Por: Antonio Royo Marín | Fuente: Teologia de la perfección cristiana
Doctrina teológica sobre los demonios. —He aquí,
brevísimamente expuesta, la doctrina de la Iglesia sobre los demonios y las
principales conclusiones a que han llegado los teólogos partiendo de los datos
revelados
1) Es de
fe que existen los demonios, o sea, un número considerable de ángeles que
fueron creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos por su propia culpa.
2) Los
demonios ejercen, por permisión de Dios, un maligno influjo sobre los hombres,
incitándoles al mal y a veces invadiendo y torturando sus mismos cuerpos.
3) En
medio de los asaltos y torturas de los demonios, la voluntad humana siempre
permanece libre. La razón es porque—como explica Santo Tomás de Aquino —la
voluntad sólo puede ser inmutada de dos maneras: intrínseca
o extrínsecamente. Ahora bien: sólo Dios
puede moverla intrínsecamente, ya que el movimiento voluntario no es otra cosa
que la inclinación de la voluntad a la cosa querida, y sólo Aquel que ha dado
esa inclinación a la naturaleza intelectual puede inmutarla intrínsecamente;
porque así como la inclinación natural procede del Autor de la naturaleza, así
la inclinación voluntaria no viene sino de Dios, que es el autor de la misma
voluntad. Extrínsecamente, la voluntad puede ser movida de dos maneras: a) Efficaciter, o sea, actuando sobre el mismo
entendimiento y haciéndole aprehender el objeto como bien apetecible (y en este
sentido sólo Dios puede mover eficazmente la voluntad, porque sólo Él puede
penetrar directa e intrínsecamente en el entendimiento), y b) Inefficaciter, o sea, a modo de simple persuasión («per modum suadentis tantummodo»). Y éste es el
modo que corresponde a los ángeles—buenos o malos—y a los demás seres creados,
que pueden influir sobre nosotros. El demonio, pues, sólo puede mover la
voluntad extrínsecamente «per modum suadentis», esto
es, ofreciendo a los sentidos externos e internos las especies de las cosas que
incitan al mal o excitando el apetito sensitivo para que tienda
desordenadamente a esos bienes sensibles; jamás inmutando intrínsecamente la
misma voluntad.
4) Los
ángeles buenos y los demonios pueden inmutar intrínsecamente la imaginación y
los demás sentidos internos y externos, La razón es porque esta inmutación
puede producirse por el movimiento local de las cosan exteriores o de nuestros
humores corporales, y la naturaleza corporal obedece al ángel en cuanto a su
movimiento local, como explica Santo Tomás de Aquino.
5) Los
demonios no pueden hacer verdaderos milagros, como quiera que éstos excedan por
definición las fuerzas de toda naturaleza creada o creable. Pero como la
potencia de la naturaleza angélica—que conservan íntegra después de su
pecado—excede con mucho las fuerzas naturales humanas, pueden los demonios
hacer cosas prodigiosas, que exciten la admiración del hombre en cuanto que
sobrepasan sus fuerzas y conocimientos naturales.
El demonio, pues, tiene una potencia natural muy
superior a la del hombre y puede obrar con ella cosas prodigiosas, que, sin ser
verdaderos y propios milagros, exciten la admiración de los hombres y planteen
verdaderos problemas para el discernimiento de esos fenómenos en su relación
con los naturales y los sobrenaturales. En su lugar señalaremos las principales
reglas de discernimiento en cada caso; pero bueno será que ya desde ahora
adelantemos, en sintética visión de conjunto, lo que el demonio no puede hacer
de ninguna manera por exceder en absoluto sus fuerzas naturales y lo que de
suyo no excede su capacidad y potencia natural, y podría por lo mismo realizar
con la permisión divina.
A)
LO QUE EL DEMONIO NO PUEDE HACER
- Producir un fenómeno sobrenatural de
cualquier índole que sea. Es algo que rebasa y trasciende toda naturaleza
creada o creable, siendo propio y exclusivo de Dios.
- Crear una substancia. Supone un poder
infinito el hacer pasar una cosa de la nada al ser. Por eso, las criaturas
no pueden ser utilizadas por Dios ni siquiera como instrumentos de
creación.
- Resucitar verdaderamente a un muerto.
Únicamente podría simular una resurrección aletargando a un enfermo o
produciendo en él un estado de muerte aparente para producir la ilusión de
su maravillosa resurrección.
- Curar instantáneamente heridas o llagas
profundas. La naturaleza —incluso en manos de la potencia
angélica—requiere siempre cierto tiempo para poder realizar esas cosas. Lo
instantáneo está tan sólo en manos de Dios.
- Las traslaciones verdaderamente
instantáneas. Suponen una alteración de las leyes de la naturaleza, que
únicamente puede realizarla su Autor. El demonio, como espíritu puro,
puede trasladarse de un sitio a otro sin pasar por el medio. Pero no puede
trasladar un cuerpo sin que éste tenga que recorrer todo el espacio que
separa el punto de partida (término a quo) del punto de llegada (término
ad quem); y esto no puede hacerse instantáneamente por muy rápido que
supongamos ese movimiento.
- Las leyes actuales no permiten en modo
alguno la compenetración de los cuerpos sólidos. El demonio, espíritu
puro, puede, sin duda, atravesar a su arbitrio las substancias materiales;
pero conferir a un cuerpo el privilegio de compenetrarse con
otros—atravesando, v.gr (por ejemplo)., una pared—supone una virtud
trascendente que Dios se reserva para sí.
- La profecía estrictamente dicha sobrepasa
las fuerzas diabólicas, aunque puede el demonio simularla con ayuda de
previsiones naturales, de fórmulas equívocas o de mentiras audaces. Sin
embargo, Dios puede valerse de falsos profetas para anunciar alguna cosa
verdadera, como en el caso de Balaam o de Caifas; pero entonces aparece
claro por el conjunto circunstancias que el falso profeta es utilizado en
aquel momento como instrumento de Dios.
- El conocimiento de los pensamientos y de
los futuros libres escapa igualmente al control de Satanás; sólo puede
valerse de conjeturas. Pero téngase presente que para la extraordinaria
potencia intelectual de la naturaleza angélica las conjeturas son mucho
más fáciles que para el psicólogo más eminente; el temperamento, los
hábitos adquiridos, las experiencias pasadas, la actitud del cuerpo, la
expresión de la fisonomía, el conjunto de circunstancias, etc., etc.,
hacen adivinar fácilmente a los espíritus angélicos las meditaciones
silenciosas de nuestro entendimiento y las determinaciones secretas de
nuestra voluntad.
- El demonio no puede producir en nosotros
fenómenos de orden puramente intelectual o volitivo. Ya hemos señalado más
arriba la razón: en el santuario de nuestra alma, nadie, fuera de Dios,
puede penetrar directamente.
Estas son, brevemente expuestas, las principales
cosas que el demonio no puede hacer, relacionadas todas con los fenómenos
místicos. Omitimos muchas otras cosas que no interesan a nuestro propósito.
Veamos ahora rápidamente los fenómenos místicos que el demonio podría falsificar.
B) LO
QUE EL DEMONIO PUEDE HACER PERMITIÉNDOLO DIOS
- Producir visiones y locuciones corporales o
imaginarias (no las intelectuales).
- Falsificar el éxtasis (produciendo un
desmayo preternatural).
- Producir resplandores en el cuerpo y
ardores sensibles en el corazón. Hay más de un ejemplo de «incandescencia
diabólica».
- Producir ternuras y suavidades sensibles.
- Curar, incluso instantáneamente, ciertas
enfermedades extrañas producidas por su acción diabólica. Claro está que
no se trata propiamente de curación, sino tan sólo de «dejar de dañar»,
como dice Tertuliano. Como la pretendida enfermedad era debida
exclusivamente a la acción de Satanás, cesando la causa, desaparece
instantáneamente el efecto.
- Producir la estigmatización y los demás
fenómenos corporales y sensibles de la mística, tales como los olores
suaves, coronas, anillos, etc. Nada de esto sobrepasa las fuerzas
naturales de los demonios.
- No puede el demonio derogar las leyes de la
gravedad, pero puede simular milagros de este género por el concurso
invisible de sus fuerzas naturales. Téngase presente para la cuestión de
la levitación: pueden darse levitaciones diabólicas, como en el caso de
Simón Mago.
- Puede substraer los cuerpos a nuestra vista
interponiendo entre ellos y nuestra retina un obstáculo que desvíe la
refracción de la luz o produciendo en nuestro aparato visual una impresión
subjetiva completamente diferente de la que vendría del objeto.
- Puede producir la incombustión de un cuerpo
interponiendo un obstáculo invisible entre él y el fuego.
En resumen: todos
los fenómenos que puedan resultar de un movimiento natural de fuerzas físicas,
aunque el hombre no sea capaz de producirlas ni siquiera llevando hasta el
límite máximo sus energías naturales, puede en absoluto producirlas el demonio
—supuesta la permisión divina— en virtud de su propia potencia natural,
extraordinariamente superior a la del hombre. Pero, cualquiera que sea la
naturaleza del fenómeno producido por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás
la esfera y el orden puramente natural. Lo sobrenatural no existe aquí más que
por relación al hombre, esto es, en cuanto que los fenómenos producidos
sobrepujan las fuerzas humanas; pero, considerados en sí mismos, se trata de
realidades pura y simplemente naturales. Es un caso típico de sobrenatural
relativo, que debe llamarse, con mayor precisión y exactitud teológica, «preternatural».
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