EN COMA, UNA VISIÓN DE SU ALMA CONDENADA LE HIZO COMPRENDER LA IMPORTANCIA DE UNA BUENA CONFESIÓN
JORGE ARROYAVE RELATA CÓMO DIOS LE HIZO VER LOS
RIESGOS PARA EL ALMA DE UNA CONFESIÓN MAL HECHA.
Jorge Arroyave es ingeniero de
sistemas y trabaja en una importante empresa de finanzas de Colombia. Casado desde hace 9 años, tiene 4 hijas y
lleva 12 años en el apostolado Ciudad de Oración. Tras enfermar gravemente de Covid19, pasó 70
días hospitalizado. Debatiéndose entre la vida y la muerte,
cuenta que estando en coma, tuvo una visión de su alma
condenándose. Hoy, lo describe como su segunda
oportunidad para cambiar de
vida.
El 28 de mayo de 2022 cambió,
literalmente, la vida de Jorge. Este miembro del apostolado de Ciudad de Oración relata
que, lejos de recuperarse al décimo día de contraer Covid19, empeoró
irremediablemente hasta que fue intubado en la UCI seis
días después de ser ingresado. Solo le daban un 30% de posibilidades de sobrevivir.
Tras confesarse y en estado
crítico, Jorge recuerda meses después como "un
acto de soberbia" pensar que ya estaba preparado para morir. Y es
que, en una visión durante el coma, "el Señor
me mostró que no lo estaba".
LA
IMPORTANCIA DE UNA BUENA CONFESIÓN
En un primer momento, relata que
vio "un lugar supremamente iluminado, donde
una luz cegadora pero cálida y hermosa" le envolvía por completo. "El señor puso en el corazón que era Él, y era
tanta la felicidad que no
quería volver y le decía que se encargase de mi esposa y de mis hijas", relata.
Sin embargo, explica que también
había "como dos luces en el centro que
eran Jesús y María", a los que no podía ver. Pronto
supo que no podía verles porque no estaba en gracia, y entendió que el motivo
era que, pese a haberse confesado en varias ocasiones, estas "habían sido nulas porque no tenía propósito de
enmienda".
"Siempre he
sido demasiado tibio y posiblemente mis confesiones no agradaran a Dios porque
podía confesar uno o dos pecados pero olvidar otros. Muchas confesiones no las hacía
bien porque no confesaba todo lo que debía", menciona.
Concretamente, se refiere a la
importancia de acudir a la confesión con un
buen propósito de enmienda: "Cuando uno
no lo tiene, la confesión tampoco es válida y estás abusando de la misericordia
de Dios".
Conoce aquí 11 consejos para hacer
una buena confesión.
EL
PECADO, COMO "UNA PARED DE CARNE CHAMUSCADA"
Fue entonces cuando, en su
visión, su alma ya no estaba en el cielo, sino en el infierno, y comprendió el
estado de su alma.
"Me encontré
enterrado, inmóvil. Empecé a ver una pared gigante de carne chamuscada y
putrefacta y reviví todos los pecados de impureza que había cometido, de
pensamiento, palabra, obra y omisión. Los veía todos y cada uno de ellos me
taladraba el corazón", menciona.
Posteriormente, relata que su
visión se trasladó a primero a "un fango de
agua estancada, también enterrado", donde vio "todos
los pecados de maledicencias, de mentiras y de burlas". Por
último, vio un bosque y sintió un gran frio ante lo que representaba el odio y la venganza, "un
pecado grave que va contra el mandamiento de no matar, incluso el solo hecho de
pensarlo".
Fue en este tercer escenario
donde Jorge supo que, en la visión, su alma estaba
condenada. "Lo peor no era solo vivir con esos pecados, sino saber
que los podía haber evitado todos y
que perdí a Dios para toda la vida, que ya no escucha y no hay felicidad ni
amor".
También menciona que no podía
rezar. "Era tanto el dolor que trataba de
invocar a la Virgen y decir un avemaría, pero no era capaz, se me trababa la
lengua", recuerda.
Al saber mediante una
visión durante un coma que iba a condenarse, el colombiano Jorge Arroyave ha
emprendido una nueva misión de santidad en su vida.
LA
ORACIÓN DE LOS NIÑOS, "LUCES" DE SANACIÓN
Entonces el sufrimiento terminó,
dando paso al recuerdo de un tercer momento, en el que "el Señor me mostró la misión de la vocación a la santidad de los niños, dirigida a los padres, padrinos e incluso amigos de las
familias, que tenemos la misión de guiar a los niños a la santidad".
"Veía
unas almas, como si fuesen luces, que estaban agarradas bailando y dando vueltas. Sentí que el Señor me
mostraba las almas de los niños puros que rezan por nosotros y especialmente
por los agonizantes, como yo lo estaba",
recuerda. Entonces, aquellas almas se dispersaron, una de ellas le
cogió de la mano y despertó.
Al concluir el coma, supo que
junto con su familia, amigos, monjas y compañeros de su apostolado por todo el
mundo, fueron muchos los niños y niñas que le encomendaron en sus oraciones.
SU
IMPORTANTE MISIÓN... Y LA DE TODOS LOS PADRES
"El Señor se
valió de la oración de esas almas para mostrarme la misión tan grande de guiar a
los niños a la santidad, porque son nuestro futuro, las próximas
generaciones que no se pueden perder. Nosotros, los padres, tenemos la misión
de llevarlos a la santidad y tienen la posibilidad de salvar almas agonizantes
con su oración", explica.
Hoy, Jorge agradece a Dios esta "una segunda oportunidad" para cambiar de vida, y quiere que su
historia "sea objeto de esperanza, para que
cada uno -como él mismo- se mire a sí mismo
y vaya a la confesión de verdad, con arrepentimiento".
"La mayor
esperanza que tengo tras esta visión es saber a qué me enfrento y saber que
debo reparar [mis pecados]. Hoy, mi misión es ser santo, llevar a Dios a
todo el que conozca y decirle a muchos que se acerquen a medios
de formación para buscar la santidad",
concluye.








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