¿Tiene sentido el sufrir? ¿Se puede ser feliz sufriendo?
Por: Gustavo Daniel D´Apice | Fuente: Ediciones
LA ENFERMEDAD Y EL DOLOR EN
LA VIDA DEL HOMBRE.
(Los sentidos del sufrimiento. ¿Se puede ser feliz
sufriendo?)
La enfermedad, el sufrimiento y el dolor, son un gran problema para los hombres
y mujeres de todos los tiempos. Parecen innatos al ser humano. Lo acompañan
durante toda su vida. Y denotan su impotencia, límite, finitud; y presagian su
destino final: La muerte.
En él producen sentimientos de angustia y tristeza, de depresión, de rebeldía,
sino contra Dios, con quienes los atienden y son responsables de su salud.
En la Antigua Alianza, adquiere características de lamento, acompañado por el
pedido de curación a Dios, y un movimiento hacia la conversión y el pedido de
perdón y reconciliación, pues con facilidad se vincula la enfermedad y el dolor
a alguna falta cometida. De allí la tan mentada pregunta: “-¿Por qué?”.
Y si la enfermedad y el dolor se vinculan al pecado y al mal, la vida y la
salud total se las relaciona con la fidelidad a Dios y a sus mandamientos.
Por ello, cuando se habla escatológicamente, con un sentido final, y esto
resalta en los Apocalipsis, se pone de manifiesto que allí “no habrá llanto ni dolor”, se perdonarán las
faltas y serán destruidas la enfermedad, la muerte y el dolor.
Pero también, para los que los saben descubrir, producen frutos y efectos
positivos.
Antes que nada. Tendríamos que decir que el sufrimiento es el padecimiento
subjetivo (personal) de algún mal.
EL MAL.
El mal no tiene consistencia metafísica: “No es”.
Podemos definirlo como la carencia de un bien que debería estar y no está: Por
ejemplo, la enfermedad es un mal en cuanto que carencia de la salud que debería
acompañarnos y no lo hace. La mutilación
de alguno de nuestros miembros es un mal, pues correspondería a la naturaleza
humana el tener la plenitud de sus miembros.
Pero no es un mal que a un hombre o a una mujer le falten alas, porque eso no
es un bien correspondiente a su naturaleza. Sí sería un mal para el águila el
no tenerlas, o que le falte alguna, pues en ella sí es un bien que debería
estar.
Veamos ahora los sentidos del sufrimiento, las respuestas que se pueden dar
ante él (si las hay), la parte positiva que algunos logran entrever.
SENTIDOS DEL SUFRIMIENTO.
¿TRANSGRESIÓN?
Un sentido también innato en el ser humano es el del castigo o pena por una
transgresión o pecado. Como decíamos antes, queda patentado en la pregunta:-“-¿Por qué?”. O: “-¿Por
qué a mí?”. O: “-¿Qué hice?”. O la apelación a la justicia o injusticia de Dios.
¿PRUEBA?
Otro sentido es el de la prueba. Es el caso de Job, cuyo libro es fácil y
hermoso de leer, como una narración pedagógica del Antiguo Testamento. Enseña
sobre el sentido del dolor.
Antigua y ancestralmente, y metido como en el inconsciente colectivo de la
humanidad, la enfermedad y el dolor estaban vinculadas a la transgresión, a la
culpa y a la pena correspondiente a esa transgresión.
En el libro de Job, como vemos en los capítulos 1 y 2, Satanás se aparece entre
los ángeles a Dios, para decirle que Job le es fiel porque le da los mejores bienes, y porque tiene la mejor mujer y los
mejores hijos de todo Israel.
Para probar la fidelidad de Job, Dios permite que Satanás le quite primero
todos los bienes, y luego a todos sus hijos.
Job permanece fiel a Dios, a lo que Satanás responde: “-Piel
por piel”. Dios permite que se apodere de Job una úlcera maligna, pero
resguarda su vida.
Era tan lamentable el estado de Job, que se sienta sobre la basura y con un
pedazo de teja se rascaba la espalda. La esposa lo increpa diciéndole: “-Maldecí a tu Dios y morite”, a lo que Job
responde célebremente: “-Desnudo salí del vientre
de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó,
¡bendito sea el nombre del Señor!”.
Y EN TODO ESTO NO PECÓ JOB.
Los amigos tratan de convencerlo de que los males que lo aquejan son efecto de
alguna falta, pero Job proclama constantemente su inocencia.
Finalmente interviene Dios, asegurando la inocencia de Job, pero enseñándole al
que le pedía cuentas de su actuación, que no es quién para pedirle razones, y
que el portarse bien no significa que todo le va a ir bien. Sino sería algo interesado.
Hay que amar por amar, no para que a uno le vaya bien en todo... (Nosotros
tenemos el ejemplo de Jesús, que nos dejó un camino para seguir).
Como en los mejor cuentos, Job vuelve a tener una innumerable cantidad de
bienes, y los mejores hijos e hijas de Israel.
Fue un sentido de prueba a la fidelidad de Job, y sin duda que recibió también
una enseñanza.
¿PEDAGOGÍA DE DIOS?
Este sentido educativo o pedagógico del
sufrimiento, se manifiesta en la maduración de la persona. Por supuesto, un
ejemplo lo tenemos en el Señor Jesús, que desde la cruz perdona a sus
torturadores.
Ejemplo probado de madurez espiritual es la compasión, la misericordia y el
perdón, principalmente con aquellos que nos hacen sufrir, y nada más cerca de
la inmadurez en el Espíritu, es la queja constante e insolente, para con Dios y
para con los demás.
SENTIDO REDENTOR.
Por último, tenemos que considerar su sentido redentor, de salvación.
Ayuda a la propia redención y salvación y, completada ésta, ayuda a redimir a
los demás.
Como decía San Pablo: “-Completo en mi cuerpo lo
que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la
Iglesia”.
No es que a la pasión de Jesús le falte algo, pero ha dejado un lugar para que
incorporemos a ella nuestros propios sufrimientos, haciéndolos valiosos y con
sentido.
Eso sí, como el de Jesús, nuestro sufrimiento debe ser “amoroso”.
LA ALEGRÍA DE PADECER.
Por último, tenemos la enseñanza de San Pablo: Él “se
alegra” en los sufrimientos.
Parte de la experiencia del Resucitado que se le manifiesta en el camino a
Damasco, y desde la gloria de la cruz se alegra de padecer por Jesús en favor
de sus hermanos.
Es más, manifiesta que está “crucificado” con
Cristo. Vive él, pero en realidad, no es él, sino que Cristo vive en él.
¿SE PUEDE SER FELIZ ASÍ?
Podemos concluir que el sufrimiento, para el cristiano maduro, es como un
regalo de Dios, que no solamente lo une a Él, sino a sus hermanos, a los que
ayuda a redimir.
Terminemos con una frase de Teresita del Niño Jesús, la cual decía que le era “imposible sufrir”, y que deseaba estar apartada
de Cristo (“en el infierno”, máximo
sufrimiento posible), para que alguien Lo ame desde allí.
No podemos negar la felicidad de Jesús en el cumplimiento de la Voluntad del
Padre, aún en el sufrimiento, el dolor y la muerte.
San Pablo se alegra de padecer por Jesús y los hermanos.
Teresita ama tanto que ya le es “imposible sufrir”.
Sí, aún en medio de los sufrimientos, el dolor y la muerte que nos rodea y nos
invade, podemos ser felices en Jesús Resucitado, participando de su gloria y de
su poder amoroso-redentor.
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