jueves, 3 de enero de 2019

(233) SOBRE LA MUJER FUERTE SE APOYA LA SALVACIÓN DEL MUNDO


"Una mujer fuerte ¿quién la encontrara? Vale mucho más que las perlas."  (Prov.31, 10)

“La puerta del Paraíso, cerrada por la culpa de Eva, se nos vuelve a abrir por ti, oh Virgen María”.

(Antífona de la Misa de la Sma. Virgen)

(*) En la localidad del Suyuque, provincia argentina de San Luis, enclavado en la entraña de una montaña, sobre la falda occidental de las Sierras se encuentra el Convento de Monjas Benedictinas Nuestra Señora de la Fidelidad. Como un castillo. Tal vez como un Alcázar…
Nuestra Señora de la Fidelidad inquebrantable: he ahí el nombre de La Mujer Fuerte.
En todos los tiempos, pero muy especialmente en los que nos ha tocado transitar -entre alardes feministas y dudosas proclamas libertarias que no hacen sino afianzar la esclavitud más espantosa, en que las víctimas no quieren liberarse-, esta preciosa advocación de Nuestra Madre debería interpelarnos quizá más fuertemente sobre el umbral de un nuevo año, pensando en lo que es crisol y prueba de la fidelidad: el cambio, o la  pura temporalidad.
¿ELOGIO DEL CAMBIO?
Hay por allí algún poema que llama la atención sobre el hecho de que Nuestro Señor, el que Es, el Todopoderoso, ha querido venir al mundo despojándose de su riqueza para hallar entre los hombres lo único que no encontraría en los Cielos: nuestra Pobreza… ¿Y qué es lo que nos hace pobres, sino precisamente el tiempo, en que se inscribe nuestro ser de criaturas? La vida en esta tierra es por esencia lo mudable, el cambio, la precariedad.  
En el cambio radica, pues, no la riqueza, sino precisamente nuestra pequeñez y miseria.
-¿Qué tienes, hombre, que puedas asegurar que lo tendrás en el próximo instante? Nada absolutamente, a excepción sólo de tu alma. Nada corporal, y ni siquiera los dones espirituales, si la gracia nos faltara. Sólo del alma desnuda podemos garantizar la pervivencia en el próximo minuto, y por los próximos mil años…
Y sin embargo, como necios –aún en el seno de la propia Iglesia- muchos andan detrás del cambio permanente como si se tratase de una riquísima prenda; nos jactamos del capricho en vez de reconocer que el auténtico tesoro, el único que resplandece en medio de los vientos azarosos del tiempo, es el que lleva el signo de la permanencia.
Así, tras un terremoto o la tormenta, se yergue victorioso lo que ha soportado la sacudida y la violencia, permaneciendo incólume tras las ruinas.
No se trata de arqueologismo, sino de admitir que necesariamente, nuestra condición temporal entraña per se, la caducidad, que es ante todo, pérdida y desgaste. Por el contrario, cuando algo no sufre merma siendo testigo de los siglos -como es el caso de algunos metales o piedras preciosas-, decimos de ellos que son más nobles, y su posesión puede ofrecerse como prenda de segura garantía. Se ofrecen así en calidad de depósito, como acreedores de confianza.
¿Por qué será entonces que algunos hombres han creído que es título de gloria ser paladines del cambio por el cambio mismo?  El carácter positivo de éste puede estar cifrado en un movimiento determinado hacia la posesión de un estado de acabamiento y perfección que no se tiene aún, al que se aspira, y para llegar al cual es preciso mudar, haciendo correcciones a nuestra pobreza, desde ya, pero de allí a “subirnos a la ola” como si ésta pudiese superar al Mar… ¿no es necedad mayúscula?
Así también, resulta que ante el horror más grande de la historia, que fue el escarnio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor en el Calvario, María Santísima nos dio el modelo más acabado de permanencia, en la cual se labra la Fidelidad.
 –¿Qué hacía la Madre entonces, junto a la Cruz?
– Permanecía de pie. Estaba
Y luego de la Hora más oscura de la historia, no se mudó la Virgen, porque permaneciendo fiel, es Maestra de Esperanza.
Y allí también está -pues permanece- en esta hora del calvario de la Iglesia, dividiendo aguas como se dividen ovejas de carneros.
¿Acaso hay ornamento más resplandeciente para lucir en el alma, que el de la Fidelidad, cuando parece que ya no queda nada?
¿No es acaso esta prenda la que purifica las túnicas de quienes vienen de la gran tribulación y se han bañado en la Sangre del Cordero (Ap.7, 9-14)? Y esta fidelidad es el nombre que dice a la vez Fe y Fortaleza.
Como faro en tormenta, enhiesta como torre resistente, es Nuestra Señora, la Virgen antes, durante y después del Parto, Reina del Cielo y de la Tierra porque es la Madre del que es el Alfa y la Omega, Señor de la Historia; brújula segura, por quien, mirándola y mirándonos en Ella -Espejo de Justicia-, nunca habremos de perder el Norte.
Sólo por Ella y con Ella será posible quedarnos aún al pie de la Cruz cuando casi todos se hayan ido.
