"Y al orar no repitas palabras
inútilmente, como hacen los paganos, que se imaginan que por su mucha
palabrería Dios les hará más caso. No seáis como ellos, porque vuestro
Padre sabe lo que necesitáis aun antes de habérselo pedido. Vosotros
debéis orar así:
Padre nuestro que estás en el cielo, santificado
sea tu nombre.
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad en la tierra así
como se hace en el cielo.
Danos hoy el pan que necesitamos.
Perdónanos nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a quienes nos han ofendido.
Y no nos expongas a la tentación, sino
líbranos del maligno.
Porque si vosotros perdonáis a los demás el mal que os hayan hecho,
vuestro Padre que está en el cielo os perdonará también a vosotros; pero
si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará el mal que
vosotros hacéis."
Hoy Jesús nos enseña a orar. La oración, nos dice, no consiste en muchas palabras. Más bien se trata de afectos. De unir nuestro corazón a Dios.
Hoy Jesús nos enseña a orar. La oración, nos dice, no consiste en muchas palabras. Más bien se trata de afectos. De unir nuestro corazón a Dios.
La oración, aunque sea individual, siempre es comunitaria. Rezamos a "nuestro" Padre. Y nuestra oración, requiere que perdonemos a los demás. No podemos rezar si guardamos rencor a alguien, si no estamos en paz con todos.
Hemos de pedir la santificación del "nombre" de Dios. Para los judíos el nombre significaba toda la persona. Hemos de desear la glorificación de su nombre.
Rezamos porque deseamos que el Reino empiece ya aquí. Ese Reino que es la justicia en este mundo. Un Reino que sólo puede llegar si cumplimos la voluntad de Dios en este mundo, es decir, si hacemos que el amor reine en todas partes.
Para nosotros pedimos el pan. El pan material y el pan de su Palabra.
Pedimos perdón, que está condicionado a que nosotros perdonemos. Esto lo deja Jesús bien claro.
También pedimos que nos libre de las tentaciones y del mal.
El padrenuestro lo rezamos tantas veces, que corremos el peligro de no poner atención en lo que decimos y transformarlo en esas palabras inútiles, en esa palabrería de la que Jesús nos dice, debemos huir. De ahí la necesidad de la meditación en nuestra oración.
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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