Las tentaciones
tienen un objetivo en nuestra vida y hay que aprender a descubrirlo.
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: ConMasGracia.org
Cuando rezamos el Padrenuestro decimos: “no nos dejes caer en la tentación”. Pero, ¿no parecería imposible evitar
tener alguna tentación? ¿Es malo experimentarla? ¿Cómo hay que entender esto? Veámoslo.
Las tentaciones tienen un objetivo en nuestra
vida y hay que aprender a descubrirlo. La palabra tentación procede de tentatio que significa prueba o test. Y bien
sabemos que sólo ante las pruebas podemos descubrir cuánta resistencia podemos
forjar. Por eso, debemos tener muy claro que experimentar la tentación no es pecado, lo que sí lo es, es
consentirla, es decir, caer en ella.
Dios
no es el autor de las tentaciones ni nos las manda, pero sí permite que seamos
tentados para que podamos forjar las virtudes. De
hecho, existe más mérito en ser tentado y resistir la prueba, que nunca
experimentar alguna tentación. De tal modo que, las pruebas que vivimos, son
una gran oportunidad para crecer en la santidad, que es la vocación universal
de todos.
De hecho, Jesús tuvo momentos fuertes de
tentación en su vida aquí en la tierra, tanto en el desierto como en el huerto
de Getsemaní, antes de ser tomado preso. Por lo tanto, si Él fue tentado, con mayor razón nosotros también las tendremos; pero, así como Cristo logró vencerlas, así también
debemos animarnos a luchar sin cansancio hasta dominarlas y salir victoriosos
de ellas.
Ahora bien, hay que saber que, si Dios permite que la tentación llegue a
nuestra puerta, también nos dará todas las gracias necesarias para salir
victoriosos. Ya nos dice San Pablo: “De
hecho, ustedes todavía no han sufrido más que pruebas muy ordinarias. Pero Dios
es fiel y no permitirá que sean tentados por encima de sus fuerzas. En el
momento de la tentación les dará fuerza para superarla” (1Cor 10,
13).
Una de
las armas más eficaces para poder vencer las tentaciones es la oración, ya
Jesús nos lo dejó muy claro: “Oren para que no
caigan en tentación” (Lc 22, 40). El Catecismo de la Iglesia Católica
nos dice también: “Jesús es vencedor del
Tentador, desde el principio (Cf Mt 4, 11) y en el último combate de su
agonía (cf Mt 26, 36-44). En esta petición a nuestro Padre,
Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es
recordada con insistencia en comunión con la suya” (CEC 2849).
Entonces,
en la oración del Padrenuestro ¿qué es lo que pedimos? El
Catecismo nos responde: “[…] Pedimos a
nuestro Padre que no nos “deje caer” en ella. Traducir en una sola palabra el
texto griego es difícil: significa “no permitas entrar en” (cf Mt26, 41),
“no nos dejes sucumbir a la tentación”. “Dios ni es tentado por el mal ni
tienta a nadie” (St 1, 13), al contrario, quiere librarnos del mal. Le
pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos
empeñados en el combate “entre la carne y el Espíritu”. Esta petición implora el
Espíritu de discernimiento y de fuerza” (CEC 2846).
No te desanimes si las tentaciones han llegado a
tu vida, al contrario, velas como una motivación en donde tienes algo que
ofrecerle a Dios. Para no caer en la
tentación, debemos dejarnos conducir por el Espíritu Santo, ya que, si nos
dejamos conducir por Él, sabremos reconocerla, y poner los medios adecuados
para poder vencerla. Estemos siempre vigilantes, ya que el enemigo
siempre nos ataca por donde más débiles nos mostramos.
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