lunes, 10 de diciembre de 2018

¡CUIDADO! EL DEMONIO TE TIENTA USANDO TU FE [ESTAS SON SUS 5 FORMAS]


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Las acciones del maligno en contra de quienes están en el camino de Dios son variadas y creativas. En especial toman la forma de corromper o desviar como se practica la fe. Y no necesariamente que el fiel abandone lo que él supone que es la fe.

Hay dos formas, tentar para excederse en cómo vivir la fe, en el celo, o actuar por defecto, haciendo escaso el fervor, pero dejando a la persona que siga teniendo la sensación de que devota.
Lo que es bueno se destruye mediante trampas piadosas” que si el fiel no está atento puede caer fácilmente. De ahí la necesidad de iluminación para revisar como uno está viviendo su fe. Primero veremos las estrategias más comunes del demonio en términos generales para luego pasar a las estrategias que maneja usando aparentemente reforzando nuestra fe. 

LAS ESTRATEGIAS MÁS COMUNES DEL DIABLO
Un libro del Padre Louis J. Cameli, El diablo que no conoces, puede ser de gran ayuda en este asunto. En el libro, el P. Cameli resume las tácticas del Diablo en cuatro categorías amplias.

1 – DECEPCIÓN
El diablo intenta engañarnos con muchas promesas falsas y vacías.
La mayoría de éstas se centran alrededor de la mentira de que estaremos más felices y más satisfechos si pecamos o negamos aspectos de la verdad.
Cualesquiera que sean los placeres pasajeros vienen con el pecado, y son sólo eso: pasajeros. Un gran sufrimiento acumulado viene con casi toda la actividad pecaminosa. Sin embargo, a pesar de esta experiencia, los seres humanos seguimos siendo muy crédulos. Parecemos amar las promesas vacías y poner en ellas toda clase de falsas esperanzas.
El diablo también trata de engañarnos sugiriendo que introduzcamos todo tipo de complejidades en nuestro pensamiento.
Busca confundirnos y escondernos la verdad fundamental sobre nuestra propia acción. Nuestras mentes no son muy astutas; nos encanta satisfacer la complejidad como una manera de evitar la verdad y / o inventar excusas. Conspirando con el diablo, nos entretenemos con interminables complicaciones en nuestras mentes preguntando: “¿Pero qué pasa si esto?” O “¿Qué pasa con eso?”. Junto con el diablo, proyectamos todo tipo de posibles dificultades, excepciones, o potenciales historias para evitar insistir en que nosotros (y / u otros) nos comportamos bien y vivimos de acuerdo a la verdad.
El diablo también trata de engañarnos con “el manejo e invención de palabras”.
El desmembramiento y el asesinato de un niño a través del aborto se convierten en “libertad reproductiva” o “elección”. La participación en la sodomía se denomina ser “gay” (una palabra que significa feliz). Nuestra fe luminosa y sabiduría antigua se llama “oscuridad” e “ignorancia”. La fornicación se llama cohabitación”. La redefinición del matrimonio, tal como se conoce desde hace unos 5000 años, se denomina “igualdad matrimonial”. Y así, a través de exageraciones y rótulos falsos, el diablo nos engaña. Nosotros también fácilmente conspiramos llamando “bueno”, o “no gran cosa”, a lo que Dios llama pecaminoso.
Finalmente, el diablo nos engaña a través del volumen de información y con el uso selectivo de la misma.
La información no es lo mismo que la verdad, y los datos pueden ser reunidos muy astutamente para crear puntos engañosos. Además, se pueden enfatizar ciertos hechos y cifras mientras se omiten otras verdades equilibradoras. Y así, incluso la información que es verdadera en sí misma puede convertirse en un medio de engaño. Los medios de comunicación y otras fuentes a veces ejercen su mayor influencia en lo que eligen no informar. Haremos bien en evaluar muy cuidadosamente las muchas maneras en que satanás trata de engañarnos. No creas todo lo que piensas o escuchas. Aunque no debemos ser cínicos, debemos ser sobrios, buscando verificar lo que vemos y oímos y cuadrarlo con la verdad revelada por Dios.
2 – DIVISIÓN
Una de las oraciones finales de Jesús por nosotros fue que seríamos uno (cf Juan 17:22). Él oró así en la Última Cena, justo antes de que saliera a sufrir y a morir por nosotros. Un aspecto principal de su obra en la cruz era vencer las divisiones aumentadas por satanás. Algunos argumentan que la raíz griega de la palabra “diabólico” (diabolein) significa cortar, romper o dividir. Jesús ora y trabaja para reunificar lo que el demonio divide.
El trabajo del demonio de dividir empieza dentro de cada uno de nosotros, mientras experimentamos muchos impulsos opuestos.
Algunos nobles, creativos y edificantes; otros basados, en pecados y destructivos. Tantas veces, luchamos dentro y nos sentimos desgarrados, como San Pablo describe en Romanos capítulo 7: El bien que quiero hacer, no lo hago…, y cuando trato de hacer el bien, el mal está cerca. Esta es la obra del diablo, para dividirnos en el interior. Y como San Pablo expuso en Romanos capítulo 8, la obra principal del Señor es establecer dentro de nosotros la unidad del alma y del cuerpo, de acuerdo con la unidad de Su verdad.
El ataque del Diablo contra nuestra unidad interior, por supuesto, se derrama en muchas divisiones entre nosotros externamente.
Muchas cosas ayudan a conducir esta división y el diablo seguramente se aprovecha de todas ellas. La ira, el resentimiento, el miedo, el malentendido, la avaricia, el orgullo y la arrogancia. También está la impaciencia que desarrollamos tan fácilmente con aquellos que amamos. Así como la noción errónea de que debemos buscar otras personas más perfectas y deseables en su lugar. Esto lleva a muchos a abandonar sus matrimonios, familia, iglesias y comunidades. Siempre en busca de la elusiva meta de encontrar personas y situaciones mejores y más perfectas. El Diablo tiene un verdadero día de campo conectando una plétora de impulsos pecaminosos dentro de nosotros. Su meta es siempre dividirnos dentro y dividirnos entre nosotros. Haremos bien en reconocer que independientemente de nuestras luchas con otros, todos compartimos un enemigo común que busca dividirnos y destruirnos.

