lunes, 28 de septiembre de 2009

PARA MEDITAR LAS PALABRAS DEL SALVE REGINA


Te saludamos con sonrisas, flores, y canciones. Oh María, la mujer más digna del amor.

En el Mes de Octubre recordamos el Rosario, meditemos esta oración para disfrutar más esta oración.

Dios te salve.
Te saludamos con sonrisas, flores, y canciones Oh María, la mujer más digna del amor. Desde niño me enseñaron esta oración mis padres queriendo que yo te amara y venerara como ellos lo hacían. Y desde entonces sigo rezando y cantando esta bella plegaria todos los sábados y a la hora del rosario cotidiano. Dios te salve, maravilla de mujer y de Madre, lirio hermoso de los valles y praderas. Pensando en Ti me vuelvo poeta me dan ganas de cantar. Mis versos son para Ti, mis canciones te las canto a Ti.

Reina y Madre de misericordia.
Lo que más necesitamos es misericordia, porque somos infinitamente miserables. Tu amor inmenso hacia tus hijos se convierte en océano de bondad, de misericordia, y de piedad. Te agradecemos tu amor, tu virtud excelsa, veneramos tu grandeza incomparable pero sobre todo agradecemos la misericordia de tu rostro y de tu corazón. Tienes ojos y corazón hechos de bondad. Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…

Vida nuestra.
Nos animas a vivir, haces feliz nuestra vida, nos otorgas calidad de vida, porque contigo vale la pena vivir. No vamos solos por la vida. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Tú lo dijiste. Y cumples las promesas.

Dulzura.
Suavidad, serenidad, paz. Contigo estamos al abrigo de tormentas y huracanes. Tu corazón es refugio montañero, es brisa de primavera, es cantar de pajarillos, es cristalina fuente, dulzura de la vida, de mi vida.

Y esperanza nuestra.
Todo lo espero de Dios por medio de Ti, porque Dios te ama muchísimo y Tú me amas muchísimo. Contigo no cabe la desesperanza y la tristeza. En las orillas de tu manso río crecen los pastos y las flores en toda estación. Tú eres una eterna primavera, rosal florido, perfumado, digno de contemplarse. De Ti lo espero todo y más de lo que esperan todos los niños de sus mamás. Espero que me lleves al cielo. Espero que me hagas feliz. Espero contemplarte en el cielo en un éxtasis de amor. Eres hermosísima paloma blanca que vuelas en mi jardín. Alegras mis días y mis noches. Me haces sonreír y mirar hacia delante con ilusión y entusiasmo. La vida sin Ti no tendría sabor ni sentido. Pero contigo sí quiero vivir. Quiero contemplarte en el lirio del campo, en la rosa perfumada, en el blanco clavel, en todas las flores de las praderas, en las estrellas de la noche.

Dios te salve.
Te saludamos, te cantamos, te llevamos mañanitas, Oh dulce madre. Dios te salve. A Ti llamamos los desterrados hijos de Eva. Fuimos hijos de Eva para desgracia nuestra. Pero somos hijos tuyos para completa felicidad. Si triste y dura fue la herencia de nuestra madre Eva, inmensamente rica es la herencia que nos viene de Ti. El destierro se dulcifica porque Tú nos acompañas cada día. Así nuestro desierto florece y se vuelve llevadero. ¡Qué dura sería la vida sin tu dulce compañía! ¡Qué cardos, qué espinas no produciría! Pero entre los cardos y espinas tu mano amorosa ha plantado muy bellas rosas.

A Ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Siempre nos quedas Tú. En medio de los peligros eres refugio, pararrayos contra la justa ira de Dios. En medio de las lágrimas, eres consuelo. Tus hijos pueden sufrir, por ser ley de todos, pero nunca desesperan. Saben mirar a través de las lágrimas tu rostro materno que les llena de esperanza.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra
El nombre de abogada significa defensora. Tú nos defiendes del maligno, del que atacó a nuestra madre Eva en el Paraíso, y la hirió pasándonos la herida. Tú nos libras de peligros y tentaciones que nos pudieran hacer perecer. Contigo llevamos la frente alta por la vida, hasta el destino final que es el cielo. Desde allí intercede ante tu Hijo por cada uno de tus hijos, por mí también.

Vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos.
Sí, tus ojos... Yo quiero asomarme a tus ojos, contemplarlos, porque sólo de mirarlos me curo de mis tristezas, su alegría se me contagia, su pureza infinita se me participa. Tus ojos, Madre Virgen, son océano de gracia y de pureza. Por eso necesito mirarlos, contemplarlos, para que la bienaventuranza de los puros de corazón me toque a mí también. Nos miras con amor y misericordia. Necesitamos de ambas realidades a morir. Porque somos débiles y miserables en abundancia. Misericordia es lo que suplicamos. Suplicamos a la misericordiosa Virgen. Suplicamos a la más amorosa Madre. A través de tus ojos aspiramos esa misericordia y ese amor. Es lo mejor que nos puedes regalar. Eres misericordia y eres amor, dos realidades que heredaste de Dios, para regalarlas a tus hijos.

Y, después e este destierro
Destierro, porque la patria no está aquí. Porque la tierra, que es en sí hermosa, se nos vuelve inhóspita y agraz, al pensar en el cielo. Destierro, porque aquí te tenemos y tenemos a Dios, pero todavía no es del todo y para siempre. Podemos perderte, podemos perder a Dios, ¡Oh terrible posibilidad! En el cielo Tú serás nuestra y nosotros tuyos del todo y por toda la eternidad. ¡Qué inmensa beatitud!

Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Lo más grande que Tú tienes es Jesús. Muéstranoslo, queremos verlo, conocerlo, amarlo entrañablemente. Desde que fuiste Madre de Jesús, nunca podrás separarte de Él, es tu hijo. Pero lo mismo que a Él, nos has engendrado a cada uno de nosotros. Somos por eso sus hermanos y tus hijos. Ser hijo no siempre es bien valorado por éste pero ser madre es muy bien conocido por ella. Yo no conozco bien lo que significa ser tu hijo, pero Tú sí sabes lo que significa ser mi madre. Jesús es el hermano mayor y especial. Debemos asemejarnos a Él. Danos la gracia de conocerlo como Tú lo conoces: Un Dios amor que nos quiere hasta la muerte de cruz, que nos dio a su Madre, a Ti, para cada uno. Déjanos ver su rostro, déjanos conocer su corazón, concédenos amarlo con todas nuestras fuerzas.

Oh clemente, Oh piadosa, Oh dulce Virgen María.
Clemente, piadosa y dulce: la trilogía de la misericordia encarnada en Ti. Permítenos beber en tu fuente el agua dulce de tu piedad. Estamos tan necesitados de clemencia, dulzura y piedad. Pero tu fuente rebosa de esa agua pura. Virgen María dulce: Eres el rosal sin espinas, belleza de rosas perfumadas: corremos al olor de tus perfumes. Virgen María clemente: De Dios lo aprendiste, Oh Madre del hijo pródigo. Si algo sabes hacer con excelencia, es el arte de la misericordia con tus hijos pecadores. Necesitamos tanto tu capacidad de compasión, porque somos pecadores maltratados por Satanás. Virgen María piadosa: Te compadeces del pecador, de sus heridas purulentas, no queriendo ver su culpa. Respondes con piedad y misericordia a la negra ingratitud, como tu Hijo. Misericordia del Hijo, misericordia de su Madre. Gracias por ser dechados de piedad para nosotros, que, si algo necesitamos, es misericordia y piedad.
Autor: P. Mariano de Blas LC

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