El Papa Francisco afirmó que, una vez se supere la pandemia de coronavirus, “ha llegado el momento de eliminar las desigualdades, de curar la injusticia que está minando la salud de toda la familia humana”.
Así lo afirmó este jueves 17 de junio en un mensaje de video enviado a
la Conferencia Internacional del Trabajo.
El Santo Padre se refirió a los efectos, todavía persistentes, de la
crisis desatada por la pandemia de coronavirus, y llamó a ejercer “un especial cuidado del bien común” para
contrarrestarlos.
“Muchos de los trastornos posibles y previstos aún
no se han manifestado, por lo tanto, se requerirán decisiones cuidadosas. La
disminución de las horas de trabajo en los últimos años se ha traducido tanto
en pérdidas de empleo como en una reducción de la jornada laboral de los que
conservan su trabajo. Muchos servicios públicos, así como empresas, se han
enfrentado a tremendas dificultades, algunos corriendo el riesgo de quiebra
total o parcial. En todo el mundo, hemos observado una pérdida de empleo sin
precedentes en 2020”, lamentó.
Sobre el contexto económico y social que se abrirá en el período
posterior a la pandemia, pidió evitar “las pasadas
fijaciones en el beneficio, el aislacionismo y el nacionalismo, el consumismo
ciego y la negación de las claras evidencias que apuntan a la discriminación de
nuestros hermanos y hermanas ‘desechables’ en nuestra sociedad”.
Por el contrario, invitó a buscar soluciones “que
nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones
laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que
promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de
nuestro cuidado de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es
verdadera y esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano”.
Como ejemplo de discriminación de los “desechables”,
de esa “filosofía del descarte que nos hemos
habituado a imponer en nuestras sociedades”, el Papa Francisco se
refirió a los migrantes y trabajadores vulnerables que, junto con sus familias,
“normalmente quedan excluidos del acceso a
programas nacionales de promoción de la salud, prevención de enfermedades,
tratamiento y atención, así como de los planes de protección financiera y de
los servicios psicosociales”.
“Esta exclusión complica la detección temprana, la
realización de pruebas, el diagnóstico, el rastreo de contactos y la búsqueda
de atención médica por el COVID-19 para los refugiados y los migrantes y, por
lo tanto, aumenta el riesgo de que se produzcan brotes entre esas poblaciones.
Dichos brotes pueden no ser controlados o incluso ocultarse activamente, lo que
constituye una amenaza adicional a la salud pública”.
En definitiva, “la falta de medidas de
protección social frente al impacto del COVID-19 ha provocado un aumento de la
pobreza, el desempleo, el subempleo, el incremento de la informalidad del
trabajo, el retraso en la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, que
esto es muy grave, el aumento del trabajo infantil, más grave aún, la
vulnerabilidad al tráfico de personas, la inseguridad alimentaria y una mayor
exposición a la infección entre poblaciones como los enfermos y los ancianos”.
En su mensaje, el Pontífice lamentó que “la
crisis del COVID ya ha afectado a los más vulnerables y ellos no deberían verse
afectados negativamente por las medidas para acelerar una recuperación que se
centra únicamente en los marcadores económicos”.
Al afrontar los efectos de la pandemia, señaló el Papa, “deberíamos prestar especial atención al peligro real de
olvidar a los que han quedado atrás. Corren el riesgo de ser atacados por un
virus peor aún del COVID-19: el de la indiferencia egoísta”.
En ese sentido, aseveró que “nadie debería
ser dejado de lado en un diálogo por el bien común, cuyo objetivo es, sobre
todo, construir, consolidar la paz y la confianza entre todos”.
En el ámbito interreligioso, explicó que “también
es esencial que todas las confesiones y comunidades religiosas se comprometan
juntas. La Iglesia tiene una larga experiencia en la participación en estos
diálogos a través de sus comunidades locales, movimientos populares y
organizaciones, y se ofrece al mundo como constructora de puentes para ayudar a
crear las condiciones de este diálogo o, cuando sea apropiado, ayudar a
facilitarlo”.
Asimismo, destacó la importancia de los servicios públicos como
herramienta para combatir crisis como la del COVID 19: “En
tiempos de emergencia, como la pandemia de COVID-19, se requieren medidas
especiales de asistencia. Una atención especial a la prestación integral y
eficaz de asistencia a través de los servicios públicos también es importante.
Los sistemas de protección social han sido llamados a afrontar muchos de los
desafíos de la crisis, al mismo tiempo que sus puntos débiles se han hecho más
evidentes”.
Insistió en que “debe garantizarse la
protección de los trabajadores y de los más vulnerables mediante el respeto de
sus derechos esenciales, incluido el derecho de la sindicalización”.
“Mirando al futuro, es fundamental que la Iglesia,
y por tanto la acción de la Santa Sede con la Organización Internacional del
Trabajo, apoye medidas que corrijan situaciones injustas o incorrectas que
afectan a las relaciones laborales, haciéndolas completamente subyugadas a la
idea de ‘exclusión’, o violando los derechos fundamentales de los
trabajadores”.
Afirmó que “la Santa Sede apoya una
regulación uniforme aplicable al trabajo en todos sus diferentes aspectos, como
garantía para los trabajadores”.
En ese sentido, subrayó que “es necesario
entender correctamente el trabajo”. En primer lugar, “el trabajo va más allá de lo que tradicionalmente se ha
conocido como ‘empleo formal’”.
“La falta de protección social de los trabajadores
de la economía informal y de sus familias los vuelve particularmente
vulnerables a los choques, ya que no pueden contar con la protección que
ofrecen los seguros sociales o los regímenes de asistencia social orientados a
la pobreza. Las mujeres de la economía informal, incluidas las vendedoras
ambulantes y las trabajadoras domésticas, sienten el impacto del COVID-19”.
Por lo tanto, “es muy necesario garantizar
que la asistencia social llegue a la economía informal y preste especial
atención a las necesidades particulares de las mujeres y de las niñas”.
El segundo elemento para una correcta comprensión del trabajo: “si el trabajo es una relación, entonces tiene que
incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir
sin cuidado”.
“Un trabajo que no cuida, que destruye la creación,
que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es
respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente.
Por el contrario, un trabajo que cuida, contribuye a la restauración de la
plena dignidad humana, contribuirá a asegurar un futuro sostenible a las
generaciones futuras”.
Además de una correcta comprensión del trabajo, continuó argumentando el
Papa en su mensaje de video, “salir en mejores
condiciones de la crisis actual requerirá el desarrollo de una cultura de la
solidaridad, para contrastar con la cultura del descarte que está en la raíz de
la desigualdad y que aflige al mundo”.
Por último, recordó a los empresarios “su verdadera vocación: producir
riqueza al servicio de todos” y, al mismo tiempo, invitó a los sindicatos a no
corromperse porque, “cuando un sindicato se
corrompe, ya esto no lo puede hacer, y se transforma en un estatus de pseudo
patrones, también distanciados del pueblo”.
POR MIGUEL PÉREZ
PICHEL | ACI Prensa
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