San Pablo escribe: “Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes (gobernantes) de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes (Ef. 6, 12).

Los hermanos en pugna se reconcilian cuando hay un loco en la puerta.
El primer paso es notar al maníaco y el segundo paso es dejar a un lado nuestras divisiones menores.
3 – DIVERSIÓN
Para todos nosotros, nuestro enfoque más crítico es Dios y las cosas buenas que nos esperan en el Cielo. La fe, la obediencia a la verdad, el amor a Dios y el amor al prójimo nos guían en el camino hacia el Cielo. El diablo hace todo lo que puede para alejarnos de nuestra única meta verdadera.
Tal vez lo haga al hacer que nos dejemos absorber de modo excesivo por las cosas pasajeras de este mundo.
Muchas personas afirman que están demasiado ocupadas para orar, asistir a la misa o buscar otras formas de alimento espiritual. Ellos llegan a ser absorbidos por las cosas mundanas, que pasan, ignorando la realidad duradera que se avecina. Las ansiedades y los miedos también nos causan distracción. El diablo nos obliga a fijarnos en los temores de las cosas pasajeras mientras que descuidamos el tener un miedo apropiado del juicio que nos espera.

Jesús dice: No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien teman a Aquél que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). En otras palabras, debemos tener una santa reverencia y temor dirigidos hacia el Señor. Si hacemos esto, muchos de nuestros otros temores se pondrán en mejor perspectiva o desaparecerán por completo. En este asunto del miedo, el diablo dice lo contrario: nosotros debemos temer las innumerables cosas que nos pueden afligir en este mundo pasajero y no pensar en lo más importante que nos espera: nuestro juicio.
En el corazón de toda diversión está el hecho de que el diablo quiere que nos enfoquemos en cosas menores para evitar concentrarnos en cosas mayores, como tomar decisiones morales y dar atención a la apropiada dirección de nuestra vida.
Debemos aprender a concentrarnos en lo que más importa y rechazar decididamente ser desviados por cosas menores.
4 – DESALIENTO
Como seres humanos, y ciertamente como cristianos, debemos tener grandes aspiraciones; esto es bueno. Pero como con todas las cosas buenas, satanás a menudo trata de envenenarlas. Con nuestras altas aspiraciones, a veces nos falta la humildad de reconocer que debemos hacer un viaje para lograr lo que es bueno o mejor.
Demasiado fácilmente, satanás nos tienta a la impaciencia con nuestro propio yo o con otros.
Esperando alcanzar nuestras aspiraciones no razonablemente rápido, podemos ser poco caritativos hacia nuestro propio yo o hacia los demás. Algunos se vuelven desanimados consigo mismos o con otros y simplemente renuncian a la búsqueda de la santidad. Otros renuncian a la Iglesia debido a las imperfecciones allí encontradas, como se encontrarán en cualquier institución con seres humanos.
El Diablo nos desanima con aspiraciones sin límites.
Siempre hay margen para el progreso; siempre podemos hacer más. Cuando siempre podemos hacer más, es fácil pensar que nunca hemos hecho lo suficiente. Y así el diablo nos desalienta, sembrando pensamientos de exigencias no razonables dentro de nosotros sobre lo que podemos o debemos ser capaces de lograr cada día. El diablo también nos desalienta a través de cosas simples como la fatiga, fallas personales menores, contratiempos y otros obstáculos que son comunes a nuestra condición humana viviendo en un mundo caído con recursos limitados. En todas estas formas, el diablo trata de desanimarnos, de hacernos querer renunciar. Sólo un sentido de humildad debidamente desarrollado puede salvarnos de este desánimo de satanás. La humildad – que es la reverencia por la verdad sobre nosotros mismos – nos enseña que crecemos lentamente y en etapas. Y nos ayuda a reconocer que siempre tendremos retrocesos y que viviremos en un mundo que es duro y lejos de ser perfecto.
Con humildad podemos aprender a apoyarnos más en el Señor y confiar en su providencial ayuda, la cual crece en nosotros gradualmente.

5 FORMAS EN QUE EL DEMONIO TE TIENTA USANDO TU FE

1 – INSISTENCIA EN LA CARENCIA DE ORACIÓN
Esto toma el formato de un desaliento. Y una de las trampas es vivir obsesionado con la idea de que: “Si tan solo pudieras orar un poco más, Dios te dará lo que buscas”.