Sin embargo, como decíamos antes, a veces se piensa que por ser peregrinos, se trata de andar siempre cambiando, buscando nuevos caminos. Y resulta que si perdemos la Estrella, dejamos de ser peregrinos, para convertirnos en vagabundos… ¡Qué riesgoso es, por eso, olvidar que la nuestra, además de Peregrina, es Iglesia Militante
Pues el auténtico avance del cristiano no se mide en kilómetros horizontales recorridos, sino en ascensos hacia el Sol de las almas.  Como asciende quien se sube a los hombros de gigantes -la Tradición de la Iglesia- y ve más lejos, aunque algunos le reprochen que no camina, que está muy cómodo allí (¡y claro que lo está!), y que debe hacer “su propia experiencia"… Ésta es la suya, esta es la experiencia propia del cristiano: vivir anclado a la Verdad, con la claridad de la Mujer vestida de Sol, que todo lo ilumina, y sin quien todo se oscurece, como las tenebrosas herejías que ensombrecen las almas. Porque ¿cómo ser católico sin Ella?… ¿Cómo ser acogidos como hijos por el Padre si repudiamos o rebajamos la dignidad de la Madre?
POR EL MINIMALISMO, HACIA LA APOSTASÍA
Por esta razón, el minimalismo mariano -esa tendencia perniciosa que rebaja o disimula las grandezas de María en doctrina y espiritualidad-, es una pendiente sumamente peligrosa que comienza con las más “piadosas” excusas y termina desbarrancándose hacia profundidades insospechadas. El camino descendente es siempre rápido, y la vía más expeditiva para precipitarnos en el abismo es la ofensa o desprecio a Ella, sin la menor duda. Y esto sucede tanto con las almas como con las sociedades. ¡Ay de las naciones que toleren pasivamente las ofensas a la Madre de Dios!
¡Y ay de los cristianos que toleren pasivamente las blasfemias a Ella en el propio seno de la Iglesia! ¿Qué nombre poner ya a los mercenarios que fungen de pastores y son lobos feroces encubiertos, como los Masiá y Cia.?
San Luis M. de Montfort responde suficientemente a los que alegan el “peligro” de una posible devoción exagerada a María Santísima que pudiese opacar el culto debido a Nuestro Señor, como también lo hacía San Bernardo, cuando exclamaba De Santa María nunca es bastante, porque el verdadero y recto culto a Ella siempre conducirá, indefectiblemente, a un más perfecto conocimiento y culto debido a Jesucristo.
Con ese tipo de pruritos, pues, se ha ido quitando del lenguaje todo superlativo –Santísima, Purísima, Reina, etc…- para ir reduciendo progresivamente todo apelativo a Ella al mínimo posible. Restando adjetivos, en muchos casos ha quedado simplemente su nombre, María, que aunque llena al universo de belleza, es también pasible de ser equiparado con el nombre de la señora de la esquina, eliminando en la expresión vocal la hiperdulía -veneración suma- que Le es exclusiva frente a toda otra creatura, por ser la Reina de todo el Universo.
Luego está también, claro, el pretexto del ecumenismo, cuyas falsificaciones no son cosa nueva.
A este maltrato, que en lenguaje vulgar le llaman “ninguneo”, le sigue en el peldaño inferior el “respeto” a la presunta libertad de expresión (sic) que suele incluir hasta la blasfemia, en cuyo clima hediondo la ofensa es primero tolerada, luego justificada y finalmente aplaudida y livianamente secundada…
A veces explícitamente, pues, pero otras veces de manera insensible, se ha ido desdibujando el verdadero rostro de la Madre de Dios convirtiéndola en “una buena señora, como las demás” (¡¡¡??), una “Dulce Doncella” más parecida a “La Novicia Rebelde” o a un inocente dibujito animado, que a la que aplasta la cabeza de la Serpiente infernal, y que sin renunciar a toda su belleza y dulzura, es también “terrible como ejército en orden de batalla” pues Ella sola ha vencido a todas las herejías.
LA MUJER FUERTE EN LAS LETANÍAS LAURETANAS
En esta época en que la prédica feminista propaga una verdadera falsificación de la Mujer Fuerte hay que decir que ésta existe, pero su fortaleza no radica en el combate revolucionario marxista, ni en el ridículo enfrentamiento u oposición con el varón, sino en las gigantescas virtudes de la Humildad, la Obediencia y la Pureza, la tríada que enfurece y desespera a las legiones infernales.
Algunas letanías lauretanas son también muy elocuentes para meditar este misterio y paradoja. Son las que se refieren a María Santísima como Torre, ya que ésta recoge una la tradición emblemática de la mujer como atalaya, fortaleza y ciudadela con una identidad místico simbólica entre ellas, como la que hay entre María Santísima y la Iglesia, tipo de la Jerusalén Celestial hacia la cual peregrina y por la cual combate su lid el caballero  contra el Dragón infernal. 
En su esplendente belleza, es para el Vble. Obispo J. Torras y Bagés, un aliciente para nuestra perezosa voluntad en el ejercicio de la virtud, y nos recuerda entonces al Castillo Interior de Santa Teresa, en cuyo centro está el templo y la Sede del Rey.
