios, y es la primera de nosotros en ser elevada
al cielo
en alma y cuerpo”.
“Fue la primera en recibir y tomar en brazos a
Jesús cuando era todavía niño y es la primera en ser recibida en sus brazos
para ser introducida en el Reino eterno del Padre”.
El Santo Padre destacó que “María, la
humilde y simple muchacha de un pueblo perdido de las periferias del imperio
romano, justamente porque ha recibido y vivido el Evangelio, es admitida por
Dios a estar para la eternidad junto al Hijo”.
“Es así que el Señor derriba a los poderosos de su
trono y eleva a los humildes”.
El misterio de la Asunción de María es grande, dijo, y “se refiere a cada uno de nosotros, concierne nuestro
futuro”.
“María, de hecho, nos precede en el camino en la
cual están encaminados aquellos que, mediante el Bautismo, han ligado su vida a
Jesús, como María ligó a Él su propia vida”.
El Papa señaló que el regocijo de María, expresado en el canto del
Magníficat, “se convierte en el canto de la
humanidad entera, que se complace en ver al Señor inclinarse sobre todos los
hombres y todas las mujeres, humiles creaturas, y llevarlos con Él al cielo”.
“Y el cantico de María nos lleva también a pensar
en tantas situaciones dolorosas actuales, en particular a aquellas, de las
mujeres oprimidas por el peso de la vida y del drama de la violencia, de las
mujeres esclavas de la prepotencia de los poderosos, de las niñas obligadas a
trabajos deshumanos, de las mujeres obligadas a rendirse en el cuerpo y en el
espíritu a la concupiscencia de los hombres”.
Francisco expresó su deseo de que para estas mujeres pueda llegar pronto
“el inicio de una vida de paz, de justicia, de
amor, en espera del día en el cual finalmente se sentirán tomadas por manos que
no las humillan, sino con ternura las levantan y las conducen en el camino de
la vida, hasta el cielo”.
“Y pidamos al Señor que Él mismo las lleve en sus
manos por el camino de la vida y las libere de estas esclavitudes”, dijo.
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