En preparación para la próxima celebración de la Fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel, el próximo 31 de mayo, hacia el final del Mes de María, hoy comienza su tradicional novena.
Según narran los evangelios, el Arcángel Gabriel, en la Anunciación, le
dijo a María que así como ella sería la Madre de Jesús, su prima Santa Isabel "a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya
está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay
imposible".
El Arcángel Gabriel se refería así a San Juan el Bautista.
La Virgen fue en ayuda de Santa Isabel y permaneció junto a ella durante
tres meses.
Aquí te presentamos la
novena de preparación:
Primer
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Primer Día de la Novena
Serenísima Reina y Señora del universo, que siendo Madre de Dios vivo,
dejásteis vuestro apacible retiro y os levantásteis con santo apresuramiento,
para ir personalmente a visitar a la anciana y dichosa Santa Isabel. Ah! sin
duda que esta noble matrona jamás olvidaría tan alta distinción. Pues ¿cómo
podrémos olvidar la que nos habéis hecho, atravesando los mares para venir a
nosotros desde Sicilia y fijar aquí vuestra morada? ¿qué visteis en nosotros
para honrarnos con esta predilección? ¡Oh mil veces bendita vuestra inefable
misericordia, pues como verdadera Madre allá corréis más solícita donde está el
hijo más necesitado! Permitidnos pues, oh Madre Santísima de la Luz, que nos
unamos al coro de los Ángeles para daros las debidas gracias por este singular
favor, y que con ellos y especialmente con nuestros ángeles custodios os
supliquemos nos visitéis en la hora de nuestra muerte y nos concedáis la gracia
que en secreto os pedimos, si fuere así de vuestro agrado. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mía.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Segundo
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos solo
comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar
la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las
futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que
a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma
en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan
graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Segundo Día de la
Novena
Piadosísima Virgen María, cuyas entrañas son tan compasivas para el
miserable, que mereceis el nombre no solo de misericordiosa, sino aún de la
misma misericordia. ¿Cuáles serían los afectuosos sentimientos de vuestra alma
purísima y las dulces emociones de vuestro corazón cuando vuestros divinos ojos
divisaron de lejos la habitación de vuestra prima, a donde os llevaban los
impulsos del Espíritu Santo? Pues de la misma manera, oh gran Señora, nosotros
contemplamos hoy las amorosas ansias y maternal anhelo, con que os acercasteis
a este humilde pueblo, por medio de vuestra portentosa imagen, que era la
prenda segura de los insignes favores con que habíais resuelto beneficiarnos.
Por tal motivo, nos postramos reverentemente a vuestras plantas, unidos con el
coro de los Arcángeles, para significaros nuestro eterno reconocimiento y
suplicaros que en nuestra última hora, consoléis nuestra agonía con vuestra
deseadísima presencia, y entre tanto nos concedáis la gracia que ahora os
pedimos. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Tercer
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Tercer Día de la Novena
Grande asombro es, Virgen María, considerar que Vos, la Esposa del
Espíritu Santo, haya ido a Isabel, la esposa de Zacarías; y que el Hijo de Dios
humanado en vuestro seno virginal, haya ido a Juan encarcelado en el vientre de
su madre. ¡Oh qué misterio! ¡El Verbo divino rodeado de sus eternos e infinitos
resplandores, se coloca hoy frente a frente de un niño envuelto en las
tinieblas del pecado original! ¿Pero a quienes vinisteis, ¡oh Virgen Santa!
