domingo, 7 de febrero de 2016

LOS SALMOS


Los salmos son himnos cuya belleza incomparable nos permite alabar y agradecer a Dios, son la oración del Antiguo Testamento. La Iglesia católica ha hecho de ellos, sin cambiarlos, su oración oficial. Los Salmos son los 150 himnos más bellos que existen. Fueron escritos por varios profetas, sabios y poetas. La palabra “Salmo” significa “Himno para recitarlo con música”.

Los salmos son himnos cuya belleza incomparable nos permite alabar y agradecer a Dios, son la oración del Antiguo Testamento. La Iglesia católica ha hecho de ellos, sin cambiarlos, su oración oficial. Los Salmos son los 150 himnos más bellos que existen. Fueron escritos por varios profetas, sabios y poetas. La palabra “Salmo” significa “Himno para recitarlo con música”.

Los Salmos han sido las oraciones preferidas por los amigos de Dios durante más de 22 siglos. Los recitaban los israelitas ya mucho antes de Cristo. Los recitaron Jesús y sus Apóstoles, la Virgen María y los grandes santos de toda la historia. Es más, ningún libro de la Sagrada Escritura es tan citado por Jesús y sus Apóstoles como este libro al que se le denomina también Salterio (del griego Psalterion, propiamente nombre del instrumento de cuerda que acompañaba a los cantos).

Cuando una persona se acostumbra a rezar despacio los Salmos, ya ninguna otra oración (excepto el Padrenuestro y el Avemaría) le parece tan hermosa, ni le llega tanto al alma.

Hay unos especialmente hermosos, por ejemplo los cinco primeros. Para cuando tenemos que pasar por un momento difícil el N° 23. Para cuando nos entristecen nuestros defectos y pecados el 25 llena de esperanza. Cuando estamos muy agradecidos con el Señor el 33. Y si hemos cometido graves pecados y deseamos que Dios deje de estar disgustado con nosotros, el Salmo 51 que es el mejor acto de contrición que se ha escrito. Si deseamos recordar las maravillas que Dios ha hecho, recitemos el Salmo 103 o el 104. Si nos gusta recordar las grandes cualidades qe tiene nuestro buen Dios digamos el Salmo 145 y nos llenaremos de amor hacia Él.

La idea central de todos los Salmos es lo bueno que es nuestro Dios, lo poderoso y muy fiel; amable con los que cumplen su ley, y terrible contra los que desprecian los divinos mandatos.

Sólo en 17 de los 150 Salmos el nombre de Dios no está nombrado ya desde los primeros renglones. El fin de todo Salmo es alabar a Dios y cantar sus maravillas.

En los Salmos se nombra a Dios más de 800 veces y siempre con sentimientos de gran respeto, amor y confianza. El nombre de Dios era apto para los salmistas la palabra más dulce y agradable que podían pronunciar los labios humanos.

¿Qué son los Salmos?

Dicen los sabios que los Salmos son 150 espejos de nuestras rebeldías y de nuestras fidelidades, de nuestras agonías y de nuestras resurrecciones. Plegarias maravillosas nacidas hace más de dos mil doscientos años que no han dejado de ser recitado un solo día en templos, conventos, casas de familia, catedrales y capillas por santos y por pecadores, por gentes llenas de alegría y agradecimiento y por personas destrozadas por la angustia, el temor o el remordimiento. Son la vida convertida en plegaria. Constituyen una invitación a que convirtamos nuestra vida en una oración de confianza y de acción de gracias. En los salmos descubrimos que debemos presentarnos a Dios no como un “yo”, sino como un “nosotros”, como su pueblo. En estos bellísimos himnos iremos descifrando y conociendo poco a poco los rasgos del “ser amado” que se vislumbra en sus estrofas; el rostro de nuestro queridísimo amigo, Creador y Padre: Dios.

Los milagros de Dios

El fin de los Salmos, como todos los demás Libros de la Biblia es sostener y alimentar la fe del pueblo en Yahvé, mantenerlo en una esperanza alegre respecto al porvenir que Dios le tiene preparado, y llevar a cada uno a que se dedique a obrar de acuerdo al modo como Dios quiere que obremos. Pero esa fe languidece y se debilita a ratos (y la fe es lo único que mantendrá al pueblo vigoroso en su religión) es necesario ir recordando o “repensando” las maravillas que Yahvé ha hecho en favor de los que lo aman y confían en Él. Esto sacudo y mantiene despierta la fe. Y este es el fin de ciertos Salmos históricos que se dedican únicamente a recordar los favores prodigiosos que Dios ha obrado en bien de sus fieles. Por ejemplo los Salmos 105, 107, 115, 137, entre otros. Al recitar estos himnos, el lector se siente como irresistiblemente “empujado” a tener fe, confianza y amor hacia Dios que tan prodigiosamente corre en auxilio de los que lo invocan.

