lunes, 21 de septiembre de 2009

NOS ILUMINAN


GALILEO GALILEI

ECLESALIA, 21/09/09.- Estamos celebrando el Año Internacional de la Astronomía al conmemorarse que en el año 1609 Galileo Galilei apuntó por primera vez al cielo con un telescopio. Fue el comienzo de 400 años de descubrimientos que aún continúan.

Me gusta tener mi propia galería de cristianos ilustres, que no sólo incluye a algunos santos de mi particular devoción, sino a hombres y mujeres que han vivido en medio de la polémica o cuyas vidas no siempre han sido ejemplares, pero que están iluminadas por la dignidad especial que concede a una persona el haberse dejado la piel por ser consecuente con su conciencia. Hay muchos cristianos de a pie que pueden estimularnos en nuestra lucha diaria por ser fieles al evangelio en el siglo XXI. Entre ellos está Galileo Galilei, investigador y buscador de la verdad, condenado por la Iglesia y reconocido luego como uno de sus hijos ilustres.

Galileo es un paradigma para nosotros ante esta efervescencia de la investigación científica y de los cambios sociales que vivimos. Nos impresiona su legado principal, que fue la puerta de grandes avances en la comprensión del cosmos. Pero no es menos importante su itinerario espiritual y de fe.

Es difícil conocer cómo vivió Galileo esa condena de su obra y sus descubrimientos. Todavía influenciados por esa falsa leyenda del "eppur si muove" (y sin embargo se mueve), frase que se atribuye a Galileo al pronunciar la fórmula de abjuración que le impuso el Santo Oficio, es preciso descubrir al hombre real. ¿Cuál fue su reacción íntima, cómo respondió interiormente al Señor desde su arresto domiciliario, cómo encajó el abandono o la traición de antiguos amigos y benefactores tras la sentencia de la Inquisición?

No todos renegaron de él. Casi ciego y necesitado de ayuda, un hombre de la talla de San José de Calasanz envió a vivir con él a dos escolapios que le asistieran en sus trabajos y aprendieran de su sabiduría. Es un ejemplo de que no todos los católicos de entonces vieron con buenos ojos aquella condena.

También existen hoy "galileos" en la Iglesia, silenciados, condenados, apartados de la docencia o la pastoral... Galileo y su historia nos iluminan, tanto para pensarnos dos veces cuando condenamos a alguien cuanto para vivir con paciencia y confianza en el Padre ante el castigo injusto o ayudar al silenciado.
Juan Yzúel

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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