cuando entró vuestra veneranda imagen en las calles de esta población, y llegó
a la pobre casa en donde había de permanecer entre nosotros? ¿Ante quienes se
presentó ese vuestro divino Niño, que mostráis en vuestro brazo izquierdo, si
no fue delante de unos pobres pecadores, mil veces más necesitados y miserables
que Juan el Bautista? Os debemos, pues, por esta dignación tan excelente, todo
el amor y gratitud de nuestra alma, y para satisfacer siquiera una pequeña
parte de esta deuda, nos asociamos al coro de los Principados para alabaros y
bendeciros, suplicándoos que cuando se anublen nuestros ojos por nuestra
próxima partida de este mundo, veamos la serena luz de vuestro rostro, y si es
conveniente para este fin, nos concedáis la gracia que ahora os pedimos. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que justamente
habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que mil y mil
veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas, iniquidades
y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar sobre nosotros
el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando Vos enternecida
por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y nosotros, y con
vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre Santísima de
la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced de quién se
quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros? ¿con quién
nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto
habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos,
porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque
delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz
penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Cuarto
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Cuarto Día de la Novena
Purísima doncellita y dignísima Madre de Dios, cuya humildad fue tanto
más profunda, cuanto más encumbrada fue vuestra grandeza: nosotros os
admiramos, ensalzamos y bendecimos por haber sido la primera en saludar a Santa
Isabel, regalando sus oídos con los acentos de vuestra voz dulce, que ahora
regocija los cielos, con el inefable canto que sólo es dado entonar a las
vírgenes que siguen al Cordero, y en cuya célica armonía dominan
poderosísimamente las notas inimitables que salen de vuestra garganta. Así
creemos que al presentaros en este nuestro afortunado suelo delante de nuestros
antepasados, seriáis la primera en hablarles al corazón con esa voz interna y
mística que oye en silencio nuestra alma, cuando contempla vuestra soberana
imagen; y nosotros también confesamos, benignísima Protectora nuestra, que mil
y mil veces os habéis anticipado a enviarnos saludables inspiraciones y a
socorrer nuestras necesidades, aún antes de haber implorado vuestro patrocinio.
Por esto nos unimos al coro de las Potestades para cantar vuestras
misericordias, esperando que en los últimos momentos de nuestra vida, nos
concederéis la dicha de oír vuestra voz dulcísima y la gracia que
confiadamente, os pedimos ahora en esta novena. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Quinto
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos, y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu Santo
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Quinto Día de la Novena
¡Oh cuán grata y deseable es vuestra presencia, Virgen bondadosísima,
pues basta ella sola para que huyan precipitadamente los males y afluyan
abundantemente los bienes! Así aconteció en la dichosa casa de vuestra prima
Isabel, pues tan luego como percibió la salutación que salió de vuestros
graciosos labios, sintió que daba saltos de alegría el niño que llevaba en su
vientre. ¡Oh mil veces venturoso niño, que en tales momentos, traspasando los
términos de la naturaleza, anunció con sus gozosos movimientos que estaba
presente el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo! Pero también
felices nosotros, oh Madre Santísima de la Luz, pues desde que llegasteis a
nosotros, todo este pueblo ha dado saltos de alegría, viéndose por vuestra intercesión,
libre de los males que le han afligido, y colmado siempre de celestiales
favores, así en el orden de la naturaleza como en el de la gracia. Justo es,
pues, que os demos las debidas gracias, y a fin de suplir de algún modo nuestra
insuficiencia, nos unimos al coro de las virtudes para tributaros nuestras
alabanzas, y pediros al mismo tiempo que os digneis asistir a nuestro último
trance y nos lleneis de alegría, para salir en paz de este mundo. Y si es
conducente a este objeto la gracia particular que deseamos conseguir en esta
novena, os rogamos que os digneis otorgárnosla. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque
delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz
penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Sexto
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes
delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad
iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y
castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Sexto Día de la Novena
Amantísima Virgen María, cuyas santas y preciosas manos son depositarias
de todas las gracias que nos concede vuestro divino Hijo: nosotros nos
alegramos al considerar que por vuestra mediación, no solo el niño Juan fue
lleno del Espíritu Santo, sino que de él redundó en su bendita madre, para que
iluminada por esta luz divina, pudiera celebrar vuestras inefables glorias, y
cantar vuestra soberana excelsitud y grandeza. Y ¿quién, sino Vos, Señora, ha
obtenido del Padre de las luces que en este pueblo arda inextinguible la fe
católica, a pesar de los furiosos vientos de la incredulidad? ¿Quién sino Vos,
nos ha alcanzado tantas ilustraciones para la vida eterna, las cuales,
creciendo cada día de claridad en claridad? ¡Oh insigne Bienhechora nuestra!
¡Cuán incapaces somos no solo de expresar, sino aun de concebir todo cuanto os
debemos! Disimulad pues, nuestra pequeñez, y aceptad nuestras humildes gracias
que con el coro de las Dominaciones os tributamos, esperando que a la hora de
nuestra muerte, estando Vos presente, haréis con vuestros ruegos que la luz del
Espíritu Santo se infunda en nuestros corazones, concediéndonos si conduce a
este fin, la gracia que ahora os pedimos. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, protejed a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir
siempre bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos,
el hilo de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador,
que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Séptimo
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya magestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y enormes
delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra Bondad
iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza y
castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo día en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Séptimo Día de la
Novena
Gloriosísima Virgen María, a quien después de Dios, se debe todo honor y
alabanza, con absoluta preferencia a toda otra criatura: nosotros nos
congratulamos por los magníficos encomios con que contestó a vuestra salutación
la santa y nobilísima Isabel, pues obedeciendo no ya a los impulsos de la
amistad y parentesco, sino a las inspiraciones del Espíritu Santo, abrió sus
labios llena de alborozo, y exclamó en alta voz diciéndoos: ¡Bendita tú entre
las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Estas mismas palabras, oh augusta
Señora del universo, han sido repetidas en todos los siglos por todas las generaciones,
y nosotros las hemos recogido de los labios de nuestros padres, cuando éramos
todavía niños, y después, de la boca de los predicadores que nos han enseñado a
honraros, en unión de vuestro tierno Niño, con estas expresiones, tan llenas de
unción celestial y de sagrado fuego. Bien sabéis, Madre Santísima, que en
vuestra devoción hemos cifrado nuestra dicha, especialmente desde que os
dignásteis honrar este lugar con vuestra presencia; por lo cual celebramos hoy
vuestras grandezas con el coro de los Tronos, suplicándoos que a la hora de
nuestra muerte, no veamos a vuestro divino Hijo como Juez tremendo, sino que
nos le presenteis en vuestros brazos como dulce Niño; y finalmente, que si la
gracia que ahora os pedimos ha de conducirnos á nuestra salvación, nos la
concedáis propicia. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mía.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, proteged a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre
bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo
de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Octavo
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos experimentado
constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares favores, como
los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con tan plausible
motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos refrescar la memoria
de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de ellas a las futuras
generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la gracia de que a la
hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar nuestra alma en
vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino Niño que tan
graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Octavo Día de la Novena
¡Con cuánta razón, oh excelsa Virgen, vuestra dichosa prima, después de
haberos proclamado la bendita entre las mujeres, y bendito también el precioso
fruto de vuestro vientre, añadió penetrada de la más profunda humildad: _ Y ¿de
dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme? Bienaventurada la que
creíste, porque cumplido será lo que te fue dicho de parte del Señor. ¡Oh! ¡qué
cuadro tan sorprendente y magnífico se presentaría entonces a la mirada
profética de Isabel! ¡Un Dios hecho hombre! ¡Una Virgen hecha Madre de Dios!
¡Los resplandores de la divinidad del Hijo envolviendo la fecunda virginidad de
su Madre! ¿Cómo pues, no había de humillarse Isabel? Pero, Señora: ¿con cuánta
mayor razón debemos humillarnos nosotros, al ser honrados con vuestra visita?
¡Ah, Madre Santísima de la Luz! En este vuestro pueblo, ni los padres de
familia son como Zacarías, ni las madres como Isabel, ni los hijos como Juan.
