jueves, 6 de julio de 2017

EL DÍA EN QUE SANTA TERESA DE ÁVILA VENCIÓ AL DEMONIO CON EL PODER DEL AGUA BENDITA

REDACCIÓN CENTRAL, 05 Jul. 17 / 04:17 pm (ACI).- Santa Teresa de Ávila es una religiosa, mística y Doctora de la Iglesia del siglo XVI, que en sus memorias relató cómo, tras una larga experiencia, aprendió “que no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que regresen”.
Lo que no es tan conocido son las experiencias que la llevaron a esa conclusión, que ella describe en su autobiografía, el Libro de la vida”.
“Estaba una vez en un oratorio, y se me apareció hacia el lado izquierdo, una abominable figura; le miré especialmente la boca, porque me habló, y la tenía espantosa. Parecía que le salía una gran llama del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Me dijo espantosamente que bien me había librado de sus manos, mas que él me tornaría a ellas”, reveló Santa Teresa al inicio del Capítulo 31 de su obra.
Luego, asustada, trató de espantarlo con el signo de la Cruz. El demonio la abandonó, pero pronto regresó. Esto sucedió varias veces, hasta que notó que tenía agua bendita cerca: “Dos veces me sucedió esto. Yo no sabía qué hacer. Tenía allí agua bendita y lo eché a aquella parte, y nunca más retornó”.
En otro momento, Santa Teresa escribió que el demonio estuvo cinco horas atormentándola “con tan terribles dolores y desasosiego interior y exterior, que no sabía si podía soportar más. Las que estaban conmigo estaban espantadas y no sabían qué hacer ni yo cómo valerme”.
La santa admitió que solo encontró alivio después de pedir agua bendita y arrojarla al lugar donde vio a un demonio cerca. Es en la explicación de este hecho que se da a conocer su cita más famosa.
“Tras muchas ocasiones, tengo la experiencia de que no hay nada como el agua bendita para hacer huir a los demonios y evitar que regresen. De la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita”, señaló.
Más tarde, aseguró que conoció la consolación del alma luego de tomar el agua, que le generó “como un deleite interior” que la confortaba.

“Esto no es un antojo, ni cosa que me ha acaecido sola una vez, sino muchas, y he mirado con gran advertencia. Digamos, es como si uno tuviese mucho calor y sed, y luego bebiese un jarro de agua fría, y sintiera un gran alivio. Considero que es una gran cosa todo lo que está ordenado por la Iglesia, y me conforta mucho ver que tengan tanta fuerza aquellas palabras, que así se pongan en el agua, para que sea tan grande la diferencia con lo que no es bendito”, continuó. 

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