¿Cuál es el engaño?
Es que siempre podemos orar un poco más, pero nunca va a ser suficiente.
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Y siempre va a estar presente el estigma que nunca es suficiente y por eso no se obtiene lo que se busca.
Esto hace a la oración una carga, algo a lo que la persona se tiene que forzar más y más cada día, y aunque avance en más y mejor oración, siempre la meta va a estar adelante. En cómo vivir que Dios es un capataz cruel exigiendo más  y más, oraciones más precisas, mayor devoción cuando se ora, etc. Así la oración se convierte en un trabajo supersticioso en el que controlamos la cantidad de oración, la variedad de oración y la devoción y fervor con que la hacemos. Pero Jesús nos aconseja que el Padre sabe lo que necesitamos y que debemos ponernos pacíficamente y sin presión en las manos de él. Por tanto uno no debe pensar que sólo es necesario repetir constantemente palabras, acciones piadosas para comunicarse con Dios, adorarle y pedir su auxilio. Lo importante es hacerlo con fe y si presión para cumplir un formalismo. Con el tiempo y con nuestro perseverar en la oración vamos a ir mejorando, porque Dios no es un cruel tirano que exige secuencias interminables de ritos, sino hacerlo con fe y en paz.
2 – DISCRIMINACIÓN HACIA LOS DEMÁS POR LO QUE CREEN
El maligno también puede hacer de nuestras prácticas diarias un fenómeno de orgullo primero, de condecoración después y de discriminación posteriormente. El demonio puede tomar nuestros actos devotos como una cocarda, hacernos sentir un excesivo orgullo por ellos y construir una discriminación hacia los demás en base a ellos.
Puede tomar nuestra hermosa práctica de rezar el rosario, o asistir a misa todos los días, u otras devociones y lentamente incitar a desarrollar un sentimiento de superioridad, de elitismo, de orgullo.
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Del que presumimos y sobre la base que juzgamos a los demás que también están en el camino.
Así vamos desarrollando la idea que los otros son menos devotos porque no observan lo que nosotros hacemos. Una de las formas que adopta esto es nuestro celo en las creencias. Tomamos al pie de la letra todo lo que suponemos que es devoto y lo queremos llevar hasta el extremo. Y es en base a ello que criticamos a quienes no tienen devoción externa y fuerte hacia la Virgen María. O no interpretan como nosotros que estamos en el final de los tiempos o que incluso no ven como nosotros vemos algunos signos como señales de que esos tiempos están presentes.
También está presente – y mucho por estas épocas – en la interpretación casi ritual y al pie de la letra de los mensajes que reciben algunos videntes.
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Algo así como si el vidente dijo que algo iba a pasar, entonces va a pasar.
Y esto se da incluso con los mensajes más legitimados como los de Fátima. Por ejemplo podemos considerar que si el Papa no consagró Rusia al Inmaculado Corazón de María muestra su ineptitud, su fracaso, e incluso se puede ver en esto una conspiración. Entonces, se llega a un extremismo del todo o nada. Y una de nuestras más importantes apariciones y guía en la interpretación de lo que vendrá se va transformando en una caja de desconfianza, de desunión, de fuente para criticar y denostar al Papa y los obispos. Y sabemos que todo lo que trae desunión viene siempre del maligno, más allá de la fuente por la que se produce. En el caso concreto de Fátima hay toda una corriente pie letrista que llega a denostar a papas e incluso a Sor Lucía por la consagración de Rusia, al punto que se trata signo que separa las buenas de las malas intenciones. Es entonces de una manera sorprendentemente astuta del maligno para transformar lo que es bueno y religioso y corromperlo, a través de incitar que todo el que no cumple con determinados hechos esta corrupto. Se puede creer en las apariciones opcionalmente y no obligatorio según lo que insiste la Iglesia, pero el maligno nos lo transforma en obligatorio, incitando nuestro orgullo y nuestro poder para criticar y endilgar a los demás su falta de cumplimiento con estos preceptos necesarios para nosotros.
3 – REDUCCIONISMO DE LA FE A CIERTOS ACTOS
Una forma por la que satanás nos mantiene a distancia de Dios es hacernos centrar en determinadas prácticas religiosas, reduciendo el accionar del Espíritu Santo a ciertas actividades. Por ejemplo nos puede tentar con la idea de que ir a la misa del domingo es la base de nuestra religiosidad.
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O que las oraciones diarias, por ejemplo el Rosario, son la meta de nuestra devoción.
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En lugar de considerar estas cosas como la punta por la que se inicia y desarrolla nuestra relación con Dios.
Es como si sintiéramos que debemos hacer un check list de las cosas necesarias.
Y si no tenemos marcadas esas casillas no podremos considerarnos que cumplimos o que estamos en sintonía con Dios, cuando la base es construir una relación amorosa con Dios, para lo cual esos rituales son simplemente vías que conducen a ellos y no el fin y la demostración de ello. Así, tales prácticas – que se viven como imprescindibles – se van convirtiendo en una forma de control, como si Dios pasara lista y nos controlara así. Esto lleva a la tentación sutil de decir, “Señor, he hecho lo que tú me mandas, voy a misa los domingos, recito el rosario a diario”, como si eso significara estar en sintonía con Dios, o una fuente que le da al alma determinados derechos para exigir. De esta forma, vemos como los requisitos que la Iglesia ha instituido como las puertas para que las almas vayan mejorando su relación con Dios, se van transformando en una especie de ritual de horarios y actos, de derechos y obligaciones, que no conducen a una relación más profunda con Dios.
4 – EL CELO RELIGIOSO TRANSFORMADO EN FANATISMO
El maligno también nos tienta corrompiendo nuestro celo religioso transformándolo en falta de caridad.
Por ejemplo esto lo podemos ver en la liturgia.
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El fiel puede considerar que la forma de celebrar la misa de la forma en que él considera adecuada es la señal de devoción.
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Y por el contrario, hacer la misa de la otra manera, es señal de falta de compromiso o corrupción.
Esto lo vemos en una especie de enfrentamiento que se da entre quienes prefieren la misa tradicional, a veces llamada tridentina, y los que prefieren la misa post conciliar.
Así la belleza de la liturgia, que seguramente existe en ambas formas litúrgicas, se transforma en un camino para demostrar nuestra superioridad y nuestra devoción, y lo que es peor, nuestra relación con Dios.
Por ahí se genera desunión debido a la falta de caridad con que juzgamos a los demás, tratándolos de trogloditas o de modernistas, de puros o indolentes, de anticuados o de superficiales.
5 – LA CARIDAD SIN VERDAD 
El maligno también puede hacer que nuestra “opción preferencial por los más pobres y débiles” sea una forma de dominación hacia ellos.
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Ya no somos nosotros los que estamos al servicio de ellos sino que su condición está al servicio nuestro, para demostrar nuestra devoción y mostrar a los demás nuestra supuesta caridad y misericordia.
Se construye así un paternalismo esclavizante que no trata a la personas como tales sino en relación a nosotros, es funcional a nuestras necesidades. Y entonces se produce un conflicto entre las obras de misericordia corporales y las obras de misericordia espirituales. Porque satanás puede mandarnos a hacer asistencialismo sin preocuparnos de las necesidades personales y espirituales de las personas a quienes vamos a servir. O sea que vamos a vendar sólo sus heridas físicas en el hospital de campaña que le gusta al Papa Francisco decir sobre la Iglesia. Una obra buena como la de acercarse a los más necesitados, que fue en definitiva una buena parte por la que Jesús vino a nuestra búsqueda, se corrompe, porque las virtudes deben trabajan en conjunto.
La caridad deber ser equilibrada por la verdad y viceversa.
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Sin verdad, la caridad se transforma en beneficencia y asistencialismo, y ese es uno de los errores fatales que vimos en América Latina cuando el auge de las prácticas de la Teología de la Liberación.
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Que so pretexto de ir hacia los pobres para darles alimento físico, se olvidó de su espíritu.
Así es que el maligno toma una virtud y la aísla de las demás, e incluso la hace crecer desmesuradamente frente a las otras. En definitiva vemos que satanás se las ingenia a para corromper a una persona que esté tanto en un banco de una iglesia como que trabaje en un burdel. Nadie puede escapar a su tentación, porque él quiere nuestra caída en el infierno.
Y su actividad es difícil de detectar porque es sutil, ya que toma algo intrínsecamente bueno, y lo trata de corromper por exceso o por defecto.
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Y así se transforma en una caricatura de lo que en realidad debería haber sido.

