Este mosaico de Tarragona muestra
a un obispo del siglo IV o algo más tardío. Observad que, tal como digo en mi
obra La catedral de san Agustín, no
lleva ninguna vestidura eclesiástica. Lleva una toga blanca.
He puesto este mosaico para poner
imagen a la vida de san Gregorio Nacianceno. Y es que ayer me sorprendió mucho la
vida de este obispo oriental.
Su padre (un padre del siglo IV)
se convierte al cristianismo y años después llega a obispo. Gregorio joven que
duda si hacerse sacerdote o monje, y el padre le dice, al final, que o se queda
y se hace sacerdote o se va a un monasterio, pero que en casa no se puede
quedar dudando y dudando entre lo uno y lo otro.
Cómo, finalmente, san Basilio le
convence para ser ordenado obispo de Sasima, una sede episcopal recién creada
por Basilio. Pero Gregorio se quejará de que esa ciudad no era más que «un agujero espantoso; una mísera parada de postas de la
carretera principal... sin agua, vegetación, o la compañía de caballeros...
¡esto era mi iglesia de Sasima!». Y no llegó a tomar posesión de la
sede, alegando que prefería retirarse a vivir una vida monacal.
Pero acabó ayudando a su padre
obispo. Tras su muerte, se retiró a un monasterio. Combatió el arrianismo. Fue
llamado a Constantinopla para combatir esa herejía con sus predicaciones. Fue
nombrado obispo. Lideró un concilio ecuménico.
Pero una facción de obispos no le
aceptaba, alegando que canónicamente no podía haber dejado la diócesis de
Sásima, y que su nombramiento como obispo de Constantinopla era ilícito. Así
que Gregorio renunció y se retiró a Nacianzo. Allí sería escogido como obispo
de la ciudad por el clero. Sus últimos cinco años de vida, ya débil, los pasó
en una finca de su familia, habiendo colocado a otro obispo en su sede antes de
retirarse.
Una vida apasionante, no me
digáis que no es digna de una película. Si yo tuviera tiempo, me encantaría
hacer una novela breve con estos mimbres. Una novela lo más pegada a la realidad
histórica. Pero tengo que dosificar mi tiempo y dedicarme a los proyectos ya
empezados.
MÁS SOBRE SAN GREGORIO
En el mosaico se ve cómo iba
vestido un obispo del siglo VI, por supuesto, sin mitra. Es el de la derecha, a
su lado hay un archidiácono.
La historia de san Gregorio
Nacianceno que conté ayer prima facie no
parece muy edificante. Ahora bien, no sabemos si el obispo Basilio le engañó o
le presionó, o le engañó y le presionó, para que aceptara la sede de Sasima.
Solo Dios lo sabe.
Ahora bien, la impresión general
que saco con un conocimiento superficial de esta figura es que Gregorio era una
persona muy inteligente, tenía dones intelectuales grandes, pero que, tal vez,
era un poco soberbio.
Lo lógico hubiera sido retornar
al obispo Basilio y explicarle que la vida en Sasima se le hacía muy dura. Pero
era algo extraño que buscase vivir como monje y que no quisiese quedarse en una
localidad pequeña como pastor. Un poco incongruente sí que parece.
Además, se va como monje, esa es
la decisión. Pero después se queda como obispo de una ciudad más grande. Otra
cosa bastante sorprendente.
Por si fuera poco, los cánones
eran muy claros: no podía abandonar una sede
episcopal por otra. No obedeció la disciplina eclesiástica. Y no en una
materia precisamente pequeña. A eso se añade que estando en Nacianzo debería
haber regularizado su situación en algún sínodo, sometiéndose a su
determinación. O, al menos, debería haber expuesto su caso ante el
metropolitano.
El resultado es que llegaría a
Constantinopla con una situación canónica nada clara. No regularizó su
situación y después, con toda razón, se lo echaron en cara en mitad del
concilio.
Señalo estos pequeños detalles
porque se suele pensar que los obispos de la Antigüedad eran todos
canonizables, mientras que los de ahora son mundanos. Y, a nivel global, es
justamente al revés: el episcopado actual está formado por hombres totalmente
entregados al cuidado del rebaño, sin divisiones con asuntos terrestres, como
sí que las había en esos siglos pretéritos. Son hombres que viven en sus
diócesis, en otros siglos las ausencias podían ser muy prolongadas por los
viajes. Actualmente, la situación canónica siempre está clara. En la época del
arrianismo, los bandos enfrentados hacían que algunos obispos se hallaran en
situaciones irregulares o, por lo menos, no claras.
El episcopado actual puede tener
sus defectos, pero no tiene algunos de los defectos de los obispos de siglos
pasados. Y sí que tiene aspectos positivos que no eran tan frecuentes en otras
épocas.
P. FORTEA
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