CONSIDERA FUNDAMENTAL VIVIR LA «RADICALIDAD EVANGÉLICA» Y ACABAR CON LAS LUCHAS DE PODER
El Cardenal Robert Sarah expone en "Para
la eternidad" las causas de la crisis sacerdotal contemporánea y
aventura la única forma de solventarla: "El
seguimiento radical del Evangelio".
"En nuestros días se cierne una sombra sobre
la vida de los sacerdotes: no hay semana que no salga a la luz algún caso de abusos sexuales o de
corrupción": para el cardenal Robert Sarah, esta afirmación es "una
realidad" por la que "el sacerdocio parece tambalearse".
En esta crisis, no son pocos los que argumentan que esa sombra desaparecerá
aplicando "propuestas para transformar,
renovar y modernizar" la institución como la supresión del
celibato sacerdotal o el sacerdocio femenino.
Pero, ¿es esto lícito? ¿serviría de algo? En
Para la eternidad (Palabra),
el cardenal guineano expone que lejos de innovar, la clave para solventar la
crisis del sacerdocio es precisamente volver los ojos a los santos y
doctores de la Iglesia. Solo así,
explica, el sacerdote podrá redescubrir "su identidad
profunda" en
búsqueda de la santidad y "una vida coherente con su
estado".
El libro, dividido en 14 capítulos que repasan los aspectos más
destacados de la crisis espiritual y sacerdotal actual, ofrece sus reflexiones
en torno a estos temas acompañadas de no pocos escritos de santos, papas y
destacados pensadores católicos en
los que el cardenal sustenta su mensaje.
Extraemos 7 consejos y observaciones que el cardenal dirige a toda la iglesia, y
"de un modo especial a los sacerdotes":
1º VIVIR EL RADICALISMO EVANGÉLICO, UNA NECESIDAD
En cuanto al "drama de los abusos sexuales", el
cardenal no duda en que "sus raíces se
encuentran en la secularización de la vida sacerdotal", lo que ha
hecho olvidar que "el sacerdote es un hombre
apartado de entre los demás para servir a Dios y a la Iglesia". Privados
de Dios, explica el cardenal, al sacerdote "solo
le queda el poder humano, corre el peligro de embriagarse de una sensación de
poder" y sucumbe fácilmente "ante
la lógica diabólica de los abusos de
autoridad y los delitos sexuales".
En este sentido, destaca la necesidad no solo de conocer "el radicalismo evangélico", sino de
vivirlo y ponerlo en práctica, especialmente a través del seguimiento de "la pobreza, la castidad y la obediencia". "La llamada al seguimiento de Cristo no es posible
sin ese gesto de libertad y de renuncia", añade.
El cardenal Sarah aborda en "Para la
eternidad" la principal causa de los abusos y delitos sexuales en la
Iglesia: "La secularización de la vida sacerdotal".
2º ACABAR CON EL CLERICALISMO Y LAS LUCHAS DE PODER
Una de las manifestaciones más evidentes de que "el
espíritu del mundo se infiltra en la Iglesia" es la idea "falsa y demoledora" de que "cada cargo y estilo de vida es por encima de todo
un derecho". Para el cardenal, esta idea "se
nutre" en gran medida del clericalismo, "caracterizado
por la lucha por el poder y la dominación: los laicos reclaman unos ministerios que se
perciben como privilegios".
Frente a esta clericalización, Sarah recurre a los grandes protagonistas
de la Tradición y del Evangelio para mostrar que esos nuevos ministerios "no fueron creados ni reclamados por la
Iglesia" desde su mismo origen. "Recordemos
a Aquila y a su mujer Priscila, magníficos colaboradores de Pablo; recordemos
también a Apolo; a María la de Magdala, Juana la mujer de Cusa, Susana y muchas
más… Ninguna de estas personas aspiraba a un ministerio", menciona.
Después de siglos, "los catequistas llevan
colaborando con un celo heroico y humilde sin reclamar ningún cargo
ministerial: el clericalismo es una actitud que transforma un estado de vida, un ministerio o cargo en propiedad
privada y trampolín para un ego acomplejado".
3º EL RETO DE LA SANTIDAD COMO REMEDIO A LA
HIPOCRESÍA
Uno de los principales deberes del sacerdote, explica, "es reproducir en su vida la vida y la santidad de
Cristo". Sin embargo, "si no busca
esa unidad de vida, se arriesga a disociar la personalidad y vivir como un extraño en su propia identidad
interior".
Para Sarah, este peligro "se abre a
cada instante bajo los pies de los sacerdotes" y les anima a "no dejar de repetirse que no existe por un lado una vida
sacerdotal y por otro una vida privada. El sacerdote tiene que ser
siempre consciente de su deber de convertirse existencialmente en lo que es
esencialmente", ya que "la
santidad no solo es deseable", sino que es "una
necesidad vital para él y para el pueblo de Dios. Ese es el reto
de la santidad sacerdotal".
4º RECONQUISTAR LOS SEMINARIOS PARA EVITAR ABUSOS
Para superar la crisis del sacerdocio también se hace necesario recuperar el sentido original del seminario. Cuestiona por un lado la creciente formación de
seminaristas en universidades como si "solamente
fuesen estudiantes". Sin embargo, explica que "no se espera que solamente sean sabios", sino
que en su formación es crucial "la vida de oración personal y comunitaria
o cierta separación y distancia del mundo" -entre
otros-, lo que puede verse truncado por una vida y estudios fuera del
seminario.
Critica también algunos seminarios actuales
"que no son más que casas para estudiantes inmaduros y solitarios", marcados
en ocasiones por "un activismo acelerado y frenético". "Un
seminario, por el contrario, debe ser el lugar de aprendizaje de la plenitud de
la vida sacerdotal", que "es sobre
todo una vida de intercesión con Cristo sacerdote". La vida
comunitaria y fraterna contribuye, además, a obtener un "equilibrio de las virtudes morales" y una "madurez emocional", gracias a la cual "se habrían evitado muchos de los problemas de
desmanes afectivos y abusos".
5º NO ESCONDERSE TRAS LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
El cardenal alerta de la importancia de enseñar a los seminaristas la
responsabilidad que conlleva su vocación y a saber que "en
la Iglesia, todo es personal, nada debe ser anónimo". En este
sentido, menciona que "hoy son muchos los
obispos y sacerdotes que se esconden detrás de las conferencias episcopales,
las comisiones e incluso los caminos sinodales".
"Nos quejamos de que nos faltan sacerdotes -y
es cierto- y al mismo tiempo a miles de eclesiásticos se les encarga una
burocracia que amenaza con acabar con el impulso misionero de la Iglesia. ¿De
qué sirve tanto documento erudito, tantos papeles que no llega a leer nadie
y que carecen de importancia para el pueblo cristiano y la Iglesia?", se pregunta: "La fe es mucho más sencilla que todo eso: Jesús
quiere personas veraces, libres, responsables de sus actos y autónomas y no
estructuras ni máquinas".
6º EVITAR TRANSFORMAR EL ALTAR EN TRONO DE NUESTRA
GLORIA
En virtud del orden, explica, los sacerdotes tienen el deber "de perpetuar a diario, a solas o en
presencia de Dios, el sacrificio
eucarístico" ante el
altar, "donde el sacerdote es verdaderamente
él mismo, donde extiende sus brazos para dejarse clavar en el madero, donde
experimenta su nada ante la grandeza de Dios".
Es por ello que si el sacerdote pierde de vista la cruz o incumple este
deber, corre "el riesgo de hacer del altar el trono vano y
engañoso" del propio ego y de la vanagloria: "Durante la liturgia, cuando un sacerdote se pone a parlotear,
a comentar y a añadir conscientemente palabras humanas a las de la Iglesia, lo
que demuestra es que no quiere desaparecer detrás del Verbo.
Quiere que lo miren a él, que lo escuchen a él, que se fijen en
él", explica. Por ello, Sarah invita al sacerdote a "ocupar el
lugar que le corresponde" en la liturgia, a "querer
desaparecer, hacerse olvidar y ocultarse en las palabras de la Iglesia y de
Cristo".
7º HACER PRESENTE A CRISTO SIN PERVERTIRLO
Sarah también llama a recuperar la auténtica "re-presentación"
de Cristo por parte del sacerdote, a "hacerlo
presente a través de su persona" como alternativa a la perversión
de esta idea por algunos sacerdotes.
"Cuando el sacerdote visita a un enfermo, puede que
actúe con torpeza, pero solo él puede hacer presente instrumentalmente a Cristo
sacerdote. Puede que no se le dé bien enseñar
el catecismo a los niños, pero cuando un humilde sacerdote les habla, en
medio de ellos está presente Jesús", explica. Sin embargo, "los
sacerdotes pedófilos han pervertido esta idea" y "convencido a
sus víctimas de que por el hecho de ser sacerdotes, todo lo que les pedían era
algo querido por Cristo. ¡No! La identificación con Cristo ha de ser una fuente
permanente de exigencia y tiene que preguntarse constantemente: `¿Es mi vida
conforme a la de Cristo?´"
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