El estilo literario de los Salmos

Esta incomparable colección de composiciones poéticas tiene una gran variedad de estilos y de temas: desde la ardiente plegaria hasta el resumen histórico; desde un anuncio profético hasta un canto de guerra que parece escrito bajo el fragor de los grandes combates; desde una poesía dulce y apacible que describe las bellezas de la naturaleza hasta un tratado profundo acerca de Dios: unas veces presentan la descripción de la dura vida humana en la tierra, cruda y triste con sus desengaños y tradiciones; otras se elevan como una ráfaga de luz a presentar la vida divina y la paz que espera a los amigos de Dios.

Los salmos tienen un gran variedad de matices según las circunstancias personales e históricas en que se inspiraron los autores que los escribieron, en ellos se retratan las penas y goces de la vida humana, los peligros y los triunfos, los temores y los anhelos; los pesares por los que tienen que pasar el pueblo de Dios y la brillantísima, emocionante y prodigiosa historia de los que han seguido la verdadera religión. Todo esto pasa ante los ojos del lector mientras va leyendo estos himnos. Y al recitarlos va escuchando los gemidos de los salmistas por los pecados propios y los del pueblo, y las descripciones lastimosas de las derrotas sufridas por los que siguen al Señor, cuando se olvidan de cumplir sus Mandamientos. Luego se siente describir con detalle los Mandatos Divinos y se va viendo dibujada poco a poco con trazos admirables la figura del Redentor.

Diferencias entre los Salmos de la Biblia y los himnos religiosos de otros pueblos

Los antiguos pueblos como los egipcios y babilonios tenían muchos himnos a sus dioses, pero entre aquellos himnos y los salmos hay la distancia que separa lo humano de lo divino. Los salmos son oraciones inspiradas directamente por Dios para que toda la humanidad en todos los tiempos y países cante a su Creador, y no se encuentran explicaciones humanas suficientes para comprender por qué se adaptan de manera tan admirable a las necesidades de todas las personas en todos los tiempos, de todas las situaciones, en todos los sitios durante siglos.

La razón es que el autor principal de todos los salmos es Dios. Los salmos son obra divina, porque aunque los compusieron poetas y profetas, cada uno fue guiado directamente por el Espíritu Santo al escribirlos.

La diferencia entre los salmos bíblicos y los himnos religiosos de otros países está en la inspiración del Espíritu Santo. Esto es lo que los hace infinitamente superiores a cualquier composición poética del mundo.

Los salmos como Poesías y los temas que tratan

Los Salmos son verdaderos poemas que tienden a elevar el corazón a Dios. Su forma es esencialmente ética y en ellos encontramos didácticos, épicos, líricos (odas, elegías, cantos, etc.).

El Libro Poético por excelencia en toda la Biblia es el Libro de los Salmos. Ninguna colección de cantos de ninguna literatura contiene una riqueza tan abundante y tan exquisite como estos 150 poemas. En los salmos hay Odas de una grandiosidad épica y pequeños poemas de una sencillez encantadora. Desde el salmo 1 hasta el 150 hay un solo tema que palpita en cada uno de estos himnos: Dios. De Él se habla, a Él se le canta, a su misericordia se le pide perdón y a su poderío se le implora protección. Y en la descripción de la Suprema Belleza de Dios y de su infinito amor ningún otro poeta ha logrado superar en belleza literaria a los autores de los salmos. Allí se le canta a la grandeza salvaje de los montes y a las costumbres populares de la gente humilde. Se le canta a la historia, a la patria, al mar, a las tempestades y al amor del hogar, todo con una entonación elevada que llega frecuentemente a las alturas de lo sublime. Los salmos son la voz de todos los que gimen, adoran, dan gracias y piden perdón. Dios al darnos este libro de plegarias ha puesto en nuestras manos las más preciadas joyas de la literatura universal.

Al recitarlas con detención y cariño no será difícil aún para los menos especializados en literatura, sentir intensa emoción poética, y aspirar cómo un suave espíritu celestial rodea estas composiciones tan impresionantes.

Autores y fecha de composición de los Salmos

Es muy poco lo que se sabe con exactitud acerca de quiénes fueron los que escribieron los salmos. De 73 de ellos dice la Biblia que son de David. De 12 se afirma allí que los compusieron los descendientes de Asaf (jefe de los cantores de David). Uno por Etán (89); dos son atribuidos a Salomón (73 y 127) y el salmo 90 es atribuido a Moisés. 11 salmos son atribuidos a los hijos de Coré (42; 44 a 49; 84, 85, 87 y 88). Estos once salmos son los más bellos del salterio bajo el punto de vista literario. Los restantes Salmos no llevan inscripción y se consideran anónimos o huérfanos, si bien por las citas que se hacen de algunos de ellos en el Nuevo Testamento y su análisis deben ser atribuidos al mismo David.

El autor de la colección general parece ser Esdras, y las inscripciones que preceden a tantos salmos son antiquísimas.

En cuanto al tiempo en que fueron escritos los salmos, hoy los sabios escritoristas dicen que probablemente fueron escritos entre el siglo VIII a.C y el s. II a.C. y que la mayor parte de los salmos redactados definitivamente después de volver del destierro de Babilonia y de construir el nuevo Templo de Jerusalén (año 515 a.C.)

Los Salmos y sus géneros

Los Salmos se dividen en doce clases, según el género literario en el que han sido escritos y los temas que tratan:

1. Salmos de súplica. Se pueden resumir en esta frase: “Señor, ven a ayudarnos”. Es la súplica de quien se siente desamparado y lleno de peligros, y levanta los ojos a Dios de quien le vendrá el auxilio, y se refugio a la sombra de sus alas y le pide que le tienda su mano para auxiliarle y busca protección en Él como en una roca en tiempo de peligro. Los salmos de súplica son unos 33. Por ej. el 6, 7, 13, 25, 26 entre otros.

2. Himnos de adoración. Se pueden resumir en esta exclamación: “¡Que admirable es tu nombre Señor!”. Son una invitación a bendecir a Dios por lo bueno que es y por los maravillosos portentos que obra. Entre los 14 salmos de adoración destacan el 117 o el 32.

3. Salmos de Acción de Gracias. En estos 12 Salmos se pueden resumir la frase “¿Cómo pagaré al Señor el bien que me ha hecho?”. Se recitaban cuando una persona iba al templo a ofrecer un sacrificio para dar gracias por un favor recibido de Dios. La persona agradecida narraba en voz alta la situación penosa por la que había pasado y cómo el Señor había intervenido generosamente para ayudarle. Salmos de acción de Gracias: 18, 34, 41, 103 y 118 entre otros.

4. Salmos proféticos. Son siete en los que se anuncia hecho futuros.

5. Salmos reales. Son los que se refieren a un rey. Directamente se dirigían a un rey de ese tiempo y proféticamente casi siempre hablan del Rey Universal que es Jesucristo. Son siete: 2-21-45-72-890-101,100

6. Salmos del Reino de Dios. Son muy parecidos a los anteriores pero en vez de cantar a un rey humano, se canta a Dios como Rey. “Yahvéh rina” es su repetición más frecuente. Explican e insisten en cómo Dios es y será siempre el Rey Universal de cuanto existe. Son Nueve (24, 29, 47, 68, 93, 96, 97, 98, 99).

7. Cánticos de Sion. Son salmos dedicados a cantar a la Ciudad Santa, Sión o Jerusalén, o a la nación de Israel. Eran verdaderos himnos patrióticos y proféticamente se refieren a la Sión Celestial, o sea a la Iglesia Santa de Dios, en todos los tiempos. Son cinco: 46, 48, 76, 87, 132

8. Salmos de peregrinación. Eran los que cantaban los peregrinos al llegar al Templo de Jerusalén. Por ejemplo “Qué alegría cuando me dijeron, vamos a la Casa del Señor”, etc. Salmos 15, 122 entre otros.

9. Salmos Graduales. O cantos de subida. Son 15, desde el 120 al 134. Narran el viaje hacia Jerusalén desde la alegre noticia de que van a viajar a la Ciudad Santa hasta las impresiones de la despedida del momento de regresar.

10. Peticiones de bendición. Son salmos que se pueden resumir en estas palabras “Que Dios os bendiga”. Salmos 67 y 144.

11. Salmos de la Alianza. Cantan la alianza o compromiso de ayuda mutua que Dios y su pueblo han pactado. Son 17, entre ellos el 105 y el 106.

12. Salmos contra los impíos. Estos salmos tenían como intención el prevenir a los creyentes contra la tentación de seguir el ejemplo de los impíos. El recordar las duras palabras escritas contra ellos producía temor a seguir sus pasos. En estos salmos es importante recordar que lo que se detesta es al mal, no a los malos, es decir, atacamos el error pero no a las personas. Al recitar estos salmos los dirigimos contra las obras malas y las fuentes de corrupción, no contra las personas.

Importancia en la vida Espiritual

Los Salmos fueron la oración del Antiguo Testamento, en la que el mismo Dios inspiró los sentimientos que sus hijos deben albergar con respecto a él y las palabras de que deben servirse al dirigirse a él.

La Iglesia católica ha hecho de ellos, sin cambiarlos, su oración oficial. Sin cambios, esos gritos de alabanza, de súplica o de acción de gracias, arrancados a los salmistas en las circunstancias de su época y de su experiencia personal, tienen un eco universal, porque expresan la actitud que todo hombre debe adoptar ante Dios. Sin cambios en las palabras, pero con un enriquecimiento considerable del sentido: en la Nueva Alianza, el fiel alaba y agradece a Dios que le ha revelado el secreto de su vida íntima, que le ha rescatado con la sangre de su Hijo, que le ha infundido su Espíritu y, en la recitación litúrgica, década salmo concluye con la doxología trinitaria del Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Las viejas súplicas se hacen más ardientes una vez que la Cena, la Cruz y la Resurrección han enseñado al hombre el amor infinito de Dios, la universalidad y la gravedad del pecado, la gloria prometida a los justos. Las esperanzas cantadas por los salmistas se realizan; el Mesías ha venido y reina y todas las naciones son llamadas para que lo alaben.

Encuentra.com

No hay comentarios: