viernes, 11 de septiembre de 2009

PARA VIVIR EN PLENITUD


Les voy a recomendar hoy el sistema más perfecto que yo conozco para vivir en plenitud.

Ese sistema no es otro que el perdón. Como lo oyen. Mejor dicho, como lo leen. Que sí, que es verdad, no me miren con esos ojos incrédulos. Pedir perdón es el mejor relajante. Ríanse ustedes de calidades de vida. A otro perro con ese hueso. Saber pedir perdón - ya me permitirán la expresión - es el mayor afrodisíaco del alma. Requiere sinceridad y humildad, dos virtudes que ya de por si son el fundamento de toda felicidad duradera.

Cuando uno perdona el corazón vuelve a sonreír, pero si es uno el que pide perdón… ¡Ay entonces! La satisfacción es tal que sentimos el verdadero orgullo de ser hombres. Nos vemos completos. No hay sexo que lo iguale ni dinero que lo pague. Es un gozo verdaderamente divino. Porque hemos comprendido la esencia del amor, el secreto de toda fidelidad. Me atrevo a decir que es entonces cuando nuestra vida adquiere su envergadura más real. Justo cuando se humilla.

Para muchos es algo inconcebible. “¿Pedir perdón yo?” “¿Yo?”. Y eso yo se hincha de gestos grandilocuentes, terco en su estúpida soberbia. Prefiere la ruptura al abrazo, la tristeza al beso. Sí, la tristeza. Una tristeza que no por ignorada deja de existir. Una tristeza parásita que nos pone de mal humor y que escupirá su bilis sobre el primero que pille. Todo menos reconocer el propio error.

Prueben por favor. Prueben a pedir perdón. Aunque cueste. Cuanto más cuesta mayor es la recompensa: esa alegría que fundamenta todo lo demás. Pedir perdón a Dios, a nuestra mujer, a un amigo… Es entonces cuando el tiempo se multiplica por la eternidad. Cuando cualquier contradicción ya no importa. Porque sentimos el vigor del amor y una emoción intensa que nos hace comprender que nuestra razón de ser está en la felicidad de los demás.

Nos engañan con cabriolas verbales y estímulos exclusivamente materiales. ¿Eso es la calidad de vida? ¿Eso es todo lo que el mundo puede ofrecer a las almas? ¡Qué insensatez! Amar, amar, amar. Esa es la verdad. No se conformen con sucedáneos que narcotizan la esperanza. Experimenten sensaciones fuertes. Amen hasta el final. Aunque algunos no lo crean el amor es para siempre. Pedir perdón nos hace omnipotentes. Y no quito ni una palabra.
Guillermo Urbizu

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