domingo, 9 de diciembre de 2018

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA: EL DOGMA Y LA FIESTA (8 DIC)


Con el dogma de fe de la Inmaculada Concepción de María la Iglesia declara: Que María Santísima fue preservada de todo pecado desde su concepción. Por una gracia extraordinaria de Dios. Por su dignidad de Madre de Dios. Y su papel único y excepcional en la redención humana.

Significa que María fue preservada del pecado original y registra la ausencia de inclinación al mal.
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Por eso se le llama Inmaculada.
Le llevó siglos a la Iglesia llegar a esa conclusión, que comenzó desde abajo, desde los fieles, que con sus celebraciones impulsaron la declaración. Cada dogma que el mismo Cristo ha sembrado en el campo fecundo de su Iglesia, germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen.
El “tempo” lo da el mismo Espíritu Santo, y cuando suena la hora de la Providencia,  muchas veces no puede ser ahogada por la autoridad de los Doctores y la estructura eclesial, como en el caso de este dogma.
El dogma de la Inmaculada Concepción de María es quizás uno de los más importantes en el campo mariano, y su celebración, por lo menos en el área de habla hispana, es por lejos la mayor fiesta mariana.

EL DOGMA
El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus:
“…declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente.
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En atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…”

EN EL PRIMER INSTANTE DE SU CONCEPCIÓN
El término concepción no significa solamente la concepción activa o generativa por parte de sus padres. La persona es verdaderamente concebida cuando el alma es creada e infundida en el cuerpo.
María fue preservada de toda mancha de pecado original desde el primer momento, y la gracia santificante le fue dada antes que el pecado pudiese hacer efecto en su alma.

MARÍA INMUNE DE TODA MANCHA DE CULPA ORIGINAL
Es un dogma de fe que el pecado original se transmite a todos los hombres por generación natural, de tal modo que todos son concebidos en pecado (cfr. Conc. de Trento: DZ 791).
Pero como María fue inmune de tal culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo las consecuencias de esa falta.

Esto significa:
-Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune a la culpa y a la pena debidas al pecado original, porque nunca tuvo ese pecado;
-Llena de gracia santificante. El alma de María estuvo llena de la gracia santificante, desde el primer instante de su ser, al tiempo que poseía las virtudes infusas y los dones que acompañan ese estado de santidad;
-Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que provoca la inclinación al mal no se dio en María porque nunca tuvo pecado alguno.

POR SINGULAR PRIVILEGIO Y GRACIA DE DIOS OMNIPOTENTE
La “Purísima Concepción” es un privilegio y un don gratuito concedido sólo a la Virgen y no a ninguna otra criatura.
Esto sucedió en atención a que había sido predestinada para ser la Madre de Dios. Es un favor especial y extraordinario, porque por pertenecer a la familia humana debería haber contraído el pecado original, pero fue preservada. 

EN PREVISIÓN DE LOS MÉRITOS DE CRISTO JESÚS SALVADOR
Fue en previsión de los méritos de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor.
Por el contrario los justos del Antiguo Testamento tuvieron que esperar el momento en que bajó al seno de Abraham luego de morir crucificado. Y esto fue “por los méritos de Cristo”, porque la redención de María tuvo como mérito la Pasión del Señor.

PRESERVADA DE LA CULPA ORIGINAL
Indica la forma en que Dios aplicó a María la Redención. Los anti inmaculistas se oponían a la doctrina de la Concepción Inmaculada de María porque decían si la Redención de Cristo fue universal, por la universalidad del pecado, entonces todos debían ser redimidos. Entonces no había explicación razonable para que alguien pudiera ser redimido por no haber contraído el pecado. Juan Duns Scoto (1308), teólogo franciscano, introduce el término pre redención y armoniza la verdad de que María se viera libre del pecado original, con la necesidad que también Ella tenía de redención.

El pecado afectó a todo el género humano y la Redención fue universal; por tanto, en el caso de María, Ella también tenía necesidad de ser rescatada del pecado. Pero, en Ella esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir, la primera se aplica a todos los hombres que primero incurren en el pecado y luego son limpiados con el lavado de la regeneración bautismal. La segunda se aplicó a María que, por ser descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.
Dios la preservó realmente la libró del pecado y Ella no lo contrajo en ningún momento.
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Por lo que la preservación es el modo más perfecto de redención, y por ello se dice que María fue redimida por Dios de una manera más sublime que los demás hombres.

EN LA SAGRADA ESCRITURA
Génesis 3,15: Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, Él te aplastará la cabeza, y tú le acecharás el calcañar”.