En este sentido, la imagen de la torre o del castillo va ligada a la idea del Tesoro en íntima unidad semántica: la Mujer es torre almenada que resguarda y custodia el Tesoro -que es Cristo-, pero que asimismo debe defenderse como un tesoro. Tanto la torre como el castillo o fortaleza son signos inequívocos de la presencia de Dios y símbolos de su presencia, trascendencia y firmeza inconmovible, emblemas de Su protección que corona las pruebas de la marcha -el ascenso- o el combate.
Y lo que a Dios corresponde por naturaleza, a María conviene por gracia como Su madre. Así, Sor María Jesús de Agreda llama a Nuestra Señora “la mística Ciudad de Dios”, autorizándonos a pensar en Ella como la plaza fuerte donde el corazón halla reposo, albergue y muralla; es refugio seguro contra todo enemigo y que colma todo anhelo a quien ha librado el buen combate de la fe.
Esta simbología está presente en el periplo del héroe de la literatura medieval, en cuya concepción femenina la imagen de María Santísima ofrecía un modelo inequívoco, que hoy es reemplazado por una meretriz “liberada” tanto de la familia como de la fe, bajo los dictados de la Revolución.
NUESTRA SEÑORA NOS PIDE…
Así cobra nueva relevancia el pedido que Ella nos hizo de la Comunión  reparadora de los Cinco Sábados de mes por las peores blasfemias con que es ofendida, a saber:
1) contra su Inmaculada Concepción;
2) contra su Virginidad perpetua;  
3)  contra su Maternidad Divina, negándose al mismo tiempo a reconocerla como Madre de los hombres;
4) Las de aquellos que públicamente tratan de infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia Ella;
5) Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en sus Sagradas Imágenes.
Hoy no podemos sino ver la tremenda actualidad de este pedido, pues estas ofensas van de la mano con una proliferación nunca vista de la impureza y hasta de la misma degeneración, no sólo en el mundo sino hasta en el seno de la propia Iglesia.
No hay duda de que la saña demoníaca se ha cebado en lo que más atañe a la Encarnación -el misterio que más aborrece-, la Madre de Dios e  Inmaculada Concepción, purísima creatura, pero superior a todos los ángeles.
POR ELLO LA CORRUPCIÓN DE LA MUJER, Y A TRAVÉS DE ELLA, EL ATAQUE A LA FAMILIA, Y A LA INFANCIA.
En uno de los mensajes del Movimiento Sacerdotal Mariano, que tantos frutos de gracia ha cosechado entre sus miembros, también nos señala:
 “…Mirad cada vez más a la Mujer vestida del Sol, que tiene la misión de preparar a la Iglesia y a la humanidad para la venida del Gran día del Señor.  Los tiempos de la batalla decisiva han llegado. Ha descendido sobre el mundo la hora de la gran tribulación, porque los Ángeles del Señor son enviados, con sus flagelos, para castigar la tierra. Cuántas veces os he invitado a andar por el camino de la mortificación de los sentidos, del dominio de las pasiones, de la modestia, del buen ejemplo, de la pureza y de la santidad. Pero la humanidad no ha acogido mi invitación y ha seguido desobedeciendo el sexto mandamiento de la Ley del Señor que prescribe no cometer actos impuros. Al contrario, se ha querido exaltar tales transgresiones y proponerlas como la conquista de un valor humano y un modo nuevo de ejercitar la propia libertad personal. De ese modo hoy se ha llegado a legitimar como buenos todos los pecados de impureza; Se ha comenzado por corromper la conciencia de los niños y de los jóvenes, llevándolos a la convicción de que los actos impuros cometidos solos ya no son pecado; que las relaciones prematrimoniales en el noviazgo son lícitas y buenas; que las familias pueden comportarse libremente y recurrir también a los medios para impedir los nacimientos.
Se ha llegado hasta la justificación y la exaltación de los actos impuros contra natura, incluso a proponer leyes que equiparan a la familia la convivencia de homosexuales.
Nunca como hoy, la inmoralidad, la impureza, y la obscenidad son continuamente propagadas a través de la prensa y de todos los medios de comunicación social.(…)
Los locales de diversión, en particular el cine y las discotecas, se han vuelto lugares de pública profanación de la propia dignidad humana y cristiana. Es el tiempo en el que el Señor nuestro Dios es continua y públicamente ofendido con los pecados de la carne.
(…) Por eso os invito a andar por el camino del ayuno, de la mortificación y de la penitencia.
–A los niños les pido que crezcan en la virtud de la pureza y en este difícil camino sean ayudados por los padres y los educadores.
–A los jóvenes les pido que se formen en el dominio de las pasiones con la oración y la vida de unión Conmigo, y que renuncien a ir a los cines y a las discotecas donde está el grave y continuo peligro de ofender esta virtud tan grata a mi Corazón Inmaculado.
–A los novios les pido que se abstengan de toda relación antes del matrimonio.