Todos somos unos pobres pecadores; más no por esto nos habéis desechado, sino
antes bien nos habéis cubierto con vuestro manto, manifestando así que la Reina
de la misericordia tiene por súbditos a los miserables. Por tan inestimable e inmerecido
favor nos postramos a vuestros pies, con el coro de los Querubines, y en unión
de ellos os rogamos que en la hora de nuestra muerte nos infundáis con vuestra
presencia, sentimientos de humildad para ser exaltados a la vida eterna y nos
concedáis la merced que ahora os pedimos. Amen.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Majestad y nosotros,
y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah, Madre
Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a merced
de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros? ¿con
quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que tanto
habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para abandonarnos,
porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos, aunque
delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y eficaz
penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas,
remediad nuestras necesidades, proteged a las personas que celebran vuestro
advenimiento a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre
bajo vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo
de nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que
vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Noveno
Día de la Novena por la Visitación 2022
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de Contricción
Omnipotente y sempiterno Dios, cuya grandeza no cabe en los cielos , y
ante cuya majestad tiemblan de pavor las potestades y se humillan los altos
serafines: ¿qué deberé yo hacer en vuestra divina presencia, cuando no solo soy
un vil y asqueroso gusanillo de la tierra, sino además, un pecador abominable,
que tantas veces he provocado vuestra Justicia, con mis innumerables culpas y
enormes delitos? Pero ¡ah, Dios y Señor mío! Yo sé que la grandeza de vuestra
Bondad iguala a la grandeza de vuestro Sér, y que si mis pecados piden venganza
y castigo, la sangre preciosísima de vuestro divino Hijo clama perdón y
misericordia para este miserable. Perdonadme, pues, ¡oh Padre Eterno! por la
pasión y muerte de vuestro Unigénito, en quien tenéis todas vuestras
complacencias; miradle muriendo en una cruz por satisfacer los derechos de
vuestra Justicia; atended a los sentimientos de su Sagrado Corazón, que Vos
solo comprendéis: y en vista de una víctima tan inocente, tan santa y tan pura,
soltad el azote con que merecí ser castigado y dadme el ósculo de vuestra paz,
que me restituya a vuestra amistad y gracia, en la cual deseo vivir y morir,
para ir a alabar eternamente vuestras misericordias en el cielo. Así os lo
ruego por los méritos de mi Redentor Jesucristo, que contigo y el Espíritu
Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
Oración para todos los
días
¡Oh Madre Santísima de la Luz, Virgen la más amable, dulce, tierna y
benévola que ha salido de las manos del Creador, para consuelo, amparo y bien
de todos los mortales! Nosotros os alabamos, bendecimos y tributamos el justo
homenaje de las más rendidas gracias, por la dignación que habéis tenido de
regalar a esta Ciudad vuestra soberana Imagen, bendita por esa vuestra misma
mano, que con tan blando afecto acarició al niño Jesús en el pesebre, y con tan
dolorosa compasión tocó sus llagas, cuando fué bajado de la Cruz y puesto en
vuestro regazo. Al mismo tiempo, benignísima Señora, os agradecemos en lo
íntimo del alma, el que hayáis escogido para hacernos este rico presente, el
mismo dia en que nuestra Madre la Santa Iglesia celebra vuestra Visitación a
vuestra prima Santa Isabel; en lo cual entendieron nuestros padres, y hemos
experimentado constantemente sus hijos que veníais a dispensarnos singulares
favores, como los derramásteis a manos llenas en aquella ciudad de Judá. Con
tan plausible motivo os consagramos este novenario, en el cual queremos
refrescar la memoria de vuestras liberalidades, para perpetuo testimonio de
ellas a las futuras generaciones e impetrar de vuestra bondad inagotable, la
gracia de que a la hora de nuestra muerte, nos hagais una visita, para entregar
nuestra alma en vuestras maternales manos. Así os lo suplicamos por el divino
Niño que tan graciosamente sosteneis en vuestro brazo izquierdo. Amén.
