¿Qué significado tienen las palmas benditas del Domingo de Ramos?
Por: P. S. J. Cádiz. |
1º.
¿QUÉ SIGNIFICADO TEOLÓGICO Y ESPIRITUAL TIENE LA CELEBRACIÓN DEL DOMINGO DE
RAMOS?
Para comprender el
significado de la liturgia del Domingo de Ramos no podemos perder de vista el
hecho de que se trata, ante todo, de un domingo. Y como todos los domingos, lo primordial en él
es la celebración de la Resurrección del Señor; es decir, de la victoria de
Cristo sobre la muerte, la garantía de nuestra propia resurrección.
La
estructura de la celebración del Domingo de Ramos corresponde, sustancialmente
a la de cualquier celebración de la Eucaristía dominical:
-
Unos ritos iniciales.
-
Una liturgia de la Palabra.
-
La liturgia de la Eucaristía.
NO
OBSTANTE, EL DOMINGO DE RAMOS PRESENTA UNA PECULIARIDAD QUE LE DISTINGUE DE
OTROS DOMINGOS:
- La proclamación de la
Pasión del Señor, como elemento más relevante de la liturgia de la Palabra.
- Y la procesión de los ramos, como elemento más
destacado de los ritos iniciales.
VEAMOS CON DETALLE CADA UNO DE ELLOS:
- PRIMERO:
LA LECTURA DE LA PASIÓN DEL SEÑOR:
o La liturgia de la Palabra del
Domingo de Ramos nos trae cada año, como elemento principal, la lectura del
relato de la Pasión de uno de los Evangelios sinópticos.
o La lectura del relato de la Pasión
nos recuerda que la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte se ha
conseguido a través de su entrega amorosa hasta dar la vida. Se trata de una
entrega que es fruto del amor, y que le ha hecho capaz de aceptar voluntariamente
el riesgo, el sufrimiento y la misma muerte.
o La muerte de Jesús no es un
imprevisto. Es el resultado de un modo de vida libremente asumido. Es fruto de su amor al Padre y de su entrega al servicio del Evangelio de
la salvación. La muerte de Jesús es la muerte de un mártir, del Rey de los
Mártires. Precisamente
por eso, el color litúrgico morado, propio de la Cuaresma, se trueca este día
por el rojo, como en las fiestas de los mártires, para recordarnos que la
sangre del mártir Jesús se derrama por nuestra salvación.
o La Iglesia cuida con mimo y
solemnidad la lectura del Evangelio de la Pasión. Donde es posible, se proclama
por tres lectores (un cronista, uno que presta voz a los diversos personajes
que intervienen y otro que presta su voz al Señor, y que suele reservarse al
sacerdote que preside). También se intercalan aclamaciones cantadas por el
pueblo.
o Junto a la Plegaria Eucarística,
la lectura de la Pasión es la parte más importante de la Misa del Domingo de
Ramos. La procesión de entrada, con las palmas y los ramos, aunque resulte tan
vistosa y entrañable, posee una importancia mucho menor. Por eso no se hace más
que en una de las misas del día, mientras que la Pasión debe leerse también en
todas las demás, al menos en su forma resumida.
- SEGUNDO:
LA SOLEMNE PROCESIÓN CON QUE DA COMIENZO LA MISA:
o Por medio de esta procesión
nosotros conmemoramos la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Imitando a
aquellos primeros discípulos, aclamamos al Señor, marchando en procesión con palmas
y ramos en las manos, y entonando salmos en su honor.
o Pero no se trata de representar
simplemente un hecho del pasado. Es hoy cuando aclamamos al Mesías Jesús
que, a través de su muerte y resurrección, ha entrado triunfante, no ya en la
Jerusalén terrena, sino en la Jerusalén del cielo, para sentarse a la derecha
del Padre.
o Jesús quiso entrar en Jerusalén
como Rey Mesías. Pero, lo hizo en la forma que había profetizado Zacarías: no
con prepotencia, montado en un carro de guerra y al frente de un ejército
imponente, sino humildemente montado en un burrito, rodeado de niños que le
aclamaban agitando ramas de olivo.
o Jesús rehusó encarnar esa imagen
de Mesías entendido como líder que lucharía al frente de un ejército contra la
dominación de Roma.
o EL MESÍAS JESÚS NO ENTRABA EN JERUSALÉN PARA
LUCHAR CONTRA LA DOMINACIÓN ROMANA, SINO CONTRA EL DOMINIO DEL PECADO Y DE LA
MUERTE.
