"Luego Jesús
dijo a sus discípulos:
– El que quiera ser
mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y me siga. Porque
el que quiera salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por
causa mía, la recobrará. ¿De qué sirve al hombre ganar el mundo entero, si
pierde la vida? ¿O cuánto podrá pagar el hombre por su vida? El Hijo del
hombre va a venir con la gloria de su Padre y con sus ángeles, y entonces
recompensará a cada uno conforme a sus hechos. Os aseguro que algunos de
los que están aquí no morirán sin haber visto al Hijo del hombre venir como
rey."
Ayer veíamos, que para conocer a
Jesús hay que seguirlo. Hay que ser su discípulo, vivir su vida. Hoy nos dice
en qué consiste ser su discípulo. La respuesta nos suena muy dura: olvidarnos
de nosotros y cargar la cruz. Esto nos suena a inhumano. La clave está en qué
consideramos vida y a qué llamamos nuestro yo. No se trata de perder nuestra
personalidad, de transformarnos en autómatas. Se trata precisamente de
descubrir nuestro verdadero yo, de vivir la vida auténtica. Y esto se hace
siguiéndole a Él. Viviendo como lo hizo Jesús, entregándose a los demás, viendo
en el otro al prójimo que hemos de amar.
Nuestra sociedad vive una "vida" vacía, ligada al tener y al
gozar. Una "vida" en que el otro
es un adversario. El que vive así, pierde la vida, porque eso no es la
verdadera vida.
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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