jueves, 5 de enero de 2012

EPIFANIA. LA MANIFESTACION DE DIOS AL HOMBRE


Los judíos [pastores y
gente sencilla] fueron conducidos a él por el anuncio del ángel; los magos [gentiles],
por la indicación de una estrella.
Estrella
esta que confunde los vanos cálculos y las adivinanzas de los astrólogos,
puesto que mostró a los adoradores de los astros que quien debía ser adorado
era el creador del cielo y de la tierra. En efecto, quien al morir oscureció el
sol antiguo, él mismo al nacer manifestó la nueva estrella. Aquella luz dio
comienzo a la fe de los gentiles, aquellas tinieblas fueron una acusación
contra la perfidia de los judíos.
¿Qué
estrella era aquella que jamás había aparecido antes entre los astros ni
permaneció después para que pudiéramos verla? ¿Qué otra cosa era sino la
extraordinaria lengua del cielo
aparecida para narrar la gloría de Dios y proclamar con su inusitado fulgor el
inusitado parto de una virgen, a la que había de suceder, una vez desaparecida
ella, el Evangelio por todo el orbe de la tierra?
Finalmente, ¿qué dijeron los magos al llegar?
¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? ¿Qué significa esto? ¿Acaso no
habían nacido antes numerosos reyes de los judíos? ¿Por qué tanto empeño en
conocer y adorar al rey de un pueblo extraño? Hemos visto, dijeron, su estrella
en el oriente, y hemos venido a adorarlo. ¿Acaso le buscarían con tanta
devoción, le desearían con afecto tan piadoso, si no hubiesen reconocido en el
rey de los judíos al que es también rey de los siglos? (San Agustín, fragmento sermón 201,1)

San Agustín se
plantea una serie de preguntas interesantes sobre la narración de la Epifanía.
¿Qué estrella había llevado a los Magos? ¿Qué dijeron los Magos al llegar?

Tal como indica
San Agustín, los pastores eran judíos sencillos, mientras que los Magos eran
gentiles instruidos. Dios se manifestó a ellos por medio de dos signos muy
interesantes: un Ángel fue quien llevó la buena noticia a los pastores,
mientras, una estrella fue quien dio la misma noticia a los Magos. Los Magos
llegaron sabiendo qué buscaban: al Rey de Israel, el pueblo elegido. Es
evidente, como indica San Agustín, que eran conscientes que el Rey de Israel
era también Rey del mundo y Rey suyo. La estrella les informó tanto del dónde,
como del cuándo y el Quién.

Dios nos habla
de forma personal a cada uno de nosotros. Algunos reciben la noticia de un
Ángel. A otros, es la ciencia la que le indica el camino. Pero en ambos casos
hay un elemento común: la humildad y la limpieza de corazón.

Los corazones
cerrados y las mentes llenas de soberbia, no son capaces de oír la “extraordinaria lengua del cielo
aparecida para narrar la gloría de Dios”. La misma estrella que guía a los
Magos, “confunde los vanos cálculos
y las adivinanzas de los astrólogos” que se creen sabios y
entendidos. Esto sabios de corazón cerrado y mentes llenas de soberbia, son
incapaces de entender que la Palabra que nace en nuestros corazones y acampa en
las mentes.

Ojalá podamos
decir nosotros, “Hemos visto su estrella en el oriente, y hemos venido a
adorarlo”, ya que significará que estamos dispuestos a adorar y aceptar al
Señor.

El texto de San
Agustín no dice nada de la vuelta de lo Magos. Avisados en sueños, deciden
volver por otro camino, a fin de evitar encontrarse con quienes desean la
muerte del Salvador. Todavía no era el tiempo de dar testimonio ante los
gentiles que no son capaces de oír el mensaje. Habrá que esperar al Bautismo de
Cristo para que Juan el Bautista proclame al mundo abiertamente:

«He ahí el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que
se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Y yo no le conocía,
pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.»
(Jn 1,29-31)

A partir de ese
momento, la Palabra se manifestará de manera completa a todos los pueblos.
¿Afecta la Epifanía al ser humano del siglo XXI? Quizás esta celebración haya
quedado oscurecida por la vorágine del consumismo navideño y de los regalos a
los niños. Pero la Epifanía de nuestro corazón no necesita de un día concreto.
Más bien deberiamos aspirar a que el Señor se manifieste en nuestra vida todos
los días del año.

Néstor
Mora Núñez

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