- Jesús entra como Rey, pero no viene a
dominar, sino a servir a la humanidad.
- Entra glorioso y aclamado, pero de forma
completamente humilde.
- Viene dispuesto a combatir, pero su lucha
es contra el pecado.
- Viene pertrechado para la lucha, pero su
única arma es el amor.
- Triunfa en su batalla, pero su victoria,
que es el triunfo de la fidelidad a Dios y de la solidaridad con el
hermano, encuentra su máxima consumación en el aparente fracaso de la
cruz.
- Finalmente, el victorioso acaba
entronizado, pero no en un palacio humano, sino en la misma gloria del
Padre, por medio de su Resurrección y Ascensión a los cielos.
2º.
LO QUE TRATAMOS DE VIVIR EL DOMINGO DE RAMOS:
¿Qué
es, por tanto, lo que nos invita vivir la celebración del Domingo de Ramos?
- Mediante la procesión, se nos invita a alabar y bendecir
al que ha venido en nombre del Señor, para traer su Reino a los hombres.
o ¡Y a abrir de
par en par nuestras puertas a Jesucristo!
o ¡Y a trabajar
para que todos los pueblos y todos los corazones se abran para acoger al Mesías
Salvador!
- Mediante la lectura de la Pasión recordamos que el Reino
de Dios que acogemos no es como los reinos de este mundo:
o No se basa en
el poder, sino en el amor.
o No impulsa a
dominar, sino a servir.
o No anima a
competir por los primeros puestos, sino a saber escoger los últimos, por amor.
o No se realiza
sólo cuando se cosechan triunfos espectaculares, sino que el verdadero triunfo
consiste en vivir una entrega humilde, servicial, callada y cotidiana.
- La plegaria y la comunión Eucarística nos invitan,
finalmente, a asociarnos a la Pascua del Señor, uniendo nuestra entrega a
la suya.
¿QUÉ
SIGNIFICADO TIENEN LAS PALMAS BENDITAS DEL DOMINGO DE RAMOS?
Las palmas benditas recuerdan las palmas y ramos
de olivo que los habitantes de Jerusalén batían y colocaban al paso de Jesús,
cuando lo aclamaban como Rey y como el venido en nombre del Señor.
Las palmas benditas no son
cosa mágica. Las palmas benditas que recogemos cada Domingo de Ramos en las
Iglesias Católicas significan que con ellas proclamamos a Jesús como Rey de
Cielos y Tierra, pero -sobre todo- que lo proclamemos como Rey
de nuestro corazón.
Y ¿cómo es ese Reinado de Jesús en nuestro corazón? Significa
que lo dejamos a El reinar en nuestra vida; es decir, que lo dejamos a El regir
nuestra vida. Significa que entregamos nuestra voluntad a Dios, para hacer su
Voluntad y no la nuestra. Significa que lo hacemos dueño de nuestra vida para
ser suyos.
Así el Reino de Cristo comienza a estar dentro
de nosotros mismos y en medio de nosotros, pues el Reino de Cristo va permeando
paulatinamente en medio de aquéllos -y dentro de aquéllos- que acogen la Buena
Nueva, es decir, su mensaje de salvación para todo el que crea que Él es el Mesías, el Hijo de Dios, el Rey de Cielos y Tierra. Así nos preparamos adecuadamente para cuando Cristo venga glorioso entre
las nubes a establecer su Reinado definitivo.
Los súbditos de ese Rey, su pueblo, somos todos
los que hayan cumplido la Voluntad de Dios, todos los santos, todos los
salvados por la sangre de ese Rey derramada en la cruz.
Por todo esto, Jesús nos enseñó a orar así en el
Padre Nuestro: “venga a nosotros tu Reino”. Y por eso en cada Misa, después de que el pan y el
vino son transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, toda la asamblea
anuncia la muerte de Jesús, proclama su resurrección gloriosa y terminamos la
Aclamación Eucarística diciendo todos a una voz: “Ven
Señor Jesús”. Y con esta frase, que es la
última de toda la Sagrada Escritura, estamos pidiendo la pronta venida de Jesús
para instaurar su Reino definitivo, en el que seguirá siendo el Rey.
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