miércoles, 2 de enero de 2019

¡ESTAS QUEDÁOSLAS VOSOTROS!


Para el año litúrgico 2007-08 fueron publicados [en Italia, ndt] nuevos Leccionarios con una nueva traducción de la Sagrada Escritura, para la proclamación de las Lecturas y de los Evangelios en la Santa Misa. Se trata de gruesos tomos, que son incluso expuestos en las iglesias, hacia la mitad de una nave, de manera que se pueda leer la Palabra de Dios del día por parte de quien va a la iglesia.
En sí mismo no tiene nada de malo. El problema es que muchos de los que pasan por la iglesia, ahora, se ocupan sólo de ir a leer dicho tomo y se han olvidado de que en el Santo Sagrario está presente en la Santísima Eucaristía Jesús, el Hombre-Dios vivo y verdadero: de tal manera sucede una protestantización de nuestra Fe, con el desplazamiento de la atención de Jesús Eucarístico, único centro del culto y de la vida cristiana-católica, al Libro que contiene su palabra.
He aquí que sucede que, para muchos, Dios no se ha encarnado y se ha hecho hombre, sino que sólo se ha “encartado” en la Palabra escrita. Así, nuestra Religión se vuelve la religión del libro, por alto que sea, pero sólo un libro, y no es ya la Religión de un Rostro, de un Corazón, la Persona divina de Jesús, Hijo de Dios hecho hombre.
Esto es gravísimo en consecuencias que destruyen nuestra Fe. Pero volvamos a hablar de los Leccionarios con la nueva traducción, en la que, entre otras ocurrencias, está escrito que Pedro, seducido por Jesús, sobre el Tabor de la Transfiguración, dice a Jesús: “Hagamos aquí tres cabañas” y no ya “Hagamos tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías”. O dice “flanco de Jesús”, en lugar de “costado de Jesús”, allí donde se narra acerca del centurión que lo atravesó.
Los Leccionarios fueron ilustrados (sería mejor decir “entenebrecidos”) con figuras que son de una fealdad de colores y de formas indecibles.
Sabemos de un óptimo párroco que, tras comprar los nuevos Leccionarios y hojearlos, antes de usarlos, vio las horribles imágenes: se disgustó, se irritó, se “cabreó”. ¿Qué hizo? Tomó un par de grandes tijeras y recortó una por una las horribles imágenes de los Leccionarios, las metió en un sobre y lo mandó todo a la sede de la Conferencia Episcopal Italiana, añadiendo una nota, escrita con rotulador: “¡Al menos estas quedáoslas vosotros!”. 
Cómo hayan reaccionado los señores Obispos no nos es concedido saberlo, pero junto a aquel buen párroco añadimos: “Quedaos vosotros los discursos eclesiales, que nadie entiende y que lían a las almas; quedaos todos los aggiornamenti que habéis hecho o al menos tolerado en materia de doctrina, de liturgia, de disciplina en la Iglesia, con grave descrédito vuestro e inmenso daño de los fieles; quedaos para vosotros todas las herejías, que son difundidas en la predicación, en vuestros periódicos y TV, en los seminarios; quedaos vosotros los intentos de cambiar la “pastoral” para no decir que, haciéndolo, cambiáis la doctrina y la ley de Dios; quedaos vosotros los sofismas que estáis preparando para una eventual, desgraciadamente posible y próxima “revolución de octubre”.
A nosotros, cada vez más pasmados y doloridos por lo que “cambia” la Iglesia, dadnos una sola Realidad: dadnos a Jesucristo, el Hombre-Dios; su Doctrina, su Ley, sus Sacramentos, su vida divina. No tenemos nada más querido en el mundo que Él y lo que viene de Él.
¡Reine Cristo con María!
Insurgens
(Traducido por Marianus el eremita)

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