El libro del Génesis expresa la enemistad de Cristo y  de María su Madre, con el diablo. Esta enemistad dará lugar a una batalla que va a concluir al final con el triunfo total de parte de Cristo y, con Él, también María. Cristo, con su Muerte y Resurrección, obtuvo una victoria absoluta sobre el pecado. Pero el triunfo de los redimidos empieza con María debido a su Inmaculada Concepción y, luego, Ella, por Cristo, vence al diablo que tiene el dominio sobre los hombres por el pecado.

Lucas 1,28: “Dios te salve, llena de gracia”.

Esto  expresa la ausencia de pecado en el alma de María y la plenitud de santidad, al estar llena de gracia.

Las complacencias del Padre celestial se manifiestan en: “Toda hermosa eres, amada mía, no hay defecto alguno en tí” (Cant. 4.7).

Lucas 1,42: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.

Palabras dichas por Santa Isabel, movida por el Espíritu Santo, sugieren que la bendición de Dios sobre María la libró de todo pecado desde su concepción. 

EN LA TRADICIÓN
San Justino, Tertuliano, San Ireneo: contraponen a Eva y a María; la una como causa de muerte, la otra como causa de vida y de salvación: mientras Eva cerró las puertas del paraíso, María abrió las puertas del cielo.
San Efrén: “No existe en ti (en Cristo) ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre. Los demás hijos de Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza”.

Desde el siglo IV, se comienza a hablar de un paralelismo entre Cristo y María, frente a Adán y Eva, que manifiesta el relativamente similar nivel de santidad de Jesús y de su Madre, en virtud de la función redentora a la que se asocia la Virgen María como Madre del Redentor. Y en ese mismo siglo, San Ambrosio y otros Santos Padres comienzan a llamarla Purísima. En el siglo VI, en el Misal gótico-galicano, en el prefacio de la fiesta de la Asunción, se dice: “María, ni sufrió herencia de pecado, ni corrupción en el sepulcro, libre de mancha, gloriosa en su generación…”.

Desde el siglo VII se celebra en Oriente la fiesta de la Concepción. El Concilio de Letrán (año 649) llama a María inmaculada (cfr. DZ. 256). Sixto IV, en el siglo XV, concedió indulgencias a la festividad de la Inmaculada y prohibió las mutuas censuras que se hacían entre sí los teólogos (cfr. DZ. 734). El Concilio de Trento, al hablar del pecado original, excluye a la Santísima Virgen (cfr. DZ. 792). En 1567, Bayo es condenado por enseñar lo contrario (cfr. DZ. 1073) y en 1661 el Papa Alejandro VII afirma el privilegio diciendo que casi todos los católicos lo admiten aunque no haya sido definido como Dogma (cfr. DZ. 1100). Hay que decir también que muchas universidades pontificias exigían hacer juramento de defender dicho privilegio como condición para acceder a grados académicos: París, Colonia, Maguncia, Viena, Salamanca, Toledo, etc.

LA SANTIDAD DE MARÍA
El Papa Pío IX dice: “María (…) manifiesta tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios y nadie puede imaginar fuera de Dios” (Bula Ineffabilis Deus: DZ. 1641). Y así, la Iglesia exclama con gozo: “Más que tú, sólo Dios”.
Como consecuencia de la radical ausencia de pecado hay que excluir en María la menor imperfección moral.
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En Ella nunca existió movimiento alguno desordenado de concupiscencia: siempre tuvo la perfecta subordinación de la sensibilidad a la inteligencia y a la voluntad, y éstas a Dios.
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Sus juicios fueron siempre rectos y su voluntad estuvo siempre en el bien verdadero.
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Por ello se le llama: Trono de la Sabiduría, Reina de los Doctores, Virgen Prudentísima, Madre del Buen Consejo, Madre del Amor Hermoso, Virgen Castísima.
El Concilio de Trento enseña que el justo puede evitar cada uno de los pecados veniales en particular, pero no puede evitarlos en su conjunto, a no ser por un privilegio como del que gozó la Virgen María (cfr. DZ. 833).