ÉL NUNCA DUERME
Y nos odia al extremo. Tenemos un enemigo cerca, y no fuera de nuestra casa, como un ladrón común y corriente. Porque el ladrón común sólo entra para robar, y una vez conseguido el botín, desaparece. Pero este otro enemigo no se va.
Si consigue lo que viene a buscar, se queda para tomar posesión de nuestra alma.
Se cuela dentro de nuestra casa, hasta alcanzar nuestros pensamientos para intentar dominarnos. Y muchos de nosotros, tan tranquilos. Si supiéramos que un ladrón está por entrar a robarnos, procuraríamos impedirlo, nos defenderíamos. En previsión de cualquier ataque, rodeamos de rejas nuestra casa, ponemos cerraduras y candados, contratamos alarmas, criamos perros. Nos asociamos con nuestros vecinos para cuidarnos unos a otros. Y todo eso solamente para poder saber cuándo nuestra casa está en peligro de ser vulnerada. Porque nadie que sepa que va a ser robado puede dormir tranquilo. Al contrario, se queda en vela atisbando ruidos y sombras. ¿Hacemos lo mismo con nuestra alma? ¿La rodeamos de protección, revisamos nuestros cerrojos, todo aquello que nos da seguridad? ¿Pedimos a aquellos que nos rodean que nos avisen cuando el enemigo nos está atacando sin que nos demos cuenta?
Sabemos que hay oraciones que son verdaderos obstáculos para que el maligno pueda entrar a nuestra mente y de ahí pasar a nuestra alma.
¿Las rezamos? ¿Nos ponemos en manos de Nuestro Señor?
Existen los sacramentales, ¿los usamos?, ¿los besamos con amor antes de irnos a dormir y después de levantarnos?
Si no le permitiríamos a ningún ladrón entrar en nuestra casa, ¿por qué le permitimos al maligno acceder a nuestra alma que vale infinitamente más que todo lo material que podamos tener? Se trata de nuestra vida eterna y el demonio no pide permiso, ni respeta nuestro libre albedrío. Él se lanza como un dragón escupiendo fuego contra nosotros, pero nos engaña ofreciéndonos placeres y comodidades. Seamos astutos como serpientes y cándidos como palomas, como Jesús nos indicó. Aprendamos a defender lo más precioso que tenemos. Se trata de nuestra vida eterna y el enemigo nunca duerme. Pidamos ayuda en todo momento a Aquél que lo venció definitivamente y a Su Santísima Madre, que finalmente le pisará la cabeza. Y entonces, podremos dormir tranquilos.

Fuentes:
María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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