Noveno Día de la Novena
¡Oh Madre Santísima de la Luz! Vos coronasteis vuestra visita a Santa
Isabel, con un cántico tan divino, que sólo vuestros labios fueron dignos de
entonarlo. ¿Cómo, pues, nos atreveríamos a pronunciarlo, si no es porque
sabemos, que una madre gusta de que su hijo repita, aunque sea balbuceando, las
palabras que ella le dicta? Concedednos, por tanto, Altísima Señora, que
primero purifiquen los Serafines nuestra lengua con su sagrado fuego, para
decir después con toda la efusión de nuestra alma:
Glorifica mi alma al Señor: y mi
espíritu se regocijo en Dios mi Salvador.
Porque miró la bajeza de su esclava:
pues ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.
Porque me ha hecho grandes cosas, el
que es Todopoderoso-, y Santo el nombre de él. -
Y su misericordia de generación en
generación sobre los que le temen.
Hizo valentía con su brazo; esparció
a los soberbios del pensamiento de su corazón.
Destronó a los poderosos, y ensalzó a
lós humildes.
Hinchó de bienes a los hambrientos, y
a los ricos dejó vacíos.
Recibió a Israel su siervo,
acordándose de su misericordia.
Así como habló a nuestros padres, a
Abraham, y a su descendencia por los siglos de los siglos.
¡Oh María! Por amor de la Sabiduría Eterna que os
inspiró estas palabras, dignaos visitarnos á la hora de nuestra muerte y
recibir en vuestras manos nuestro espíritu.
Se hace la petición y después se rezan
tres Ave Marías en esta forma:
Dios te salve, María Santísima, poderosísima hija de Dios Padre, Virgen
purísima antes del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Ahuyentad de tu pueblo la herejía.
Dios te salve, María Santísima, dignísima Madre de Dios Hijo, Virgen
purísima en el parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Asistidme piadosa en mi agonía.
Dios te salve María Santísima, castísima Esposa de Dios Espíritu Santo
Virgen purísima después del parto. Dios te salve María, etc.
¡Oh Madre de la Luz, Virgen María! Que se salve por Vos el alma mia.
Oración Final
¡Oh Madre Santísima de la Luz y dulcísima Madre nuestra! El número de
los favores, gracias y dones que os debemos excede a cuanto puede retener
nuestra memoria, a cuanto se ha consignado en los anales de este pueblo, a todo
en fin, cuanto puede expresar nuestra torpe lengua, y solo está escrito en
vuestro amantísimo Corazón y en el de vuestro divino Hijo. ¡Ojalá os hubiéramos
correspondido cada una de vuestras finezas con el amor y gratitud que
justamente habéis merecido! Pero ¡ay! para confusión nuestra, confesamos que
mil y mil veces, olvidando vuestras bondades, hemos perpetrado tantas culpas,
iniquidades y crímenes, que a veces hemos obligado al Dios justo a descargar
sobre nosotros el castigo; más apenas hemos recibido el primer azote, cuando
Vos enternecida por nuestro llanto, os habéis interpuesto entre su Magestad y
nosotros, y con vuestros maternales ruegos habéis desarmado su brazo. ¡Ah,
Madre Santísima de la Luz! Nunca, nunca, por piedad, nos abandonéis, porque ¿a
merced de quién se quedaría este Obispado? ¿con quién nos quedaríamos nosotros?
¿con quién nuestras familias y nuestros hijos? ¿con quién todo este pueblo que
tanto habéis amado? No, Señora, creemos que no tendréis corazón para
abandonarnos, porque una Madre como Vos, no puede olvidarse de sus hijos,
aunque delincuentes. Alcanzadnos, pues, los sentimientos de una verdadera y
eficaz penitencia de nuestros pecados; enjugad como siempre nuestras lágrimas, remediad
nuestras necesidades, proteged a las personas que celebran vuestro advenimiento
a esta ciudad, cubridnos a todos con vuestro manto, para vivir siempre bajo
vuestra protección, y dignaos cortar Vos misma con vuestras manos, el hilo de
nuestra vida, para entregar en ellas nuestra alma a nuestro Creador, que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.
En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo.
Redacción ACI Prensa
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