En el caso de Santa María la impecabilidad es debida a:
1) Tener un altísimo grado de gracia habitual y de caridad, que inclina con mucha fuerza al alma hacia el amor de Dios, apartándola del pecado;
2) La confirmación en la gracia, que se realiza en la tierra mediante un gran aumento de caridad, acompañado de gracias que de hecho preservan del pecado y conducen a actos libres y meritorios;
3) Una asistencia especial de la Providencia, que preservaba todas sus facultades de una posible desviación moral.
Dice Santo Tomás: A los que Dios elige para una misión determinada, los prepara y dispone convenientemente… Si María fue elegida para ser la Madre del Verbo… no sería idónea si hubiera pecado alguna vez aunque fuera levemente” (S. Th. III, q.27, a.4) y esto por tres razones:
-Porque el honor de los padres redunda en los hijos, luego, por contraste y en oposición, la ignominia de la Madre hubiera redundado en el Hijo;
-Por su especialísima afinidad con Cristo, de quien recibió su carne purísima;
-Porque el Hijo de Dios, que es la Sabiduría divina, habitó en María… y dice la Escritura: “en el alma maliciosa no entrará la sabiduría, ni morará en un cuerpo esclavo del pecado” (Sab. 1.4).

LA PLENITUD DE GRACIA EN MARÍA
Según la Sagrada Escritura el Arcángel Gabriel la saluda diciendo: “Dios te salve, llena eres de gracia” (Lc. 1,28).
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Estas palabras manifiestan claramente la santidad completa del alma de María, porque son irreconciliables el pecado y la gracia, como lo son la luz y las tinieblas.
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Porque si en el alma se da la ausencia total de pecado, debe haber en ella la presencia total de gracia, como dice explícita mente la Escritura con las palabras del Arcángel.
“Dios te salve, llena de gracia”. Y es llena de gracia, porque mientras a los demás se da con medida, en María se derramó toda la plenitud de la gracia.

“Verdaderamente es llena de gracia aquella por la cual toda criatura fue inundada con la lluvia abundante del Espíritu Santo” (San Jerónimo, Sermón sobre la Asunción de la Virgen).

“No temas, María, porque hallaste gracia a los ojos de Dios. ¿Cuánta gracia?. Una gracia llena, una gracia singular ( … ). Es tan singular como general, pues tú sola recibes más gracia que todas las demás criaturas. Es singular, por cuanto tú sola hallaste esta plenitud; es general, porque de esa plenitud reciben todos” (San Bernardo, Homilía en la Asunción, 3).

Por otra parte, la gracia de María, es una participación misteriosa de la naturaleza divina en el hombre (cfr. 2 Pe. 1,4). Por esta razón, dicha gracia, es una realidad creada que es distinta de la Gracia increada que es Dios mismo. Además, al decir plenitud de gracia se afirma que Santa María, a lo largo de su vida y en cada momento, estuvo siempre llena de gracia, que, aumentó continuamente debido al mérito de sus obras.

EL INCREMENTO DE LA GRACIA EN MARÍA
“Santa María, siempre llena y siempre en crecimiento, rebosa de la gracia que en cada momento de su vida terrena le permite tener y se le aumenta y crece su capacidad de recibir mas gracia y más mérito por sus actos libres; por su fiat continuado y actual en todo momento de su existencia. Ahora en el cielo goza de modo consumando de la gloria que mereció por sus méritos en la tierra” (cfr. S.Th.,III, q.27, a.5, ad 2 y ad 3).
La gracia puede aumentar de tres modos: por las buenas obras (ex opere operantis), por la recepción de los Sacramentos (ex opere operato), y por la oración.
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En el caso de Santa María, el aumento de gracia se dio además por estos tres modos.

EL PLAN DE DIOS EN LA ECONOMÍA DE LA REDENCIÓN
El dogma de la Inmaculada Concepción nos revela el plan de Dios en la obra de nuestra Redención. Nos presenta, antes que a Cristo, el Nuevo Adán, a María en toda la plenitud de su santidad, como Nueva Eva.
Dios ha querido que el género humano fuera propagado según la carne por un hombre y por una mujer.
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Y también ha querido que el orden sobrenatural fuera restaurado también por un Hombre y por una Mujer.
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La obra de la Redención es concebida una reacomodación.
El plan del maligno fue echar a perder al hombre, y con él a toda su descendencia, a través de la mujer. Eva tuvo un papel de introducción, preparación y colaboración en la caída. El plan de Dios será salvar a la humanidad a través de un Hombre, un Nuevo Adán, pero con la colaboración de una Mujer, una Nueva Eva. El Nuevo Adán es Cristo, y la Nueva Eva es María. María tiene así un papel de introducción (encarnación), de preparación (Caná) y de colaboración (en todos los misterios de Cristo, pero especialmente en el Calvario). Para cumplir convenientemente esta misión, de lucha y de victoria contra el diablo, era necesario que María no tuviese nada que ver con él y que fuese Inmaculada:
-Inmaculada para ser digna Madre del Redentor;
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-Inmaculada para poder ser Corredentora del género humano;
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– Inmaculada para ser asociada en la obra de santificación del Redentor en toda su línea.

Fuentes:
Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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