jueves, 5 de julio de 2012

LUCIANI ADMIRABA A SOLJENITSIN Y SE LO DEMOSTRÓ NADA MÁS PUBLICARSE «ARCHIPIÉLAGO GULAG»


Otros boicoteaban el libro.

El futuro Juan Pablo I era anticomunista sin complejos y también se hizo enseguida una idea propia del Concilio Vaticano II.

Al tiempo que la positio de la beatificación de Juan Pablo I está a punto de ser concluida, se ha publicado en Italia una exhaustiva obra sobre el Papa Albino Luciani (1912-1978), uno de los Pontificados más breves de la Historia: los 33 días que transcurren entre su elección el 26 de agosto y su muerte imprevista el 28 de septiembre.

La biografía, de 734 páginas, se titula Juan Pablo I. Albino Luciani, su autor es Marco Roncalli y L´Osservatore Romano de este jueves le dedica un extenso artículo donde destaca algunos momentos de la vida del que sería patriarca de Venecia antes de convertirse en el obispo de Roma.

EN APOYO A SOLJENITSIN
Entre ellos, la firmeza de su anticomunismo en una época en la que era muy difícil en Italia adoptar esa posición. Ya en la posguerra, Luciani no se apuntó al fácil antifascismo con Benito Mussolini muerto, y teológicamente mantuvo una línea tomista clásica que le llevó, por ejemplo, a criticar la filosofía de Antonio Rosmini (1797-1855), entonces y ahora objeto de discusión, cuando leyó su tesis en la Pontificia Universidad Gregoriana. Y en 1967, siendo obispo de Vittorio Veneto, escribió para sus sacerdotes un Pequeño Syllabus (a ejemplo del que promulgó Pío IX en 1864) con una síntesis de los errores contemporáneos en materia de fe.

"En la experiencia de postguerra maduró un anticomunismo que le acompañó toda la vida", afirma el articulista de L´Osservatore Romano, Roberto Pertici. Y aporta un dato concluyente, extraído de la biografía de Roncalli.

El 20 de diciembre de 1973 se publicó en París Archipiélago Gulag, de Alexander Soljenitsin, Premio Nobel de Literatura en 1970. Enseguida se tejió en torno a esa obra una red de silencio y boicot -por lo demás totalmente ineficaz, pues el libro fue un best seller en todo el mundo- por parte de la izquierda en los países occidentales. Pues bien, al patriarca de Venecia, hombre de extraordinaria curiosidad intelectual y sentido periodístico, le faltó tiempo para hacerse con un ejemplar, leerlo y recomendarlo públicamente. Fue apenas diez días después de la salida del libro, en su homilía del 31 de diciembre. Algo que no vieron nada bien incluso quienes en el seno de la Iglesia hacían el juego a la campaña contra el texto del disidente ruso.

Año y medio después, el 18 de junio de 1975, tres días después de unas elecciones administrativas que habían supuesto una gran victoria del Partido Comunista de Italia, volvió a citar Archipiélago Gulag en una carta pastoral: "Nos falta conciencia de la situación real", lamentaba en una época en la que todavía había quien negaba la evidencia de la represión comunista.

Y en 1977, apenas un año antes de ser elevado a solio pontificio, el cardenal Luciani ayudó a una reunión de disidentes socialistas críticos con la Unión Soviética que tuvo lugar en Venecia.

ANTE EL CONCILIO, CONTINUIDAD SIN RUPTURA
Según la biografía de Marco Roncalli, el futuro Juan Pablo I tenía también una idea propia del Concilio Vaticano II, que L´Osservatore Romano sitúa en línea de la "hermenéutica de la continuidad" de Benedicto XVI.

Eso no era sencillo de aplicar en aquellos años, y el patriarca de Venecia tuvo problemas "en las relaciones con el clero de la ciudad y con algunos ambientes intelectuales". Roncalli se pregunta si al cardenal Luciani se le apagaron, en torno a 1969, los entusiasmos del Concilio. Pero concluye que no fue él quien cambió, sino el contexto histórico, que pasó del "reformismo" de la primera mitad de los sesenta al "radicalismo" de la segunda mitad del decenio.

Ante esa ola, Luciani permaneció firme y apegado a la sencillez y simplicidad en la transmisión de la fe que caracterizaron al llamado "Papa de la sonrisa".

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