San Guinefort fue un perro galgo.
Sucedió
que el padre de familia al llegar a su casa y teniendo un bebito, vio aparecer
al perro con la boca ensangrentada. Tomó su espada y de un tajo decapitó a
Guinefort, suponiendo que había atacado a su hijito. Cuando ingresó al cuarto
vio al bebe sano y entre sábanas ensangrentadas una víbora muerta por el perro
fiel.
Asumiendo
su pecado de prejuzgar, enterraron al perro en una tumba especial, entre
árboles. Así los vecinos llamados por la piedad católica, ante su acción
protectora, empezaron a llegar y pedir por la sanación de sus niños. El perro
desde su otra vida en el cielo concedía milagros para las niñas y los niños;
fue así que lo llamaron: san Guinefort, el único perro santo de la iglesia.
Su culto
fue prohibido pero no apagado. Esta leyenda viene del año 1250, de la región
Lyon de Francia; hace 769 años. En su estampita se acompaña de las letras
griegas IΣ y XΣ / Ἰησοῦς Χριστός = Jesús Cristo. Bendito sea el nombre de Jesús. San Guinefort,
ruega por nosotros.
Alejandro Smith Bisso
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