domingo, 10 de julio de 2016

¿POR QUÉ LLEGA UN MOMENTO QUE DIOS PERMITE ‘RIENDA SUELTA’ A LOS PECADOS?


Tenemos una deficiente comprensión de la forma en que Dios disciplina porque se ha extendido entre la grey cristiana el falso criterio que Dios es tan bueno que nunca castiga, lo cual es contrario al texto concreto de toda la escritura, al contexto y al sentido común.

¿Cómo funciona el castigo? Una de las paradojas de la Misericordia de Dios es que a través de ella, Él castiga los pecados. A primera vista, la misericordia y el castigo parecen contradictorios, pero veamos en detalle esto para explicar la ‘rienda suelta’ a los pecados que Dios permite a los pecadores impenitentes.

UNA APARENTE CONTRADICCIÓN

La aparente contradicción se basa en la premisa falsa de que castigo es lo mismo que venganza. Esta premisa sostiene que el que castiga no es más que una persona que exige venganza por alguna transgresión, o que el castigo no es más que una forma que los más poderosos tienen para descargar su ira sobre los más débiles.

Pero una forma adecuada de ver el tema es que el castigo a tiempo permite que el castigado experimente los efectos negativos de su mal comportamiento tempranamente, de modo que él no experimentará mucho peores efectos después.

Piensa en un niño al que sus padres le han prohibido cruzar la calle sin una persona mayor para acompañarlo. Este aviso lo emitieron por amor, porque los padres no están tratando de quitarle la diversión o limitando su libertad, sino que están tratando de protegerlo de cualquier daño.

¿Qué pasa si el niño cruza la calle sin acompañante y sus padres se dan cuenta? Probable lo castiguen, por ejemplo ponerlo en penitencia en su habitación por unas horas.

Lo que está sucediendo en este ejemplo es que el niño obtuvo un castigo menor con el fin de evitar uno mucho más serio. Después de todo, ¿qué es peor, unas horas de penitencia o ser atropellado por un coche? Está claro que el propósito de la sanción es permitir una pequeña cantidad de dolor con el fin de evitar una situación mucho peor.

Es cierto que a veces los padres castigan a sus hijos con motivos mixtos, a veces pueden descargar su ira cuando castigan. Pero esto se debe a que los padres son imperfectos. Sin embargo Dios es un Padre perfecto. Y cuando castiga no mezcla estas cualidades pecaminosas.

CUANDO DIOS CASTIGA

Cuando Dios castiga, Él está actuando de la misma manera que los padres del niño. Él permitirá o infligirá dolor para evitarnos un dolor mayor, que se produciría si nuestro mal comportamiento tomara un camino hacia abajo en asuntos más serios y terminara en el peor dolor que es el infierno eterno.

Cuando se aplica correctamente (y siempre es así cuando lo aplica Dios), el castigo es saludable. Ayuda a poner fin a la mala conducta y si en última instancia hace daño, por lo general resulta en un comportamiento bueno y constructivo posterior.

De ahí que el castigo es parte integral de la misericordia y el amor. El amor aquí debe ser entendido como el amor fuerte y vigoroso que dice la verdad, e insiste en ella como la única base para un cumplimiento real y duradero.

La Carta a los Hebreos tiene un pasaje notable que explica los verdaderos entornos del castigo y la disciplina enraizada en el amor verdadero y vigoroso del Padre:

Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que reconoce. Sufrís para corrección vuestra. Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Más si quedáis sin la corrección, que a todos toca, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres terrestres, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo! Más él, para provecho nuestro, y para hacernos partícipes de su santidad. Cierto que ninguna corrección es, a su tiempo, agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados en ella. Por tanto, robusteced las manos caídas y las rodillas vacilantes y enderezad para vuestros pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure. (Hebreos 12: 5-13).

Muchos niños hoy en día no han conocido la disciplina apropiada. Esto lleva a gran número de males: comportamiento auto-destructivo, la arrogancia, la actitud irrespetuosa e incorregible, la hostilidad, el egoísmo, la codicia, la insensibilidad, la falta de auto-control, y muchas otras tendencias.

La Escritura dice,

El que ama a su hijo, le azota sin cesar, para poderse alegrar en su futuro.
El que enseña a su hijo, sacará provecho de él, entre sus conocidos de él se gloriará.
El que instruye a su hijo, pondrá celoso a su enemigo, y ante sus amigos se sentirá gozoso.
Murió su padre, y como si no hubiera muerto, pues dejó tras de sí un hombre igual que él.
En su vida le mira con contento, y a su muerte no se siente triste.
Contra sus enemigos deja un vengador, y para los amigos quien les pague sus favores.
El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas.
Caballo no domado, sale indócil, hijo consentido, sale libertino.
Halaga a tu hijo, y te dará sorpresas juega con él, y te traerá pesares.
No rías con él, para no llorar y acabar rechinando de dientes.
No le des libertad en su juventud, y no pases por alto sus errores.
Doblega su cerviz mientras es joven, tunde sus costillas cuando es niño, no sea que, volviéndose indócil, te desobedezca, y sufras por él amargura de alma.
Enseña a tu hijo y trabaja en él, para que no tropieces por su desvergüenza.
Vale más pobre sano y fuerte de constitución que rico lleno de achaques en su cuerpo.
(Eclesiástico 30).

Necesitamos redescubrir el hecho de que el castigo es parte del amor y es un acto de misericordia. No es amor dejar a un niño indisciplinado. No estamos ayudando al niño cuando no somos capaces de disciplinarlo. Sin duda, la disciplina debe tener sus raíces en el amor. Y Dios también nos muestra su amor en la disciplina y su castigo.

¿QUÉ PASA CUANDO DIOS NO CASTIGA EL PECADO?

Hasta ahora hemos considerado el castigo de Dios como algo positivo, que se basa en su misericordia y amor. Pero ahora vamos a considerar un enfoque más negativo que reflexiona sobre lo que sucede cuando Dios retira su castigo misericordioso.

De hecho, debería ser alarmante cuando en algún momento Dios deja de castigar directamente a ciertos pecadores endurecidos, ya sean individuos o naciones. Ya no los refrena por su mano.

La Escritura habla de esta realidad diciendo, “Dios los entregó” a sus malos caminos. Éstos son sólo unos pocos de estos textos:

No seáis como vuestros padres y vuestros hermanos, que fueron infieles a Yahvé, el Dios de sus padres; por lo cual él los entregó a la desolación, como estáis viendo. (2 Crónicas 30: 7).

Pero mi pueblo no me escuchó, Israel no me obedeció; los abandoné a su corazón obstinado, para que caminaran según sus caprichos. ¡Ojalá me escuchara mi pueblo e Israel siguiera mis caminos. (Salmo 81: 12-14).

Por eso Dios los entregó a las apetencias de su corazón hasta una impureza tal que deshonraron entre sí sus cuerpos… Por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre con hombre, recibiendo en sí mismos el pago merecido de su extravío. Y como no tuvieron a bien guardar el verdadero conocimiento de Dios, los entregó Dios a su mente insensata, para que hicieran lo que no conviene (Romanos 1: 24,26-28).

Parecería que este es el último esfuerzo de Dios para llevar a cabo la conversión. San Alfonso enseña, que [Dios] les priva de sus abundantes gracias y les deja [sólo] con la gracia suficiente con que pueden, [probablemente] no, salvar sus almas (Consideraciones sobre las Máximas Eternas 17.2).

Se han desviado tanto que esto es lo último que queda a Dios: entregarlos a la experiencia completa de sus pecados.

Mientras que los pecadores pueden parecen haber escapado ilesos por un tiempo, el peor día de su vida fue el día en que el Señor dice al pecador “Hágase tu voluntad, oh pecador, puedes hacerlo”.

Porque de hecho, dejar de ser castigado por el Señor es el peor castigo de todos. ¿Por qué? Dios castiga con la misericordia, pero el pecador castiga sin piedad.

Como dijo una vez el rey David, “caigamos en manos de Yahvé, que es grande su misericordia. No caiga yo en manos de los hombres”. (1 Crónicas 21:13).

Se ha dicho que Dios perdona pero la naturaleza no lo hace. Uno no puede actuar en contra de la naturaleza de las cosas y esperar prosperar en este mundo. Tarde o temprano las consecuencias vienen y sin piedad.

No hay mayor sufrimiento que cuando seguir en el pecado en sí es el castigo por el pecado.

San Alfonso también señala, Dios no parece estar enfurecido contra ciertos pecadores, “mis celos se retirarán de ti, me apaciguaré y no me airaré más.” (Ezequiel 16:42).

No hay castigo más grande que cuando Dios permite que un pecador añada pecado sobre pecado.

Por su bien, sólo nos queda esperar que las consecuencias mortales de su pecado se muevan hacia a la conversión final. Pero si no lo hacen…

Por lo tanto, los castigos de Dios son un aspecto de su misericordia. Sin ellos, lo peor seguramente nos sobrevendrá.

¡Mantennos en tu misericordia, Señor, incluso con la misericordia que castiga. Porque es mucho mejor sufrir golpes de tu mano que sufrir a manos de los hombres o de la naturaleza! ¡Misericordia, Señor, misericordia!

Foros de la Virgen Maria

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