martes, 23 de agosto de 2016

LA PUERTA DEL AMOR Y DE LA ENTREGA



"En su camino a Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. Alguien le preguntó:
– Señor, ¿son pocos los que se salvan?
Él contestó:
– Procurad entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos querrán entrar y no podrán. Después que el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, vosotros, los que estáis fuera, llamaréis y diréis: ¡Señor, ábrenos! Pero él os contestará: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras calles. Pero él os contestará: Ya os digo que no sé de dónde sois. ¡Apartaos de mí, malhechores! Allí lloraréis y os rechinarán los dientes al ver que Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas están en el reino de Dios, y que vosotros sois echados fuera. Porque vendrá gente del norte, del sur, del este y del oeste, y se sentará a la mesa en el reino de Dios. Y mirad, algunos de los que ahora son los últimos serán los primeros; y algunos que ahora son los primeros serán los últimos."

A Jesús le preguntan por cuántos se salvaran. Él responde, cómo hay que salvarse. Y nos dice con claridad que lo que nos salva, no es pertenecer a un pueblo, a una comunidad, a una religión determinada. lo que salva es entrar por la puerta estrecha. Y esa puerta estrecha, que se hace muy ancha para los que aman, es su corazón.
Esa puerta estrecha, no lo es para los pequeños, para los nadie. Esos pueden pasar con facilidad. Y los pequeños son los humildes, los que no tienen poder, los que son como niños, los que entregan su vida por los demás, los que practican la justicia. Sea cual sea su nacionalidad, raza o religión. Aquellos que se creen importantes se verán rechazados y, sin embargo, otros venidos del norte, del sur, del este y del oeste, son los que entrarán por esa puerta.

Nadie que sea orgulloso, que busque el poder, que se crea perfecto, si no se rebaja a hacerse pequeño como un niño, podrá cruzar la puerta del corazón de Jesús.

Unamuno lo dejó plasmado en un breve poema: Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar; la hiciste para los niños, yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achícame, por piedad; vuélveme a la edad bendita en que vivir es soñar.


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