Dos testimonios sobre la alta
valoración que los musulmanes tienen de los exorcistas cristianos.
Además de la devoción a la
Virgen María, otro elemento que hace que los musulmanes miren hacia los
cristianos son los exorcismos. Los musulmanes creen en el diablo y en las
posesiones, y tienen la opinión que los expertos en sacar demonios son los
sacerdotes cristianos, en Egipto obviamente los coptos, que son la mayoría de
los cristianos.
Para
ejemplificar esto traemos dos testimonios. Uno del padre Samir Khalil Samir que
narra su primera experiencia en Egipto cuando un musulmán le solicitó un
exorcismo. Y luego un periodista palestino relata un exorcismo público masivo
de un sacerdote copto, que como verán tiene diferencias con los que realizan
los exorcistas católicos.
LA EXPERIENCIA DEL PADRE SAMIR
El Padre Samir Khalil Samir dice que un elemento
espiritual presente en la fe de los musulmanes es el miedo del diablo. Un
episodio que vivió hace años cuando era un religioso, pero todavía no
sacerdote, es un ejemplo muy significativo de esto.
Él estaba en la Universidad Americana de El Cairo y
había entrado y salido del edificio varias veces durante el día para algunas
investigaciones. En un momento determinado el portero le detuvo y le pidió
amablemente un favor.
“Mi hija de dieciséis años – dice – está
poseído por un demonio”.
Era la primera vez que escuchó esta expresión en
toda su vida. Él contó que este demonio la tiraba a ella al suelo, y le hacía
daño.
Y añadió:
“La llevé a nuestros imanes y ellos no pudieron
hacer nada. Ellos me dijeron que el único que puede liberarla es un monje”. Y le rogó que
hiciera algo.
Samir le prometió que oraría por ella, pero vió que
estaba decepcionado por su respuesta.
Cuando le contó la historia a sus hermanos, todos
le criticaron, porque creían que debería haber realizado un exorcismo, de
acuerdo con el rito litúrgico establecido. Y allí descubrió que muchos monjes y
religiosos son abordados por los musulmanes y les piden echar fuera los
demonios de un miembro de la familia y que esta práctica es muy común.
Por lo general, los musulmanes van a los monjes o
sacerdotes ortodoxos coptos ya menudo estos exorcismos se llevan a cabo en
público.
En una ocasión Samir dice que presenció uno de
ellos frente a la plaza de la estación de El Cairo (Bab al-Hadid), hoy llamada
Midan Ramsis, con velas y agua bendita. Un hombre que yacía en el suelo,
rígido, insultaba y estaba inválido, y en un determinado momento, quedó en
calma.
TESTIMONIO DE UN PERIODISTA PALESTINO DE EXORCISMOS
COPTOS EN EGIPTO
Omar H. Rahman dice que fue a un lugar llamado
Ciudad Basura en busca de una iglesia donde, según rumores, un sacerdote
egipcio practicaba exorcismos en masa.
Cuando pasas algún tiempo en El Cairo aprendes a
sobrellevar la mugre y la suciedad. En una ciudad en la que 17 millones de
habitantes viven hacinados prácticamente unos encima de otros, te acabas
acostumbrando a la capa de esmog, polvo y gases de combustión de los coches que
inevitablemente se posa sobre la superficie de todo.
LA CIUDAD BASURA
Aun así, Ciudad Basura, un área urbana de edificios
de ladrillo inacabados en las afueras de El Cairo, debe estar en la competición
por proclamarse “el lugar más mugriento del planeta”. Imaginen un
vertedero transplantado a una ciudad, donde la gente come, duerme y procrea, y
empezarán a rascar la superficie de la realidad de Ciudad Basura.
En 1969, el líder revolucionario panarabista Gamal
Abdel Nasser reubicó a todos los recolectores de basuras de El Cairo —una
ocupación que tradicionalmente desempeña una minoría marginada, la de los
cristianos coptos— en las afueras de El Cairo; en concreto, en la falda del
monte Muqattim, una zona desierta sin agua corriente, electricidad ni
alcantarillado.
Lo que ha emergido desde entonces es una ciudad de
desechos que, literalmente, rezuman de las puertas y las ventanas. Familias
enteras de clasificadores, hombres, mujeres y niños, trabajan separando y
reciclando los incontables desperdicios. El hedor y la presencia de moscas en
este cálido clima bastan para que se te caiga el alma a los pies. Uno se
pregunta cómo pueden seres humanos vivir de esta forma hasta que te das cuenta
de que incluso una vida que transcurre entre basuras se convierte, con el
tiempo, en algo normal.