–A las familias cristianas les pido que se formen en el ejercicio de la castidad conyugal y no usen nunca medios artificiales para impedir la vida, según la enseñanza de Cristo, que la Iglesia también hoy propone con iluminada sabiduría. ¡Cuánto deseo de los Sacerdotes la escrupulosa observancia del celibato y de los Religiosos la práctica fiel y austera de su voto de castidad! (…) Por lo tanto, en estos tiempos, os invito a todos a dirigir vuestra mirada a Mí, vuestra Madre Celeste, para ser confortados y ayudados.” (Dongo, 13-10-1989, aniversario de la última aparición de Fátima)
Podemos concluir entonces que el conocimiento y estima de las verdades referidas a María Santísima no son mero ornato de fe, sino algo fundamental para resistir los aires de “cambios y novedades” que haciéndose pasar por “soplo del Espíritu” no son sino tempestades aciagas que buscan derribar la Torre.
No vacilemos, pues, teniendo siempre presente que al Corazón Inmaculado de María pertenece la victoria definitiva sobre la serpiente infernal.
Con nuestro corazón encaramado en la Torre, que es también Estrella de la mañana, distingamos claramente a los enemigos del alma para combatirlos desde este refugio inexpugnable.
Nunca se nos ha dicho que debamos ser mayoría, pero sí que seamos fieles; el Pequeño Rebaño fiel, que no ha de tener miedo y perseverar como en el Gólgota, sin bajar las banderas.
Nuestra Señora de la Fidelidad, en este nuevo Año del Señor, y hasta el último suspiro, ¡ora pro nobis!
Les deseamos muy Feliz y Santa Navidad y Año Nuevo a todos nuestros lectores.
(*) El presente post fue escrito originalmente para la Revista San Miguel de Canadá, diciembre de 2018.
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Nos adherimos a la Súplica filial para que NO se confunda a los fieles elevando a los altares al obispo pro-marxista montonero Angellelli -
Agradecemos su firma en el sitio Liga Católica y difunda:
“Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Fátima, tú que has vencido al comunismo en la Unión Soviética no permitas que sus errores esparcidos por el mundo sigan haciendo estragos en la Iglesia a quien Cristo llamó a ser Luz del mundo. Madre de Dios hoy recurrimos a ti angustiadamente porque la confusión reinante quiere hacer pasar por mártir, amigo de los pobres y ejemplo de pastor a Mons. Angelelli, a quien un accidente providencial libró de que siga haciendo daño a tus fieles con ideologías marxistas que llevan a la lucha de clases, odios intestinos y a perder la fe .(…)
Madre de Dios y Madre Nuestra, no nos abandones en esta hora aciaga en que los estertores del mundo aumentan y ya se oyen las trompetas de los ángeles, míranos con ojos misericordiosos y aumenta nuestra Fe, Esperanza y Caridad ya que Cristo predijo que la fe sería difícil de hallar, la Caridad se enfriaría y a su mismo Vicario los demonios lo zarandearían como el viento al trigo. Amén.”
Mª Virginia  Mª Virginia Olivera de GristelliMª Virginia Olivera de Gristelli

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