viernes, 7 de septiembre de 2012

EL CARDENAL MARTINI, PATRONO DE LA SANTA ESPERA DE LO QUE NUNCA IBA A LLEGAR



Aunque tengo por norma no criticar a ningún clérigo, después de varios días de reflexión, he pensado que las declaraciones del extinto Cardenal Martini merecen algunas reflexiones en este blog.

No voy a hacer un análisis exhaustivo, simplemente voy a intentar ir a la esencia de todo este asunto, por lo menos un intento.

Martini, después de algunos libros, después de no pocos artículos, después de mucha conferencia (seguida de los rituales aplausos, meramente rituales), después de muchas palabras, nos viene a decir que lo que necesita la Iglesia para renovarse, para ir con los tiempos, para ser moderna, es afirmar que lo que es pecado, ya no es pecado.

Esto no es una mala simplificación, es lo que verdaderamente dice. Lo dice más largo, más complicado, más barnizado, pero, vamos, que dice eso, exactamente eso, y nada más que eso. El resto son florituras eclesiales alrededor de este asunto.

Bien, esa receta ya mil veces probada en muchas diócesis, no merece ni ser analizada. Ya lo han hecho muy bien los arqueólogos eclesiales con vocación de escarbar entre las ruinas. Pertenece a la arqueología setentera que tan lejos queda para nosotros, los contrarrevolucionarios del siglo XXI.

Pero yo, que vivo en Roma, he preguntado a algún sacerdote de Milán y diócesis limítrofes si la archidiócesis de Martini era el paraíso eclesial que se debería esperar de un arzobispo que ha tenido plenos poderes durante tanto tiempo. Y parece que no. ¿Martini hubiera realizado en la Iglesia Universal una maravillosa y formidable renovación, cuando no la hizo ni en su propia diócesis?

El post era tres veces más largo, lo he borrado. No quiero después tener que ir a confesarme de faltar a la caridad, ni contra un cardenal ni contra un monaguillo. Martini, el amado de los periodistas. Muchas cosas se pueden decir de él. Ninguna cosa negativa diré de él. Simplemente me limitaré a recordar que Dios no lo eligió para guiar su Iglesia.

Su presencia era majestuosa, su rostro noble, su mirada inteligente. Pero no, no fue él el elegido por Dios.

PUBLICADO POR PADRE FORTEA

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