La gente de Ciudad Basura está organizada de forma
increíblemente eficiente. Algunos trabajan sólo con plásticos, otros con
cristal. La basura es el medio de subsistencia de miles de residentes. De la
materia orgánica solían dar cuenta cientos de cerdos hasta que, hace tres años,
el gobierno, en un acceso de pánico por la peste porcina, decidió sacrificarlos
a todos.
LA IGLESIA DE SAN SAMA’AN
Supe de los exorcismos en masa a través de un amigo
fotógrafo que vivía en El Cairo. La iglesia de San Sama’an, donde tienen lugar,
está en el monte Muqattem, en el interior de una enorme cueva.
Se dice que San Sama’an es una de las iglesias más
grandes de Oriente Medio; con capacidad para 20 mil personas sentadas, no se
diferencia mucho de las megaiglesias de Billy Graham en Estados Unidos.
Hay otras seis iglesias adyacentes construidas en
la ladera de la montaña, y numerosos frescos mostrando imágenes bíblicas en la
fachada de piedra. El contraste con el yermo de Ciudad Basura no podría ser más
agudo.
Los exorcismos se mantienen bastante en secreto. Un
anciano sacerdote los lleva a cabo tanto para los cristianos como para los
musulmanes, algo extraño en un país en el que abundan los conflictos
interreligiosos.
El padre Sama’an Ibrahim, el sacerdote que conduce
las ceremonias, construyó la catedral de la cueva en varias etapas durante los
años ochenta y noventa para los recolectores de basura. Los encontró viviendo
en el pecado y la miseria y decidió que era su misión ayudarlos. Ahora, ya
rebasada la setentena, el padre Sama’an preside la parroquia de Ciudad Basura,
atrayendo acólitos de todas partes. Muchos de los asistentes a los exorcismos
son musulmanes deseosos de tener contacto con lo sobrenatural.
En el interior del recinto nos encontramos con
Magid, un hombre que echa una mano en la iglesia. Nos resume la historia del
lugar y explica lo que sucederá en los exorcismos:
“Cuando el sacerdote diga el nombre de Jesús, el
demonio será destruido. ¡Ya lo veréis!”
LOS EXORCISMOS
Casi dos mil personas se concentraron en la
iglesia, sentándose en crujientes sillas de madera. Aunque la arquitectura del
lugar es impresionante, con una descomunal roca cubriendo todo el anfiteatro,
el púlpito desde donde se conduce la ceremonia es como todos los púlpitos
religiosos desde tiempos inmemoriales: soso a más no poder. Nos quedamos dos
horas allí sentados, oyendo cánticos y rezos.
Cuando la noche descendió sobre la catedral de la
cueva, me abrí paso hasta la parte delantera, previendo que el sacerdote
estaría a punto de mostrar a los posesos e iniciar el exorcismo. Las luces
bajaron la intensidad, la música aumentó de volumen.
Algunas de las mujeres que tenía delante empezaron
a llorar y a balancearse, sus ojos cerrados en un rapto espiritual.
De repente oigo a un hombre aullar. Sonaba como si
le hubieran acuchillado. El sacerdote —de larga barba blanca, vestido con un
hábito negro y con una cruz dorada en la mano— está agarrando a un hombre de
mediana edad que se agita encima de su banco. El sacerdote coge con la mano un
poco de agua bendita y la arroja al rostro del hombre mientras recita salmos
bíblicos. El hombre deja de gritar y pone los ojos en blanco.
El religioso separa entonces a la multitud y avanza
hacia un grupo de mujeres. Horribles chillidos resuenan en las paredes de la
cueva. Él las abofetea en la cara y escupe en sus bocas. Incluso escupe en unas
botellas de agua y se las da a beber. Las mujeres parecen revividas por el
coctel de saliva.
Una vez todas están curadas, el sacerdote las marca
en la frente y las manos con lo que parece brillo de labios sagrado. Dos de las
mujeres empiezan a vomitar al iniciarse el exorcismo, pero en cuestión de
minutos están milagrosamente curadas. La multitud, compuesta sobre todo por
mujeres, aplaude.
La ceremonia duró menos de 20 minutos. Más tarde le
pregunté a una de las mujeres previamente posesas cómo se sentía.
“Me siento muy bien”, dijo con una
gran sonrisa. “Gracias a Dios”.
Foros de la
Virgen María
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