DESCANSO DEL ALMA
¿Quién
no ha sentido en algún momento la necesidad de descansar?
Por: Javier
Castellanos | Fuente: http://lcblog.catholic.net
¿Quién no ha sentido en
algún momento la necesidad de descansar? Después
de un trabajo o un estudio prolongado, unas horas de sueño o unos días de
vacaciones vienen de maravilla, y una concentración de la mente en un objetivo
exigente se compensa con la distracción del deporte o un pasatiempo. Si nos fijamos con atención en nuestra vida, es necesario también un
descanso más profundo; aquel que necesita el alma, que no se obtiene sólo con vacaciones o distracciones y que
nos quitaría el peso de tanto desasosiego interior… ¡Eso
es! El descanso que prometió Jesús a sus apóstoles:
Venid a mí, todos los que
estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para
vuestras almas. (Mt 11,28-29)
Espero que estas reflexiones nos ayuden a
apreciar mejor las palabras de Cristo, recorriendo algunas escenas de la
Escritura. Espero también que estas palabras y estas escenas puedan
iluminar y guiar nuestra propia vida.
I.
VEMOS EN PRIMER LUGAR EL DESCANSO DE LA TIERRA PROMETIDA.
Esto es lo que la Biblia en griego llama “katapausis”. Después de tantos siglos de trabajos
forzados en Egipto, después de un camino largo y pesado en el desierto durante
cuarenta años, después de batallas y batallas con los pueblos de Canaán,
finalmente se establece el reino de Israel. David y Salomón llegan a un período
de paz. Incluso se construye un templo en el corazón de Jerusalén. Se cumple
así la ansiada espera, y la historia se resuelve con el reposo del pueblo
elegido y de Dios en medio de ellos. El rey Salomón entonces pronuncia estas
palabras: “Bendito
sea el Señor, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que había dicho;
ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado…” (1 Re 8, 56)
El Señor nos ha prometido
una meta al final del camino. La lucha y el trabajo no serán en vano. Aunque
parezca que la fatiga se alarga, y que no vemos colmada nuestra esperanza, al
final Dios cumplirá sus promesas. Él llevará a término su obra en
nuestro corazón y, una vez concluida, podremos descansar en él. Sólo tenemos que mantenernos unidos a su Palabra
con la esperanza viva. No podemos permitir que con el tiempo y las preocupaciones
se endurezca el corazón, como le pasó a Israel en el desierto (Sal 95, 8-11).
Cada día tenemos que renovar nuestra intención de mantenernos en el camino de
Dios, si queremos entrar finalmente en el lugar de descanso que Él nos ha
reservado.
II.
ANAPAUSIS
Pero Jesús quiere decir algo un poco diverso. Él
habla de un reposo que los evangelistas describen con la palabra “anapausis”. Se trata de la serenidad que nos abre a un
nuevo día y que se percibe en el silencio de cada amanecer.
Es el reposo de la nueva creación que ha logrado muriendo en la cruz, bajando a
los infiernos y alzándose del sepulcro. No fue en vano tanta fatiga. No acabó
en el silencio de la muerte, sino que dio el paso a una nueva vida.
Sólo el que sigue a Cristo
tomando el yugo de la cruz llega a poseer esta sabiduría (Sir 51, 34-35). Es el descanso de quien renueva
sus fuerzas directamente en la fuente. Es el reposo que llena de ánimo para
comenzar de nuevo, no importa lo que se haya padecido antes. Cada día se puede
retomar la lucha, porque la sangre de Cristo nos regenera sin cesar. Entonces
sí se cumplen plenamente las promesas de los profetas sobre un Dios que vive en
medio de su pueblo (Is 66,1). Él mismo derrama sobre su Iglesia toda la
vitalidad del agua sobre la tierra reseca, la misma vitalidad que sana las
heridas y da el vigor a los miembros cansados.
III.
DESCANSO DE LAS PROMESAS CUMPLIDAS
San Jerónimo, además, desdobla el sentido de
esta palabra y la traduce de dos maneras diferentes. La primera vez nos habla
del descanso que restaura. En latín se habla de “refectio” (Mt 11, 28), es
decir, de un re-hacerse, tal como hemos visto más arriba. Pero poco después leemos la palabra “requies” (Mt 11, 29), que nos describe la tregua
al final de una guerra. Es el descanso después de una larga tensión, el final
de un gran problema que buscamos solucionar. Por fin se ha alcanzado el
objetivo, y ahora sí el alma queda saciada…
Este descanso se parece mucho al de las promesas
cumplidas. Sin embargo, no es sólo la
obra de Dios que llega a su fin en nosotros, sino también nuestro corazón que
ha encontrado lo que buscaba con tanta inquietud. Porque la verdadera tierra
prometida, esa que hace descansar lo más profundo del alma, no es ni un lugar
ni una situación sin problemas: la tierra prometida
es un Rostro, es una Persona divina que se ha hecho carne y que ha habitado
entre nosotros.
Cristo es el auténtico descanso
para nuestras almas. Tomemos,
pues, su invitación: “Venid a mí…”. ¿Cómo ir a Jesús? Él nos propone unos pasos
concretos:
“Tomad
mi yugo sobre vosotros... aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón… Y
hallaréis descanso para vuestras almas.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario