8 de diciembre
San Anselmo
explica bellamente que «Dios es el padre de las cosas creadas; y María es la
madre de las cosas recreadas. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue
hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado»
(InfoCatólica) Del Oficio de Lecturas de la
Solemnidad
CARTA DEL APÓSTOL
SAN PABLO A LOS ROMANOS 5, 1 12-21
Hermanos: Así como por un solo
hombre entró el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte, y, de este
modo, la muerte pasó a todos los hombres, dado que todos han pecado. Porque ya
antes de la promulgación de la ley existía el pecado en el mundo, y sin embargo
no puede imputarse pecado si no hay ley; vemos, empero, que, de hecho, la
muerte reinó ya desde Adán a Moisés sobre todos los que pecaron, aun cuando su
transgresión no fue en las mismas condiciones en que pecó Adán, el cual era
figura del que había de venir.
Sin embargo, con el don no
sucedió como con el delito, pues, si por el delito de uno solo murió la
multitud, ¡con cuánta mayor profusión, por la
gracia de un solo hombre, Jesucristo, se derramó sobre todos la bondad y el don
de Dios! Ni fueron los efectos de este don como los efectos del pecado
de aquel único hombre que pecó, porque la sentencia que llevó a la condenación
vino por uno solo, en cambio, el don, partiendo de muchas transgresiones, lleva
a la justificación.
Así pues, decía, si, por la
falta de uno solo, la muerte estableció su reinado, también, con mucha mayor
razón, por causa de uno solo, de Jesucristo, reinarán en la vida los que
reciben la sobreabundancia de la gracia y el don de la justificación.
Por consiguiente, así como el
delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también
la obra de justicia de uno solo procura a todos la justificación que da la
vida. Y como por la desobediencia de un solo hombre todos los demás quedaron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos
quedarán constituidos justos.
La ley, ciertamente, fue
ocasión de que se multiplicasen los delitos, pero donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia, para que así como reinó el pecado produciendo la muerte,
así también reine la gracia dándonos vida eterna por Jesucristo, Señor nuestro.
DE LOS SERMONES DE
SAN ANSELMO, OBISPO (SERMÓN 52: PL 158, 955-956)
El cielo, las estrellas, la
tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o
utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva
gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh
Señora!, les ha sido concedida. Todas las cosas se encontraban como muertas,
al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos
que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas
por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los
servidores de los ídolos para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como
resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio y honradas por
el uso de los que alaban al Señor.
Ante la nueva e inestimable
gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo
estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino
que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes
eran obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia,
lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que
estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el
poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron antes
de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su
cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio
derruida.
¡Oh mujer llena
de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera
y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo por tu
bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino
también el Creador por la criatura!
Dios entregó a María su propio
Hijo, el único igual a él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí
mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo,
para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María. Todo lo que
nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y
María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo
mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que
pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había
sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las
cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a
quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su
restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio
a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual
nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.
¡Verdaderamente
el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto
como a él!
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