La muerte no es algo que nos acontece, algo que nos sucede desde afuera: un accidente, una enfermedad.
La
muerte cristiana es alguien hacia el cual vamos definitivamente después de
habernos entrenado a ir, paso a paso, hacia el cada día.
Es
la hora del descanso después de la brega: «Méteme,
Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar. Dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar» (Miguel de Unamuno)
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